Paz y cuidado de la creación
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
La paz es una tarea que
interpela a toda la humanidad. Para lograrla, vale la pena acometer un esfuerzo
constante en distintos ámbitos, también en lo que se refiere al respeto hacia el
ambiente en el que vivimos.
En su Mensaje para la 43 Jornada mundial de la paz (1 de enero de 2010),
Benedicto XVI ha querido reflexionar sobre la relación que existe entre la paz y
la custodia de la creación. El lema del Mensaje es sencillo y claro: “Si quieres
promover la paz, protege la creación”.
Sin analizar las muchas ideas y propuestas que ofrece el Papa en su Mensaje,
podemos preguntarnos: ¿cuáles son los presupuestos desde los que descubrimos que
el respeto a la creación se convierte en un camino para construir la paz?
El primero consiste en tomar conciencia de que los daños a la naturaleza, los
abusos respecto del ambiente en la que se desarrolla la vida, provocan
condiciones de injusticia y perjuicios que implican el peligro de violencias y
de guerras entre los seres humanos (cf. Mensaje, n. 3, que cita textos de Pablo
VI y de Juan Pablo II).
El segundo nace de reconocer la relación que existe entre actividad económica,
progreso y principios éticos. Un progreso orientado simplemente según la lógica
del desenfreno y del abuso provoca graves daños tanto para la sociedad como para
la misma naturaleza. Hace falta, en concreto, trabajar por “un modo de vivir
caracterizado por la sobriedad y la solidaridad, con nuevas reglas y formas de
compromiso, apoyándose con confianza y valentía en las experiencias positivas
que ya se han realizado y rechazando con decisión las negativas” (Mensaje, n.
5). Es decir, hay que cambiar el estilo de vida en función del bien de todos los
hombres, lo cual exige un esfuerzo común por educar en algunas virtudes
fundamentales y por promover una cultura que garantice la defensa del medio
ambiente (cf. Mensaje, nn. 9 y 11).
Lo anterior nace de un modo de ver nuestra relación con lo creado no basada en
la ley del dominio absoluto, sino según el criterio de la responsabilidad. En
otras palabras, no podemos dejarnos guiar por el egoísmo y vivir como
explotadores, sino que tenemos “el deber de ejercer un gobierno responsable
sobre la creación, protegiéndola y cultivándola” (Mensaje, n. 6).
Aquí radica el tercer presupuesto: en el uso de los bienes materiales que
encontramos en el mundo, hay que adoptar una visión de responsabilidad
intergeneracional, que tenga en cuenta la dependencia que existe entre nuestra
generación y las generaciones futuras, sin que ello implique olvidar la
solidaridad intrageneracional, entre los grupos humanos que actualmente
convivimos en el mismo planeta Tierra (cf. Mensaje, n. 8).
En las distintas reflexiones de Benedicto XVI está muy presente una visión
cultural que reconoce, por un lado, la centralidad del ser humano; y, por otro,
su responsabilidad frente al ambiente en el que vivimos. Ello implica una labor
conjunta que pasa de la “ecología humana” a la ecología respecto del ambiente,
pues “los deberes respecto al ambiente se derivan de los deberes para con la
persona, considerada en sí misma y en su relación con los demás” (Mensaje, n.
12).
Tal visión cultural supera los límites y errores de quienes defienden una
concepción del mundo “inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo, porque
dicha concepción elimina la diferencia ontológica y axiológica entre la persona
humana y los otros seres vivientes”. Al mismo tiempo, corrige la mentalidad de
quienes caen en la posición contraria, que lleva a “absolutizar la técnica y el
poder humano”, una posición que “termina por atentar gravemente, no sólo contra
la naturaleza, sino también contra la misma dignidad humana” (Mensaje, n. 13).
Así se explican las diversas propuestas (algunas más concretas, como por ejemplo
las que se refieren al uso de la energía solar, cf. Mensaje, n. 10) del Mensaje
de Benedicto XVI para esta 43 Jornada mundial de la paz. Desde ellas recordamos
que “proteger el entorno natural para construir un mundo de paz es un deber de
cada persona. He aquí un desafío urgente que se ha de afrontar de modo unánime
con un renovado empeño; he aquí una oportunidad providencial para legar a las
nuevas generaciones la perspectiva de un futuro mejor para todos” (Mensaje, n.
14).