“Lo que la Iglesia ahorra al Estado”

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

Es una gran noticia, que la Iglesia católica haya tomado la decisión de anunciar a partir de ahora en el gran supermercado de la comunicación y, tener la ocasión de ver a menudo que la Iglesia Católica forma parte de la vida cotidiana en nuestro país y, que su labor contribuye de manera decisiva al crecimiento y desarrollo de la sociedad. Una sociedad en la que abunda la información y, sin embargo escasea el conocimiento, por lo que se hace imprescindible que la Iglesia se haga también presente en la opinión pública de una forma atractiva, utilizando el lenguaje de los nuevos medios de comunicación para promover una mayor corresponsabilidad de los católicos y de todos aquellos que valoran la labor de la Iglesia a la hora de colaborar en su sostenimiento económico.

Pero aún así, la Iglesia es mucho más de lo que aparece en los medios de comunicación, porque muchos ignoran que la Iglesia atiende 22.700 parroquias, cuenta con 20.000 sacerdotes, 5.000 colegios concertados o 200 centros de educación universitaria. La labor de la Iglesia también se extiende a 107 hospitales, 1004 centros; entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA. Centros de reeducación social para personas marginadas; como exprostitutas, expresidiarios y extoxicómanos, los sin techo. Manos Unidas, Caritas, gastos de las Obras Misionales Pontificias (Domund). Orfanatos para niños abandonados.

¿Saben lo que se ahorra el Estado español con la Iglesia? No, pues tomen buena nota. Saben lo que cobran los Cardenales y Obispos: 900 euros mensuales. Si los ministros tuviesen que cobrar 900 euros, no se iba a encontrar un ministro ni buscándolo con lupa. Si los diputados cobrasen 600 euros como cobran los sacerdotes, no habría quién se apuntara al negocio de la política ni atado.

Marcar la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta no nos cuesta ni un céntimo, es solo una forma de dejar claro que queremos que una parte de nuestros impuestos se destine a esta labor social de la Iglesia. Lo que ocurre es que muchos nos acordamos de Santa Bárbara, solo cuando truena, convencidos de que, a pesar de todo, la Iglesia nunca nos fallará.