¿Denunciar o proponer?
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Es fácil
encontrar defectos. En todo y en todos.
En el fútbol, en la empresa, en el clima, en el ayuntamiento, en los políticos,
en los soldados, en los amigos, en los enemigos, en los familiares, en los
extraños: en cada lugar, en cada persona, en cada grupo, saltan a la vista esos
defectos que parecen inseparables de la condición humana.
Denunciar los defectos, por lo mismo, resulta sumamente fácil. Basta con
observar un poco y lanzar la crítica desde la boca o con ayuda de los poderosos
medios de comunicación y de internet.
En cambio, resulta más difícil proponer. Porque si la denuncia, en muchos casos,
sirve para evidenciar defectos y problemas, de nada sirve si no está acompañada
de propuestas, que exigen un buen análisis de las situaciones, y de una dosis
importante de “oratoria” de la buena para ayudar a las personas a acoger las
ideas que les ofrecemos.
Denunciar no es algo que se opone a proponer. Pero como ver los defectos es algo
sencillo, mientras que encontrar soluciones es a veces complicado, muchos se
quedan en las denuncias y no son capaces de ofrecer propuestas.
El mundo necesita, hoy como siempre, hombres y mujeres perspicaces, valientes y
propositivos, que sepan no sólo descubrir los miles de defectos de las
estructuras humanas, sino los caminos que permiten trabajar a favor de un mundo
un poco mejor, menos injusto y más solidario.
A la vez, el mundo necesita que esos hombres y mujeres propositivos sepan
ofrecer sus ideas con un espíritu cordial, capaz de suscitar confianza, de curar
heridas, de evitar suspicacias, de mover los corazones hacia el cambio. De nada
sirven propuestas tal vez excelentes pero envueltas en vinagre y en desprecios.
Ayudan mucho, por lo mismo, esos consejos ofrecidos desde un corazón sincero y
lleno de afecto, que desvelan el deseo solidario de ayudar a los otros en el
camino de la vida. Un corazón que también será capaz de acoger (quien hace
propuestas tiene sus pecas más o menos grandes) lo que nosotros podamos
ofrecerle desde la gratitud y la confianza mutua.