Las persona mayores piden que se les tenga en cuenta

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

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El problema de la tercera edad es uno de los problemas que está ahí y ha de seguir estándolo por mucho tempo. Finalizando el siglo XX tuvimos ocasión, en el año 1999, de celebrar el Año Internacional de las Personas Mayores , entiéndase por persona mayor, quien haya cumplido 60 años. Fue la ocasión para expresar a los mayores un cierto reconocimiento simbólico y recordar al resto de la población que estamos ahí, que queremos que a partir de ahora se nos tome en cuenta aunque sólo sea por que ya vamos siendo muchos, cada vez más. En los países occidentales el número de personas mayores ha crecido muchísimo y así ha de seguir sucediendo, dadas las expectativas de vida. Se espera que en los tres decenios próximos el número de personas mayores se triplique. Para mediados de siglo habrá 2000 millones de personas mayores en todo el mundo. En cuanto a nuestro País más de 13 millones estarán por encima de los 60 años de edad y los mayores de 65 llegará al 16`75% de todos los habitantes de España, población claramente superior a la población de los menores. 

La media de vida se alarga cada vez más y en lógica consecuencia crece el número de ancianos, ello hace que sea cada vez más urgente el diseñar una cultura de la ancianidad, destinada a acoger y valorar como merecen a estas personas que en su día lo dieron dado todo, destinada también a romper el cerco de marginalidad en el que viven confinados. Este es otro de los retos con el que el siglo XXI ha de enfrentarse. Ojalá que este sea el siglo de la esperanza o al menos hemos de creerlo así, pues es importante que, en este tramo de la vida, las personas mayores no perdamos nunca la esperanza.

Tiempos hubo y aún sigue habiéndolos en algunas latitudes en los que ser persona mayor era garantía de tener asegurado un reconocimiento social. No es el caso de nuestra sociedad en la que nos está tocando vivir. Aquí los viejos apenas contamos para nada. Estamos en la sociedad, pero casi como si no estuviéramos. Pasamos desapercibidos y a veces hasta molestamos. Desde el punto de vista cultural y social nuestra influencia resulta poco menos que nula.. Algún interés tenemos para los políticos, por aquello del voto, algún interés despertamos en el sociólogo, por aquello de que la tercera edad comienza a verse como un fenómeno social; pero lo que es para el resto de los ciudadanos, bien poco representamos.

Hoy lo que se lleva es ser joven; si uno no es joven no es nada en la vida. El joven es guapo y atractivo; el viejo feo y repulsivo y lo gracioso del caso es que esto se quiera ver como lo más natural del mundo, ley de vida, porque así lo dicta la naturaleza. Así de sencillo; pero el caso es que no siempre ha sido así, ni tiene por qué serlo. Más aún, según estudios antropológicos serios, el reconocimiento de la adolescencia es más bien tardío y podía tener sus orígenes en las sociedades modernas. ¿Por qué entonces este desprecio a los mayores en nuestra sociedad?

Hay dos rasgos importantes que caracterizan a la sociedad actual y que ambos juegan a favor de los jóvenes y en contra de los mayores. Son el consumismo y el hedonismo. A nuestra sociedad consumista no le interesan quienes ni producen ni consumen. El espíritu utilitarista que la impregna infravalora la tercera edad porque no es agente de productividad; desprecia a la tercera edad porque no es consumista. Es así como los mayores han dejado de interesar a las grandes industrias, quedando fuera de la publicidad y la propaganda. Quienes merecen su atención son los hombres productivos y los que pueden gastar. Como los viejos ya no pueden producir, carecen de independencia, quedando en manos de la familia, del estado, de las organizaciones, de la sociedad, no siendo ellos quienes deciden, sino que otros deciden por ellos. Tampoco son consumistas porque ni tienen ni pueden.

Mucho me temo que mientras que la sociedad siga en manos de los comerciantes y financieros los ancianos van a seguir siendo los grandes perdedores, los grandes olvidados. Sólo el joven vende; sólo el joven compra; sólo él es rentable; sólo existe el joven. Ser mayor no está de moda.

La otra vertiente de nuestra sociedad es el hedonismo. Nadie duda que estamos inmersos en una sociedad erotizada, hasta el punto de que en ocasiones se valora más a las personas por su capacidad sexual que por su capacidad intelectual. Los viejos están ya fuera del mundo de la sexualidad, esto queda para los jóvenes vigorosos y atractivos, por ello de mil formas se les invita a disfrutar del sexo, algo que según parece han aprendido muy bien. Ciertamente resulta exagerado, porque no todos los jóvenes son iguales, pero hay quien se ha atrevido a definirles como máquinas de consumir y de copular. Así es como parecen dar a entender bastantes medios de comunicación basura, con sus programas y publicidad.

