Sueños de libertad

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

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Puede que creyéndonos libres, no lo seamos y ello sería la peor de las esclavitudes: la Libertad no consiste en poder hacer lo que a uno le venga en gana, sino en poder hacer lo que se debe a cada momento, en orden a la plena realización personal. 

Hace unos días los Medios de Comunicación nos daban a conocer un suceso, que tenía como protagonista a una chica marroquí en vísperas de ser madre . 

A bordo de una miserable patera, emprendía una arriesgada aventura, huyendo de las garras de la pobreza u otras servidumbres. 

Casi seguro que esta joven madre, en algún momento de la travesía, llegó a pensar que el milagro era posible y ensimismada se puso a acariciar con una mano a su hijito y con la otra, esa vida mejor y más libre con la que venía soñando desde hace tiempo. 

No pudo ser . Todo acabó mal. Sus sueños de madre y de libertad iban a quedar sepultados entre las olas del mar y allí se ahogarían para siempre.

Nos guste o no, casos como éste suceden con bastante frecuencia y forman parte de la historia de nuestro presente, lo que viene a demostrarnos una vez más, lo mal repartido que está el mundo, no sólo por lo que se refiere a lo material sino también a lo espiritual .

Como en los tiempos antiguos, entre nosotros sigue habiendo hombres, mujeres y niños, que se ven en situación de tener que arriesgar su vidas, para el rescate de una libertad que les pertenece, mientras otros la malgastan, no sabiendo que hacer con ella que es otra forma de no ser libres. 

Unos son esclavos a la fuerza siendo conscientes de ello y otros, teniéndolo todo a su favor, son esclavos voluntarios que se creen libres sin serlo. Los primeros son dignos de lástima, los segundos son motivo de escándalo y de vergüenza pues como bien decía Séneca: no hay servidumbre más vergonzosa que la voluntaria .

Nosotros, los afortunados occidentales, no necesitamos traspasar fronteras para ir al encuentro de la libertad; pero ello no quiere decir que todo esté resuelto.

Puede que creyéndonos libres, no lo seamos y ello sería la peor de las esclavitudes. 

Por más que vivamos en una sociedad caracterizada por una absoluta permisividad, yo no creo en la libertad de los que no saben que es ésta ni para que sirve. 

Porque la Libertad no consiste en poder hacer lo que a uno le venga en gana, sino en poder hacer lo que se debe a cada momento, en orden a la plena realización personal, un privilegio que los humanos tenemos de poder construir nuestra vida, según las exigencias de la propia naturaleza, es decir, una capacidad que nos permite llegar a ser aquello, para lo que estamos llamados. Bien se ve que esto no es tarea fácil y por ello tampoco habrá de serlo el llegar a ser un sujeto libre. 

Los que vivimos en un "régimen de libertades políticas", hemos llegado a pensar, que la Libertad con mayúscula es una mera cuestión legal, que se soluciona simplemente con el decreto-ley , que ella es un regalo que nos hacen los políticos y esto no es así . 

La Libertad profunda ha sido y será siempre una conquista personal, que no se consigue sin esfuerzo, un compromiso serio, que exige capacidad de discernimiento, de elección y de decisión y que no está exenta de voluntad resolutiva. 

¿Para que sirve la libertad de pensamiento en una mente vacía? ¿para qué la libertad de expresión si se carece de opinión? ¿Para qué la libertad de elección si me dejo condicionar por una propaganda perversa o por la manipulación política interesada?

Nacer con la mesa puesta, en materia de libertades conlleva el riesgo de bajar la guardia, pensando que ya está todo hecho, sin reparar en que a la esclavitud moral se puede llegar por muchos caminos. Esclavo se puede ser del dinero, de la ambición , de los medros personales, de los propios miedos e inseguridades, esclavo de las modas, o de otras dictaduras impuestas por el capricho de las mayorías; pero sobre todo uno puede llegar a ser esclavo de sí mismo y de las propias pasiones. 

La lista es tan amplia, que difícil es, no verse reflejado en alguno de los mil rostros, con que aparecen las modernas esclavitudes, aunque nos creamos libres.

Sabedores de que debemos ser solidarios con quienes queriendo ser libres no pueden serlo, algo nos está alertando de que, debiéramos ser conscientes también del problema hoy en Occidente. 

Nuestro drama no es tanto el de la esclavitud física como en los tiempos de la Roma Imperial, sino el de la esclavitud moral.