En la Universidad
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Entre las aulas de clases
ocurre de todo: momentos de luz y momento de cansancio, encuentros y
separaciones, triunfos y fracasos, días de altruismo y días en que uno busca
sólo sus intereses personales.
La apertura de la Universidad permite eso y mucho más. Lo importante es
encontrar una buena brújula para orientarse, para decidir bien, para avanzar
hacia metas concretas, para abrirse a lo mucho bueno que existe, para evitar
engaños y desorientaciones que pueden destruir el propio corazón y el de quienes
están a nuestro lado.
En las paredes universitarias no sólo hay búsqueda de saber. La ciencia,
ciertamente, explica la existencia de la Universidad, su organización y su
dinamismo. Profesores y alumnos colaboran y avanzan hacia conocimientos nuevos.
Pero todo ello se basa en una actitud profunda de amor a la verdad, que lleva a
escuchar a quienes la comuniquen y a ofrecerla cuando uno la ha encontrado y
hecho “propia”.
Es hermosa la actitud de quien comparte un tesoro, también cuando el tesoro es
simplemente “intelectual”. Un dato, un descubrimiento, una buena idea, un texto
de literatura con valores eternos, se convierten en un manantial que permite
mejoras en el sistema sanitario, cambios en las estructuras políticas,
innovaciones en el mundo tecnológico, y reflexiones profundas que transforman
los corazones y los llevan a actitudes sanas y solidarias.
También es cierto que la Universidad, por culpa de algún profesor prisionero de
ideologías perversas o de estudiantes más amigos de la fiesta o de la violencia
que del respeto y del trabajo serio, puede ser un foco de desorientaciones,
engaños, prepotencias, violencias, discriminaciones.
Todo es posible entre los pasillos, las aulas, las bibliotecas y los
laboratorios del mundo universitario. Todo es posible porque el hombre tiene una
apertura inmensa hacia lo malo o hacia lo bueno, hacia la mentira o la verdad,
hacia el desprecio del débil y del diferente o hacia la mano tendida hacia quien
está a nuestro lado.
Cada nuevo día en las aulas se convierte en un reto. La Universidad no existe
fuera de quienes viven entre sus muros (profesores, alumnos, personal
administrativo y no docente). Existe en la mente y el corazón de cada uno.
Con buena voluntad, es posible convertirla en lo que la define íntimamente: un
lugar de encuentro y de ayuda mutua, un proyecto hacia verdades perennes, un
compromiso por construir un mundo un poco mejor, más abierto, más disponible al
amor y más orientado hacia lo eterno.