La peor forma de ignorancia
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
La ignorancia nos toca un
poco a todos. Conocemos algunas cosas e ignoramos otras. Por eso entre los
hombres hay ciencia y hay ignorancia, como recordaba Platón hace muchos siglos.
Pero existe una forma de ignorancia sumamente peligrosa: la de quien cree saber
cuando en realidad no sabe o sabe mal.
Es la ignorancia de quien siente que con leer algunas novelas ya conoce cómo se
vivía en la Edad Media.
Es la ignorancia de quien devora miles de páginas de prensa o de internet para
estudiar un tema “de punta” como si bastase con esos instrumentos de información
para conocer la verdad.
Es la ignorancia de quien sin verdadera ciencia se lanza a hablar sobre todo y
recibe aplausos y reconocimientos, mientras son despreciados como ignorantes o
retrógrados quienes critican sus errores.
Es la ignorancia de quien tiene una profunda capacidad creativa y una reflexión
potente y aguda, pero basa más sus ideas en intuiciones que en un estudio atento
de las cosas, de los hombres, de la historia.
La peor forma de ignorancia, lo explicaba también Platón (al repetir seguramente
una enseñanza de Sócrates), es creer saber cuando no se sabe. Porque un enfermo
que no reconoce su enfermedad no pide medicinas. Porque un ignorante que no
advierte sus errores no es capaz de iniciar un camino sincero y enriquecedor de
búsqueda de la verdad.
¿Es posible curarse de un mal tan profundo? A veces, sí. Basta un poco de
humildad ante un contratiempo, un amigo que quite la venda de los ojos, una
grieta en el propio sistema de convicciones, para iniciar la cura. Basta...
aunque cueste mucho.
Cuesta, sí, pero vale la pena. No hay mejor dolor que el que nos arranca de
engaños profundos, casi hipnóticos, y nos lleva a abrir los ojos de la cara y
del corazón a tantos amigos sinceros que pueden llevarnos, poco a poco, al
encuentro profundo y saludable de la verdad.