La primera medalla de Atenas
Autor: Juan Pablo Ledesma, L.C.

Fuente: Buenas Noticias  

 

 

Tasha Danvers-Smith es una de las mejores velocistas del mundo. Su especialidad son los 400 metros. De origen inglés, a sus 26 años, es una de las favoritas para esta prueba en las Olimpiadas de Atenas. 

Para ella han sido muchos los años de intensa preparación. Enorme la exigencia y constantes las privaciones: dietas alimenticias para conservar el peso; nada de alcohol, mucha verdura. Un horario muy exigente. Pocas salidas y todavía menos fiestas. Entrenamiento diario, ejercicios, concentración, renuncias. Mucho tiempo dedicado al deporte, a las competiciones. Correr, quizás perder, y volver a correr. Entrenar, superarse; romper su propia marca… Poco espacio para sí, para sus amistades o su familia. 

Recientemente ha contraído matrimonio con su entrenador americano, Darrell Smith. Los dos habitan en la casa de los suegros. Ambos soñaban con planear una familia después de las Olimpiadas, cuando Tasha hubiera ganado seguramente la medalla de oro. Pero…el caso es que el primer bebé está llegando antes de los planes previstos. ¿Qué hacer? Se presentan serios interrogantes: ¿El niño o la medalla? ¿El hijo o las Olimpiadas? 

La respuesta a estas disyuntivas traería serias consecuencias para todos. En ellas se juegan muchas cosas. Para la atleta no ha sido fácil. Ha tenido que tomar una resolución madura y exigente. Y lo hizo con todo el temple de una triunfadora. El pasado 13 de mayo publicaba en The Telegraph la siguiente declaración: 

«No puedo mentir. Pensé en abortar. Por un lado, miras a tu situación y te dices: puedo tener el bebé y esto me causará costos y más problemas. No tenemos ni siquiera una casa propia. Vivimos en la casa de mis suegros. Además mi cuerpo es mi vida, mi negocio. Y ahora, por lo menos por un período, se me acaba. Esta era una de las posibles opciones. Pero una frase de las Escrituras me atravesó la mente: ¿De qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero, su pierde su alma?» 

«Para mí -continúa la joven atleta- el mundo entero eran las Olimpiadas. Pero también sentía que podía estar perdiendo mi alma. Y esto no podía ser... Tuve que forzarme a tomar una decisión que no quería hacer… Decidí y experimenté la felicidad. Incluso aun sabiendo que íbamos a batallar en lo económico y que estaba sacrificando la esperanza de una medalla olímpica.» 

Poco se puede comentar ante casos como éste, donde el valor de la vida supera cualquier otro. El heroísmo y el amor de Tasha Danvers-Smith es grande como su corazón, porque antes que atleta es mujer y madre. Su sacrificio ha valido la pena. Quizás haya perdido una medalla en las olimpiadas, pero ha ganado una vida. 

Estoy seguro también de que Tasha ha alcanzado una medalla para el cielo. Ésas sí que valen, porque no se oxidan ni se olvidan, como sucederá después de algunos años con las de Atenas 2004.