Las pastorales
Autor: Camilo Valverde Mudarra
INTRODUCCIÓN GENERAL
1. Autor y fecha
“Cartas Pastorales” es el nombre, acuñado por Sto. Tomás de Aquino y generalizado en el s. XVIII, que reciben unos escritos de un pastor cuyos destinatarios son también Pastores de dos iglesias. Van dirigidas a Timoteo y Tito, dos eminentes discípulos de S. Pablo, a los que encomendó la tarea de continuar la evangelización y regir las iglesias de Éfeso y Creta.
No tienen un carácter privado, sino oficial; son las “credenciales” del Apóstol que conceden autoridad de legítimos ministros de esas iglesias con plenos poderes, los documentos oficiales que contienen la doctrina y organización cristianas y la conducta de los presbíteros y las virtudes que han de ostentar los que abrazan la fe.
S. Pablo les da instrucciones de la función ministerial, con amonestaciones muy concretas; podemos decir que contienen los principios de un incipiente derecho canónico y eclesiástico, un derecho vivo, entroncado en la acción cotidiana del obispo con los fieles.
La autenticidad paulina es un problema; muchos críticos católicos y acatólicos la niegan. Son escritos tardíos del N.T. que inducen a dudar sobre el autor, porque la doctrina paulina, sobre el Espíritu y sus dones recibidos por cada cristiano, se desvanece ante una teología de función ministerial en que el Espíritu se otorga en la imposición de manos; la enseñanza queda reducida a “prescripciones morales”, al estilo de la ética pagana; falta la moral dinámica y exigente de S. Pablo, en lugar de gracia-caridad-Espíritu Santo, habla de eusebeia, piedad, término del helenismo; la fe no es la adhesión a Cristo, sino fidelidad al depósito de verdades. Y presenta una Iglesia demasiado institucionalizada y los errores combatidos son posteriores a S. Pablo.
Se tuvo la creencia de que S. Pablo escribió las C. Pastorales hasta el siglo XVIII. Muchos datos de las cartas así lo hacen pensar: el que las escribe ha sido perseguidor de la Iglesia que tras una visión y gracia de Cristo, se dedicó al apostolado con mayor ardor que el que puso en perseguirlo. Muestra gran preocupación por instruir a los colaboradores que van a continuar el ministerio apostólico, al ver cerca su fin. El autor de 2Tim dice que está preso y solo (1,8; 2,9), da testimonio que ha cumplido fielmente la misión recibida, y que sólo espera ya la corona y recompensa del Señor (4,6‑8). Para falsificar este texto, se ha dicho, habría que ser más paulino que S. Pablo.
Junto a estos datos internos, hay que unir los testimonios externos procedentes de los primeros siglos. Los PP. Apostólicos, sin citarlas expresamente, aluden a estas cartas; y, a partir del s. II, son numerosas las citas explícitas.
A partir del s. XVIII, la mayoría de los críticos las atribuyen a un discípulo del Apóstol que, con datos y doctrinas del maestro, les dio forma después, en tiempo un tanto lejano ya, muerto Pablo y en coyuntura distinta a la de aquella época.
Los que creen en la autenticidad paulina indican la fecha de composición el año 66 para 1Tim y Tit y el 67 para 2Tim. Los que la niegan, no pueden determinar el autor, ni establecer la fecha de composición, que algunos la fijan a finales del s. I. Nosotros creemos que son de los años 80‑85. Aunque haya diferencias de estilo y de presentación doctrinal, que es cierto, persisten las ideas clave de la teología paulina.
2. Destinatarios
La 1ª a Timoteo: Liberado Pablo de la prisión romana, años 61-63, recorre las iglesias orientales. Viéndose ya cerca de su final, pone a Tim al frente de la de Éfeso y le envía, quizás desde Macedonia, esta carta.
La carta a Tito tiene gran similitud con l Tim. El Apóstol no pudo realizar a fondo su apostolado en Creta, por lo que encargó esa tarea a Tito. Al ser un hombre hábil y experimentado, fue el idóneo para el carácter díscolo de los cretenses.
