Liturgia Viva - 14

Autor: Padre Antonio Sanz cmf   

 

 

Liturgia de la Palabra

EVANGELIO 

Cuando el lector del Evangelio introduce el diálogo litúrgico previo a la proclamación del Evangelio (El Señor esté con vosotros), cuide de no proferirlo como lanzando a la asamblea una fórmula protocolaria, sino que ha de estar cargado de intencionalidad; y espere, con atención, la respuesta de la asamblea. 

El lector anuncia el santo Evangelio que va a proclamar (lectura del santo Evangelio según san N.), a lo que la asamblea responde con una aclamación gozosa (muy sentida debería ser) y agradecida: Gloria a ti, Señor.

Si la costumbre ha venido marcada por la rutina y la falta de expresividad, se hace necesario motivar al lector para que suscite en la asamblea una acogida más atenta y cordial del Evangelio. 

Lo mismo debemos decir de la aclamación al final de la lectura, por ello, el lector debería autocuestionarse: ¿soy consciente de que acaba de hablarnos el Señor? ¿transmito al auditorio esa misma convicción durante la lectura y cuando al final aclamo: Palabra del Señor? Si no es así, no nos sorprenda que respondan los fieles (si es que lo hacen) con un soso: Gloria a ti, Señor Jesús (mientras fijan su interés en el acto de sentarse). 

El beso final al libro concluye todos los gestos de homenaje  y veneración que se han tenido para con el Evangelio. No hace falta explicar la fuerza expresiva que tiene este gesto que merece ser hecho con evidente reverencia. 

Gracias por haber leído este mensaje.

Antonio Sanz, cmf


 

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