Educación para la Ciudadanía

Autor: Elena Baeza Villena 

 

La educación sin una referencia al sentido transcendete de la vida es empobrecedora. La educación no es sólo la transmisión de unos saberes, es también la formación integral de la persona. El vacío de Dios en el contexto de una educación laica, no puede ser llenado con nada y supone una esencial limitación del hombre. Hasta ahora, nadie ha podido demostrar jamás que la educación laica sea más conveniente que la educación cristiana, ni que prepara mejor para el ejercicio de la ciudadanía. El cristianismo ayuda al hombre a ser mejor hombre y mejor ciudadano.

Es el momento de aprender a hacer no lo que se quiere, sino lo que se debe, pues eso es exactamente lo que significa ser libres, ser dueños de sí mismo. Cuando hablamos de la necesidad de educar voluntades estamos hablando de disciplina y sacrificio en el continuo ejercicio de nuestras acciones, que nos van disponiendo a la adquisición de los hábitos, lo que acabará finalmente conformando el modo de ser.

Educar significa la capacidad de transmitir una moral, es decir, la identificación de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es justo e injusto, de lo necesario y lo superfluo. Y esta función, la está asumiendo cada vez más el estado, a pesar de que se trata de un derecho de los padres, reconocido por la Constitución española.

Cuando un joven no conoce su propia historia, cuando ignora su genealogía, cuando le han sido negadas las disciplinas que le muestran sus filiaciones sociales, morales o jurídicas que adornan su cultura, se le está usurpando el derecho a saber quién es, y cuando uno no sabe quién es, ya se ha convertido en víctima potencial de cualquier adoctrinamiento político, como es la Educación para la Ciudadanía.