Salud, ¿un estado o una armonía?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Reflexión del libro “Abrir ventanas al amor”   

 

Al ser fundada en 1948, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la salud como "un estado de completo bienestar físico, mental y social y no la simple ausencia de enfermedades o de malestar". Desde luego, a la luz de esta definición, podríamos decir que muy pocos tienen "salud", pues un completo bienestar en todas las dimensiones enumeradas (física, psíquica y social) resulta algo así como ganar la lotería todas las semanas...

Es una constante en el ser humano el encontrarse con distintos dolores y sufrimientos. Hoy será un pequeño rasguño en un dedo de la mano; mañana un dolor de cabeza producido por el cambio de clima; pasado, un problema serio que nos quita el apetito y el sueño. Casi todos los días tendremos esos pequeños roces y conflictos, puntuales o habituales, con algunos, que nos hacen vivir sin el deseado "bienestar social".

Por eso podemos preguntarnos si la definición de salud de la OMS es verdadera, o si debemos corregirla de algún modo. Ya algunos han hecho notar que el bienestar incluye no sólo la dimensión social, sino también la armonía con el ambiente, y la salud implica también trabajar por un mundo y unas ciudades y campos más "saludables". Otros, igualmente, han notado que la salud no es como una fotografía, como un momento que pueda separarse del dinamismo vital, cuando el hombre no deja nunca de mudar y de modificarse, sea por su misma actividad interna, sea porque los cambios externos le obliguen a buscar nuevos equilibrios. Esos cambios muchas veces implican zozobra, desazón, amargura y, no pocas veces, momentos reales de dolor profundo y radical, desde ese instante en que lloramos a pleno pulmón al ver por vez primera la luz fuera del seno de nuestra madre, hasta esos momentos en los que cada respiro implica un esfuerzo enorme de todo el organismo agonizante.

Hay quienes proponen, por lo tanto, una definición de salud como "equilibrio" o "armonía", una forma de integración en la cual tengan su lugar también momentos de dolor, que pueden ser etapas pasajeras de un estado global de bienestar. Cuando el equilibrio se rompe, entramos en el mundo de la enfermedad, que puede ser física, psíquica, social o ambiental. Cuando el equilibrio se conserva, somos capaces de encajar muchos pequeños contratiempos, que no llegan a romper, en su fuerza, la situación de armonía interior que uno ha conseguido.

Y aquí las sorpresas pueden ser grandes. Es posible lograr un equilibrio en medio de una terrible enfermedad física, como también es posible descubrir seres "desequilibrados" que tienen fuerza, belleza y dinero, pero no la armonía interior que es fuente de la verdadera salud. De este modo, la enfermedad adquiere una dimensión nueva, propia de las perspectivas con las que cada uno asume los avatares de la vida.

Se habla de que el hombre de hoy sufre un constante stress y un abatimiento continuo. Se constata el aumento de la depresión en personas que gozan de un nivel de vida más que aceptable. Se descubre en pueblos y aldeas a ancianos sin ninguna atención médica, deformes y encallecidos en sus dolores, que viven una extraña paz y una profunda armonía en sus corazones. Son los contrastes de nuestro mundo. Contrastes que deberían hacernos reflexionar sobre nuestro propio equilibrio interior, para llegar a descubrir que, en el fondo, nosotros podemos tener un poco más de "salud". También cuando el cuerpo vaya declinando, pero se encienda esa luz del espíritu que se llama amor y esperanza.