La 2ª a Timoteo. Pablo está preso en Roma (1, 8. 16s). Ahora la prisión difiere de la de los años 61‑63, en que gozaba de una cierta libertad (He 28,30). Se ve solo y sin esperanza de liberación. En esta situación, escribe 2Tim, el último escrito que se atribuye a San Pablo, se considera como su testamento. Le pide a Timoteo que se reúna con él a prisa; presiente cercana su muerte y quiere verlo y tenerlo cerca dando gracias por la fe de Tim, la de su madre y la de su abuela Loida (2tim 1,3‑5).
Timoteo es uno de los más fieles colaboradores de entera confianza de S. Pablo. Se encargó de conectar el Apóstol con las comunidades recientes. Colaboró en la predicación de Corinto (2Cor 1,19). Fue enviado a Tesalónica para reafirmar y alentar su fe. En Éfeso, es nombrado para visitar a los Corintios con la misión de reafirmar las “normas de conducta” en Cristo impartidas por Pablo (1Cor 4,17;16,10). S. Pablo lo llama “mi hijo querido y fiel en el Señor” (1Cor 4,17), “mi verdadero hijo en la fe” (1 Tim 1,2), lo que parece significar que él lo convirtió.
Nace en Listra de padre griego y madre “judía creyente” (He 16,1), un matrimonio mixto que, aunque prohibido por las leyes, eran frecuentes; y, así, lo llamaban “el judío”; en el derecho judaico, cuenta la ascendencia materna. Desde niño, su abuela Loida y su madre Eunice, de fe sincera, lo educaron en la Escritura (2Tim 1,5; 3,15). Pablo, que se negó a circuncidar a Tito, lo hace con Timoteo por ser judío y un acto cultural inocuo para el efecto salvífico de la fe (He 16,3). Lo convirtió a la fe en el primer viaje y ya, en el segundo, es su ayudante de más importancia y desde entonces compañero insustituible. Se supone que era de temperamento tímido (1Cor 16,11) y de débil salud (1Tm 5,23). Pablo impuso las manos a Tim a pesar de su juventud (1Tim 4,12.14; 2Tim 1,6).Tras la prisión romana, lo pone a cargo de la iglesia de Éfeso, donde, según la tradición, vive, siendo obispo, hasta su martirio bajo Diocleciano.
Tito, compañero de Pablo en sus viajes (2Cor 8,16-24), convertido por él, no aparece en He.; lo llama: “mi verdadero hijo en la fe que nos une a los dos” (Tit 1,4); aclara que “era gentil y no fue obligado a circuncidarse” (Gál 2,3). Con el Apóstol y Bernabé formaba el grupo que asiste al Concilio de Jerusalén (Gál 2,1-3; He 15,2). Luego, lo mandó a Corinto a hacer la colecta para los pobres de Judea (2Cor 8,6); en Macedonia está con Pablo y en la carta a Tito (1,5) queda en Creta, de la que fue obispo hasta su muerte, para organizar las cristiandades y establecer presbíteros en las ciudades.
3. Estilo y género literario.
Las tres cartas tienen contenido eminentemente pastoral. La 1 Tim sobre la organización de la Iglesia, Tit sobre la “vida cristiana” y 2Tim sobre la “sana doctrina”; las tres tienen el mismo estilo, idéntica doctrina y las mismas condiciones históricas. La dedicatoria (Tit 1,1-4), bello resumen de teología de la salvación y el apostolado, es de tal hondura que rememora los asuntos del inicio de Romanos.
Fácilmente se aprecia que el género literario es distinto al de las grandes cartas. Pero tienen el mismo estilo epistolar del momento: dedicatoria y acción de gracias, cuerpo de la carta y saludos finales; y noticias personales con indicaciones concretas (consideradas signos de autenticidad). Hay datos que las colocan en otro género literario distinto; ciertos apartados institucionales se parecen a ordenanzas, decretos, edictos administrativos de gobiernos helenistas; otros, contienen “códigos de deberes” con un aire muy convencional, que vemos también en Colosenses, Efesios y en la 1ª de Pedro; en nuestras cartas, las exhortaciones muestran un carácter de urgencia, la motivación se ha tomado de las confesiones de fe primitivas o de fórmulas litúrgicas; y el rigor es intenso en lo referente al peligro de las falsas doctrinas, sin decir cuáles son ni exponer una argumentación verdaderamente teológica.
