El SARS y la fe cristiana
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)



La epidemia del "síndrome respiratorio agudo severo", conocida como SARS por sus siglas en inglés ("severe acute respiratory syndrome"), ha puesto en jaque a la medicina mundial. Una epidemia es siempre algo serio, y es más seria si se difunde con rapidez, si causa un elevado número de muertos y si no tenemos medios eficaces para curar a los contagiados ni para evitar, mediante vacunas, que se den nuevos contagios.

¿Puede decir algo el SARS a los cristianos? Nosotros creemos que Dios lleva los hilos de la historia, también cuando permite epidemias (naturales o causadas por el error de algún laboratorio). El enfermo, gracias a su fe, puede descubrir en su dolor, en su situación de cuarentena, una oportunidad para reconocer que estamos en manos de Dios, que dependemos de El y de la ayuda de tantos médicos y personas de buena voluntad que se dedican al servicio de los otros. El hecho de que ya algún médico o enfermera haya muerto por contagio de SARS muestra que el cuidar a ciertos enfermos no es fácil, y no faltan situaciones en las que es heroico el ofrecer las atenciones más elementales.

Todos los creyentes estamos llamados a ayudar a cualquier enfermo. A las autoridades sanitarias corresponde establecer medidas para evitar que las epidemias se difundan y lleguen a escaparse de control. Pero ello no impide el que muchos hombres y mujeres, movidos por su amor cristiano, arriesguen sus vidas para cuidar y ayudar a los enfermos. El caso del P. Damián, que contrajo la lepra en una leprosería, es sólo un caso entre tantos miles de cristianos que no han huido frente al necesitado, también cuando estaba enfermo de pestes peligrosas o de enfermedades modernas (como el SARS) todavía no del todo conocidas.

El SARS, como toda situación de dolor humano, puede ser vista como un momento de maduración, de crecimiento en la propia vida cristiana. Podemos recordar aquí un texto de Juan Pablo II en su carta apostólica Salvifici doloris (11 de febrero de 1984), en el n. 26: "A través de los siglos y generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial. A ella deben su profunda conversión muchos santos como, por ejemplo, san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, etc. Fruto de esta conversión es no sólo el hecho de que el hombre descubre el sentido salvífico del sufrimiento, sino sobre todo que en el sufrimiento llega a ser un hombre completamente nuevo. Halla como una nueva dimensión de toda su vida y de su vocación. Este descubrimiento es una confirmación particular de la grandeza espiritual que en el hombre supera el cuerpo de modo un tanto incomprensible. Cuando este cuerpo está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo una lección conmovedora para los hombres sanos y normales".

No todos son capaces de descubrir en el sufrimiento esa "gracia especial" de la que habla el Papa. Pero podemos pedirla como don. El dolor no es la última palabra de la historia. El amor puede dar sentido al sufrimiento, puede acompañar al enfermo en su camino hacia la casa del Padre.

El SARS, como tantas otras situaciones de dolor humano, nos invita a no dejar solo al que sufre. Nos compromete a amar sin límites, como el Señor Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien, que sembró esperanzas en un mundo necesitado de consuelo.