Los Santos y los fieles difuntos

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

El día 1 de Noviembre recordamos a muchos santos que la Iglesia ha reconocido como tales, y otros que han quedado en el silencio pero que ya están en la presencia del Señor. En todo caso, hay motivos sobrados para la alegría en la conmemoración sencilla de esta festividad. La Iglesia nos invita a pensar en todos aquellos que, como nosotros, comunes mortales, pasaron por la vida sostenidos por la fe y la esperanza, venciendo tentaciones y dificultades. Esa muchedumbre inmensa de santos desconocidos, como pudieron ser madres de familia, obreros, intelectuales…viven ya la bienaventuranza prometida por Cristo después de pasar por este mundo sembrando amor y alegría. En una de sus hermosas catequesis, Juan Pablo II hablaba de ellos refiriéndose a los que cada día toman sus herramientas para trabajar o se entregan a los quehaceres del hogar, viviendo la santidad en la circunstancia que Dios les ha asignado. Al día siguiente 2, tenemos muy presentes a todos los fieles difuntos, rezando y ofreciendo sufragios por ellos, para que muy pronto puedan pasar ese largo desierto que los separa de Dios. Cuántos millones de personas se dedican no solo mañana sino todo el mes de Noviembre sobre todo, -aunque los hay que lo hacen a diario- ofrecer la Santa Misa que tiene un valor infinito, es lo más importante que podemos ofrecer por las almas del Purgatorio y como no el rezo del santo Rosario. Cuántos favores nos hacen las ánimas benditas, no se si mis lectores lo han experimentado, pero yo recurro con frecuencia a su intercesión y siempre me sorprenden con lo que les pido.