“Si volviera a nacer...”

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

La frase aparece en canciones, poesías, textos más o menos personales: si volviera a nacer, lo haría de nuevo.

Con esta frase uno valora las opciones tomadas en el camino de su vida. Mira hacia atrás, ve los hechos, los riesgos, las alegrías. Al final, su juicio es positivo: sí, lo volvería a hacer si pudiera nacer de nuevo.

Pero la frase encierra dos errores de fondo.

El primero, pensar en la posibilidad de un segundo nacimiento. Resulta claro que tal posibilidad es vista simplemente como poética, como exagerada. Pero precisamente por eso no tiene sentido decir que uno, si volviera a nacer (algo imposible) aceptaría de nuevo vivir como ha vivido.

El segundo error surge al imaginar que sería posible escoger la propia existencia desde el nacimiento. En realidad, nadie elige ni dónde ni cuándo ni cómo nacer.

El camino de cada ser humano está marcado por unas coordenadas más o menos fijas: unos padres, unos hermanos, unos familiares, un lugar, un país, un momento histórico.

Decisiones concretas orientan los derroteros y marcan profundamente la historia personal. La escuela, la universidad, la situación económica, el primer trabajo, el primer desempleo, un enamoramiento... Mil horizontes se cruzan y forman la trama de cada existencia humana.

Imaginar que sea posible repetir ese camino, que las “coincidencias” (aunque siempre hay detrás de los hechos algo mucho más profundo que la casualidad) se puedan repetir, es como soñar algo imposible, absurdo. No podemos ni podremos elegir nunca los miles y miles de factores y de circunstancias que rodean y que marcan profundamente la historia de nuestras vidas.

A pesar de esos dos graves errores, la frase conserva un fondo positivo. Un hombre, una mujer, ven su pasado y su presente como pleno, como valioso, como lleno de sentido. Aunque sabemos que no hay segundas oportunidades, no por ello podemos decir, con gratitud a tantas personas y, sobre todo, a Dios, que valió la pena haber luchado, haber amado, haber sufrido en un camino bello.

Otros, quizá muchos, no dirán nunca esa frase, no sólo por los errores que contiene si se toma al pie de la letra, sino por un motivo más profundo: porque lamentan la trayectoria que su vida ha seguido hasta ese momento.

En esos casos, sigue en nuestras manos un presente que nos abre al futuro. Con muchos límites, es verdad (lo recordaba continuamente Viktor Frankl), pero no con cadenas que hagan imposible dar nuevos pasos: siempre podemos corregir errores y abrir espacios a la esperanza.

No tengo una segunda vida. No naceré de nuevo en el mundo humano con sus cambios continuos, sus incertezas, sus posibilidades casi infinitas. Pero tengo unos instantes misteriosos y magníficos con los que puedo consolidar el amor, si he vivido abierto a lo bueno y bello; o con los que puedo cambiar de ruta, si hasta ahora he vivido en la mentira y el pecado.

Dios, que me dio la vida, me ofrece está magnífica oportunidad. Junto a Dios, muchos corazones buenos me acompañan y me ofrecen su ayuda para dar una respuesta de esperanza y para avanzar hacia la plenitud que logran quienes viven orientados al amor eterno.