Amar al mundo apasionadamente

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

Al conmemorarse hoy, la festividad de San Josemaría Escrivá, me viene a la memoria el título de una de tantas homilías que nos dejó, y hago mención a ésta, porque era una de las cosas que más le importaba, amar a todas las personas de todos los tiempos y de todas las condiciones. Tenía conciencia clara de ser un instrumento inepto para una Obra de Dios, pero cuando pasó Dios por su vida, se dedicó con todas sus energías a lo que le había entregado. Nos recordaba que Cristo ha venido a indicarnos con su vida: que todos estamos llamados a la santidad. "Jesús quiere vivir en nuestras casas, en nuestras familias. ¡No le cerréis las puertas! ¡No le dejéis solo! Si le tratáis, seréis mejores padres, mejores hermanos, mejores estudiantes, mejores trabajadores, mejores amigos, mejores ciudadanos. Todo lo que hagáis mejorará porque Él estará presente en vuestra vida corriente. Él nos dará la paz, y nosotros podremos transmitirla a otros".

Ciertamente, que no faltan incomprensiones y dificultades para quien intenta servir con fidelidad la causa del Evangelio, pero al mismo tiempo el Señor purifica y modela con la fuerza misteriosa de la Cruz a cuantos llama a seguirlo, y es aquí justo cuando decidimos amar la Cruz, encontramos luz, paz y gozo. Hoy día en una sociedad en la que nuestros jóvenes se debaten entre dudas sobre el sentido de la realidad y de la propia existencia, y las ofertas de modelos de vida falseados por el materialismo y secularismo de moda, inevitablemente egoísta y frustrante. Aunque afortunadamente también nos encontramos con muchos jóvenes y mayores que, a la vez, notan el ansia y la moción de la gracia de Dios, que les impulsa a la búsqueda de ideales grandes y generosos. Cuántas y cuántos se entregan al cuidado y a la ayuda de los marginados de la sociedad: los ancianos abandonados, las familias rotas y maltratadas, los sin trabajo, los inmigrantes explotados, los tristes y afligidos por cualquier causa, los solitarios, los pecadores…que haya personas que por amor a Dios dan su vida al servicio de ellos.

"Allí donde están nuestras aspiraciones, nuestro trabajo, nuestros amores, allí está el sitio de nuestro encuentro cotidiano con Cristo", solía repetir siempre este santo de nuestro tiempo.

Si todo esto lo hacemos con Amor y por Amor a Dios, además de estar haciendo felices a nuestros hermanos, estamos santificando nuestras vidas, aún en los deberes ordinarios de cada día