El programa de mi día
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Hoy amanecí con
entusiasmo y deseos de mejoras. Tomé una hoja y un papel. Preparé el programa
para este día.
Limpiaré mi cuarto
y pondré orden entre mis papeles. Escribiré a ese familiar con el que tengo que
restablecer las paces. Conseguiré un enchufe nuevo para
El programa es
hermoso. Quiero llevarlo a cabo. Cada paso concreto, cada meta alcanzada, me
llena de una alegría serena. Es posible vivir con objetivos, es posible romper
esa pereza que me arrastra a mil caprichos, que me hace dejar de lado cosas que
importan, para mí o para otros.
Pero noto que falta
algo serio en el programa de mi día. Parece que los propósitos y las metas giran
en torno mío. Yo escojo, yo decido, yo realizo. Actúo como si todo dependiera de
mí. Trazo planes según lo que veo y lo que deseo.
Para algunos, tengo
“derecho” a usar el tiempo según mis planes. Pero en realidad, lo importante de
mi vida no es lo que hago, sino lo que amo, si amo correctamente.
Cuando introduzco,
como centro de mis programas, el amor verdadero, empiezo a dar prioridad a lo
que ayuda, a lo que sirve, a lo que hace falta a mis familiares, amigos,
conocidos, o incluso a “extraños” (que nunca lo son, pues todos estamos en la
misma barca y navegamos hacia el mismo cielo).
El centro de mi
programa no puedo ser yo. El centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en
Dios y en mis hermanos.
Por eso es hora de tomar
entre mis manos el programa de mi día, tachar algunas líneas y poner otras. En
todo, también en esa limpieza que necesitaba mi cuarto y en ese orden entre los
papeles de mi mesa, buscaré lo mejor, lo que haga alegre el corazón de Dios, lo
que ofrezca un poco de sano consuelo a quienes viven a mi lado.