Siempre hay recompensa

Autor: Arturo Quirós Lépiz

Web: Mensajes de vida

      

Corría el año de 1996, estaba en la universidad y salía a eso de las 9:30 p.m. Solía caminar cuando salía de clases, y por aquellos tiempos había empezado a practicar la caridad, siempre el poder ayudar a aquel que me pareciera no tenía como pagar favores. Siempre cerca de la parada de autobús pasaba un indigente, el cual siempre había visto. Aquel día no tenía dinero pues acababa de pagar la universidad y mi salario apenas cubría los gastos, así que lo que hice fué hablarle, averiguar su nombre y darle mi palabra de siempre pasar a saludarlo cuando le viera. 


Leroy, ese era su nombre, proveniente del puerto de Limón no le gustaba que le dijeran "moreno", o "de color". "Yo soy un negro muy orgulloso", decía. 


Poco a poco aprendí mucho de la vida de este hombre, y cuando podía le regalaba lo que tuviera en la bolsa para ayudarle, siempre me saludaba y me empezó a llamar "Blanquito", ese era yo. Me sentía realmente bien por haber hecho amistad con aquel hombre sin amigos.


Cierta vez salí tarde de la universidad, y tuve que caminar atravesando la ciudad.

 

 En una calle oscura, a lo lejos pude ver una figura familiar que se acercaba a mi, un indigente y pensé en saludar a mi buen amigo Leroy. De pronto corrió donde yo estaba, sujetándome los brazos, empujándome contra la pared y tratando sacar mi billetera, mientras tanto podía sentir un objeto punzante en mi espalda y no podía hacer nada mas que dejar que me asaltaran. Pensaba entonces como aquel con quien había hecho amistad podía hacerme semejante cosa. Todo me pasó por mi cabeza, desde lo iluso que había sido al creer en una persona de la calle podía ser mi amiga, hasta todas las ayudas que le había dado y lo malagradecido y aprovechado que había sido. 


Un golpe repentino me tiró al suelo, y pude ver como otro hombre se había lanzado sobre mi atacante, mientras le golpeaba y quitaba mi billetera al asaltante pude oir: "Suelta al Blanquito"...era Leroy quien había visto como el otro tipo me estaba tratando de asaltar y corrió a ayudarme. El asaltante huyó del lugar, y luego de devolverme la billetera y ver si estaba bien, Leroy me acompañó hasta la parada del autobús. Me dijo, "Esos le dan mala fama a los negros. Ayudáme a que la gente sepa la verdad Blanquito...", luego se volvió para seguir su camino.


¿Saben? A Jesús le criticaban por andar con la gente "de la calle", pecadores les llamaban, y ese día comprendí por que El siempre les buscaba, y me di cuenta que a pesar de su pobreza, Leroy me había dado mucho mas de todo lo que pude haberle dado, creo que aparte de mi billetera salvó hasta mi vida...


Si dejáramos de juzgar, comprenderíamos que el mundo está lleno de personas buenas, solo que unas son menos afortunadas que otras. Las calles están llenas de Leroys, gente deseosa de hacer amigos y sentirse un ser humano. 


Les cuento que hace poco me encontré a Leroy y por eso recordé esa historia, alguien creyó en el y le dió trabajo como vigilante, ahora cuida un importante almacén de San José, Costa Rica. Saben, siempre hay recompensa para aquel que a pesar de tener poco, se preocupa por los demás, como o hizo Leroy conmigo. ¿Conoces tú algún Leroy en tu ciudad? Es la oportunidad de seguir la enseñanza de Jesús, y hacer el bien al más próximo...