Está claro que no hay espacios sociales para la tercera edad, pero no es esto lo que más preocupa a las personas mayores; su interés principal se fija en la salud; éste es el derecho básico de todos los viejos, con el que tendríamos que ser muy exigentes y cuando hablamos de salud hablamos de enfermedades, pero también de necesidades y de limitaciones, de higiene, de condiciones dignas de vida etc. Según reconoce el artículo 51 de nuestra constitución es un deber del Estado proteger de modo especial a las personas mayores, velar por su integridad física y emocional; sin embargo el cuidado de los ancianos es una carga que siguen soportando las familias en España. La ayuda a domicilio sólo alcanza al 2 % de las personas mayores de 60 años. Casi la mitad de los que viven en las grandes ciudades declaran sentirse solos. De los 6 millones de jubilados en España, un millón y medio son dependientes y son las familias quienes en el 86´5 % les atienden. Hay que decir en honor a la verdad que en este asunto las O.N.G. están contribuyendo de forma muy positiva, así como el voluntariado, que cuida y atiende a personas mayores necesitadas, encargándose de darles medicinas, de ponerles inyecciones, darles oxígeno y ayudarles a hacer las rehabilitaciones. No es muy halagüeña la situación del viejo desde el punto de vista sanitario. Por si fuera poco se habla con insistencia de la eutanasia como solución para casos difíciles. Alguien ya por su cuenta y riesgo lo ha puesto en marcha. Recuérdese el famoso caso del llamado “ángel de la muerte”. 

Después de la salud es el aspecto económico lo que más preocupa. La pobreza es la amenaza real que quita el sueño a muchos ancianos. El mero hecho, de hacerse viejo es estar expuesto ya a la pobreza. Según el informe de Caritas son muchas las personas mayores que están bordeando los umbrales de la pobreza. En el año 2000 la mitad de los pensionistas contributivos cobraban unas 65.000 de las antiguas pesetas, es decir justo para “ir tirando” mal que bien. Lo que sucede es que la pobreza de los ancianos no crea alarma social; digamos que no trasciende al exterior. Con un techo y sus necesidades primarias medianamente cubiertas ya está; ¿para qué quieren más?. Confórmense con sobrevivir porque a estas edades ya es suficiente.

No acaba aquí la cosa; rumores hay que el sistema público de pensiones corre peligro, dado que cada vez se va acortando más el número de los que trabajan y por el contrario se va aumentando el número de los que cobran pensiones. Los mayores están en manos del Estado, que un buen día puede declararse en quiebra y renunciar al bienestar social diciendo: “Se acabó lo que se daba”. Esto es algo que puede suceder, porque son los políticos los que deciden, sin escuchar a los mayores en sus demandas, sin dejarles participar en los asuntos que les incumben, sin dejar que sean ellos mismos los que aporten soluciones a sus preocupaciones y necesidades. Aunque esto no es del todo cierto, pues desde ámbitos del utilitarismo pragmático se propone ya que sean los propios ancianos, quienes de forma previsora fragüen su seguridad, suscribiendo planes de pensiones privados.

Afortunadamente las personas mayores, aunque no estén organizadas ni se movilicen, tienen un as en la manga que pueden hacer vales, cual es el de su voto. Esta es su gran defensa, hasta el punto de que en Estados Unidos hay quien piensa que la baza electoral de los ancianos, cada vez más numerosos, acabará convirtiendo a éstos en lo que ya se conoce con el nombre de “Lobby gris”.

Sin dejar de reconocer las buenas intenciones manifestadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Pactos Internacionales de Derechos Humanos, Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento, Naciones Unidas de 1991. al problema de la tercera edad hay que darle solución en el terreno de los hechos, brindándoles oportunidades de participación en la política, en la economía y en actividades sociales; garantizándoles un porvenir sin riesgos, dándoles amor y respeto, pues como decía Cicerón:”El peso de la edad es más leve para el que se siente amado y respetado por los jóvenes”. Su situación económica y sanitaria han de ser mejoradas; en definitiva hay que hacer un mundo posible para todos, en el que se reconozcan sus contribuciones sociales y familiares, poniendo en marcha mecanismos que permitan aprovechar su madurez y su experiencia.

Hasta ahora lo que la mayoría de los estados han ofrecido a los ancianos han sido programas sociales. Esperamos mucho más y nunca perderemos las esperanzas de que nuestros deseos se hagan realidad, aunque sean para otros. Mientras aquí estemos seguiremos soñando, haciendo nuestras las palabras de Louis L´Amour: “Llegará el momento en que creas que todo ha terminado. Ese será el principio.