¿Pasivos ante las noticias?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

Las noticias existen primero porque hay un agente, luego porque hay un transmisor, y finalmente porque existe un grupo más o menos amplio de receptores.

El agente es, normalmente, quien hace algo de cierta relevancia. Un político toma una decisión. Un parlamento aprueba una ley. Un empresario declara la quiebra de su compañía. Un ladrón roba. Si el agente es activo, normalmente alguien “recibe” lo que el agente hace: si un ladrón roba, un banco es robado.

Por su parte, el transmisor es aquella persona o grupo de personas que recogen, seleccionan, analizan y presentan algunos hechos de la vida. Normalmente se trata de grandes agencias de noticias o de periodistas que buscan y dan importancia a hechos sobre los que tienen informaciones más o menos precisas.

Queda luego la amplia gama de receptores: oyentes, lectores, telespectadores, internautas. Son los miles y miles de personas que casi todos los días toman un periódico, encienden la radio, ven el noticiero de la televisión, consultan páginas informativas de internet.

Ante las noticias, ¿somos simples receptores pasivos? Cada noticia implica la existencia de unos hechos que nos preceden temporalmente. Alguien los ha llevado a cabo, alguien los ha recogido, y nosotros accedemos a los mismos.

Esos hechos provocan en cada uno reacciones diferentes. La victoria de un equipo de fútbol alegra a sus aficionados y entristece a los seguidores del equipo derrotado. La decisión de un gobierno genera esperanzas en unos y temores en otros. Los daños producidos por un grave terremoto suscitan miedos, inquietudes, o deseos concretos de ayudar con dinero o de otras maneras más o menos eficaces a los damnificados.

Las noticias, de alguna manera, configuran a las personas. Es cierto que el mismo dato provoca reacciones muy distintas en unos o en otros. Todo se recibe, según aquel dicho de los antiguos, según el modo de ser del receptor.

Pero también es cierto que después de conocer una noticia cada uno puede desarrollar ideas nuevas, caldear sentimientos, tomar decisiones concretas. Pasamos así de ser consumidores pasivos a ser hombres y mujeres activos.

Además, en muchas personas existe un saludable espíritu crítico ante las noticias, una capacidad para reconocer que no todo es como dicen los medios informativos. Desde ese espíritu crítico es fácil intuir que hay muchos acontecimientos que no son recogidos por la prensa pero que pueden llegar a tener una importancia enorme en la vida de las personas y de los pueblos, y que otras “noticias” son simples castillos de naipes lanzados para despistar a los ingenuos o para engañar a las masas.

El espíritu crítico no siempre es saludable, pues hay quienes se niegan a aceptar como verdadera una noticia que es buena, o quienes renuncian a ciertas fuentes de información por prejuicios ideológicos, por lo que se autoexcluyen de datos que podrían serles sumamente útiles.

El mundo de la información es complejo y requiere un continuo esfuerzo por mejorar el acceso a los hechos y por afrontar las noticias de un modo maduro y enriquecedor. De este modo, la recepción (inicialmente pasiva) de unos datos puede convertirse en el inicio de actitudes y de decisiones personales que lleven a un mayor compromiso por la verdad y la justicia, y que permitan dejar conformismos patológicos para empezar a trabajar por sociedades más solidarias y más buenas.