La injusta discriminación educativa de la mujer

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

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Partimos del convencimiento de que la discriminación social discurre paralela a la discriminación educativa. La historia nos constata como el acceso de la mujer a la educación a sido un logro fundamental en sus revindicaciones. Ya casi nadie duda que la escasa participación de la mujer en la vida publica de las sociedades se debió no tanto al hecho de ser mujer cuanto a su condición de analfabeta o semianalfabeta. Esto es algo reconocido por las propias mujeres . Desde el momento que a alguien se le excluye de la educación se le está excluyendo de otros ámbitos de participación. Las palabras ya en el siglo XIX de una mujer comprometida como lo fue Sofía Tortilán pueden resultar muy clarificadoras al respecto. “Queremos, nos dice, una mujer ilustrada para todo. Para nosotras la verdadera emancipación consiste en sacudir el ominoso yugo de la ignorancia que es el que hoy nos hace esclavas del hombre, de la sociedad, de las preocupaciones y del fanatismo. El primer derecho que debemos conquistar es el de instruirnos , puesto que nuestras cualidades son tan aptas para recibir la luz de la verdad y de la ciencia como las del hombre”. Así es como lo entendemos todos o casi todos ahora , después de tantos siglos de discriminación.
Una buena instrucción y preparación para el ejercicio de la profesión representa el acceso a la independencia económica y ésta conduce de forma natural a otras independencias.

Desgraciadamente el hecho ha sido que durante mucho tiempo, la cultura ha sido un campo vedado para la generalidad de las mujeres. No hablemos de las civilizaciones marcadas por el signo del androcentrismo, también en las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma, (algo menos en Egipto) la educación de la mujer estuvo bastante desatendida. 

No solamente los prejuicios existentes sobre la capacidad intelectual de la mujer, también la propia organización social y familiar jugaron en contra de la instrucción femenina, consagrándola en el papel de esposa y madre, aún con todo nunca ha dejado de haber nombres ilustres de mujeres en el campo de las letras y las ciencias
Durante muchos siglos se ha venido diciendo que la mujer carece de autonomía y de capacidad dada su condición de insuperable inferioridad. Se las reconoce el carácter sensible; pero no el intelectual, con estos supuestos se pretendía decir que la mujer tenía que buscar su sentido en la maternidad y no en la educación


En tiempos bastante tardíos se comenzaron a abrir escuelas femeninas, pero aún así las mujeres privilegiadas que podían acceder a ellas recibían una educación que no era comparable con la que se ofrecía a los varones. El tiempo de escolarización era bastante menor, las ausencias y abandonos bastante frecuentes y el tipo de orientación curricular bastante diferenciado. En estos colegios femeninos la instrucción intelectual ocupaba un puesto secundario, en cambio la instrucción religiosa era fundamental. Más que otra cosa, lo que se pretendía era formar buenas esposas, buenas madres capaces de educar bien a los hijos y a la servidumbre. Para poder satisfacer las exigencias fundamentales de la cultura se les enseñaba a leer y a escribir, si bien , la formación iba orientada a adquirir habilidades domésticas, labores de aguja, incluso el dibujo podía formar parte de estos aprendizajes.


Durante el siglo XIX se iría avanzando en dirección a conseguir una educación presidida por el principio de igualdad, muy a pesar de los filósofos románticos de la época cuyos mensajes eran claramente discriminatorios. El varón era para ellos el sujeto de la razón, las leyes y la libertad; la mujer en cambio lo era de la maternidad y del gobierno de la casa. En la lucha por la igualdad educativa las mujeres tienen poco que agradecer a Hegel, Chopenhauer, Kierkegaar, o Nietszche este último de clara tendencia misógina es el autor de frases que hoy resultan especialmente desafortunadas y crueles como la que dice que cuando vayas con mujeres no olvides el látigo. 

Tampoco las mujeres tienen que agradecer mucho a la ciencia positiva del siglo XIX. Fueron muchas las teorías pseudocientíficas de este momento histórico que trataron de aportar pruebas experimentales a favor de la inferioridad femenina. Recordemos la frenología de Gall basada en la externa conformación del cráneo, Bischoff que pensaba que el desarrollo intelectual de la mujer se detenía a edad temprana, Spencer trató de demostrar que la actividad intelectual y la procreación son incompatibles. Muchos libros de la época aparecían con el título.” La inferioridad de la mujer”. Incluso se habló de que la sangre de las mujeres contenía más agua que la de los varones y por el contrario, menos corpúsculos rojos y menos hemoglobina, más aún se llegó a decir que la menstruación y el embarazo colocaba a las mujeres en situación de constante enfermedad. A partir de estas patrañas se quiso seguir defendiendo la discriminación educativa en razón del sexo. Aún así, todo ello no fue suficiente para detener el imparable proceso educativo de la mujer.

El siglo XX había de ser decisivo en la carrera hacia la igualdad educativa, en él la mujer tiene ya acceso a los niveles superiores, Al margen de toda ideología política hay que decir que a partir de los años 60 , irrumpe con fuerza una nueva imagen moderna de mujer, vigorosa, sociable, dinámica, lanzada a conquistas laborales, en fin algo que casi todos recordamos. Todo ello hacía aconsejable un nuevo sistema educativo que llegaría con la Ley General de Educación en 1970 siendo ministro de Educación el Sr. Villar Paladín, con ella se ponía fin al centenario sistema educativo conocido como la ley Moyano. Esta ley supuso una verdadera revolución. En ella se establecía un periodo obligatorio de enseñanza hasta los 14 años gratuita para todos los españoles y españolas, sin ningún tipo de discriminación. Poniendo en práctica el principio de igualdad de oportunidades. Se llegó a alcanzar con menos medios, niveles de instrucción que ya les quisiéramos hoy en nuestras escuelas. Por lo que respecta a la igualdad educativa de la mujer hay que decir que con la Ley General de Educación se da el paso definitivo. Sin imposiciones como se hace ahora se legaliza la coeducación y se dejaba en libertad para que según las preferencias las mujeres pudieran cursar sus estudios en centros mixtos o en centros diferenciados. Hoy en España la coeducación es obligatoria con ello se podría pensar que la discriminación femenina ha llegado a su fin ¿Es ello así?