El valor de un trabajo bien hecho

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

Acabo de llegar de un centro comercial –y vengo un poco triste-, he ido a llevar una camisa que compré a mi marido, y al probársela le está larga de mangas, al igual que en otras ocasiones la he llevado para que ellos mismos le corten el largo. Cuando esperaba que me atendieran había delante un señor con unas camisas en la mano y se fue con ellas al probador. Cuando ya estaba terminando de atenderme un joven que es el que estaba en ese departamento, llega el señor anterior, con las camisas en mano y le dice al empleado –que me atendía a mi-: “tenga, es una pena, porque me gustan, me están bien de cuello, pero las mangas están un poco largas”. El dependiente le mira, coge las camisas y dice: “lo siento”.

No soy quién para juzgar a nadie, pero esta persona está desempeñando un trabajo, cobrando por el tiempo que le dedica y, está ahí para vender. Con su aptitud, no solo el cumple con el trabajo por el que cobra su sueldo, engaña al jefe y ha dejado de satisfacer a una persona que se ha ido sin la camisa que le agradaba, por no molestarse en explicarle que ellos se la arreglan. Así , con toda la cara y yo delante que estaba con el mismo problema, pero a mi me lo solucionaba, porque yo acostumbrada a otras ocasiones y sabiendo las normas del establecimiento, le dije lo que quería y me la admitió.

Por eso, no es más importante el trabajo del médico, del ingeniero, de la modista, del empleado de una tienda, del barrendero. El más importante es el que se hace con responsabilidad y el toque personal del Amor. Que oportunidad ha perdido hoy esta persona, la de agradar a Dios y a los hombres.