1 TIMOTEO
1. Saludo: 1,1-2
San Pablo se declara apóstol de Cristo Jesús por mandato de Dios y de Cristo, Nuestra Esperanza, como lo hace en casi todas sus cartas, que lo reviste de autoridad y garantiza la que él delega, pues nace de su apostolado y él es apóstol por una orden formal de Dios. En otras fórmulas de saludo, llama a Dios, Padre, aquí le da el título de Salvador, normalmente reservado a Cristo, tal vez lo aplica conjuntamente, pues, antes que, en una influencia pagana que tilda de salvadores a sus dioses y reyes, se debe pensar que enraíza en el A.T. y en el Judaísmo. Es una palabra vibrante de fe y amor en San Pablo.
Se dirige a Timoteo a quien llama, “mi verdadero hijo en la fe”, título legítimo porque él lo ha convertido y bautizado, y le desea gracia, misericordia y paz. Indica el favor divino, la posesión de los bienes espirituales; la paz, que recuerda el shalom judío, es la paz que Cristo da a sus apóstoles; y misericordia porque de la bondad misericordiosa de Dios esperamos la salvación.
2. Los falsos maestros: 1, 3-20
1, 3-4: Las doctrinas de los falsos maestros son contrarias a la doctrina cristiana y a la caridad.
Le encarga que combata los errores y que, si los divulgadores persisten, se distancie de ellos. Tal alusión no permite saber quiénes eran ni qué errores difundían. Puede que apunte a agitadores judaizantes” que, pretendiendo ser doctores de la Ley, se tildan de conocedores de Dios (2Tim 3,5; Tit 1,16) procedentes de los esenios de Qumran; gente indisciplinada y superficial, infiltrada entre los cristianos, orgullosa, chismosa, herética, alborotadora y oportunista que quiere aprovecharse de la religión. Los errores, anteriores al gnosticismo ya definido en el s. II, parecen ser tendencias pre-gnósticas que negaban la resurrección (2Tim 2,18), prohibían el matrimonio y algunos alimentos (1Tim 4,3; Tit 1,14-15).
1, 5-6: Fuentes de la caridad (amor): Son tres las condiciones que exige: Un corazón puro, la buena conciencia y una fe sincera.
La caridad procede de un corazón puro, que es el centro de la vida moral. La caridad procede de la buena conciencia, luz que ilumina la conducta y testimonio de que vamos por el camino recto de los justos. Y una fe sincera que despeja las tinieblas; la sinceridad de la fe es la adhesión total a la verdad revelada y a su Autor, el don completo en que se afirma la verdadera caridad.
Algunos se han desviado perdidos en la verborrea estéril, calificativo que da el Apóstol a las lecciones de estos falsos doctores.
1, 7-11: La ley de la que se sirven los falsos maestros, no es para los justos, que no la necesitan, sino para los pecadores. La Ley es buena si se emplea legítimamente, la Ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para que fuésemos justificados por la fe (Gal 3,24). La medicina es para el enfermo, no para el que está sano.
Los filósofos platónicos, con la metáfora de salud física, expresan la rectitud moral; las pasiones y los vicios se oponen así a la sana doctrina (2Tim 4,3). Y doctrina sana es aquella que está en conformidad al Evangelio. Llevar al hombre a la fidelidad del Evangelio es la misión mayor que se puede realizar.
1, 12-17: Pablo vuelve sobre sí mismo. Jesucristo, Salvador Universal, fue misericordioso con él para ejemplo de los pecadores. Y como obró por ignorancia en la incredulidad, la gracia de Nuestro Señor sobreabundó con la fe y la caridad.
Todos los hombres han sido llamados a la salvación por la fe en Jesucristo; pues, Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores: El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10). Pedro en Jerusalén y Pablo en Antioquía, dicen a los judíos: Sólo hay un nombre que justifica y salva, el nombre de Jesús (Hec 4, 11-12). Por eso, Él dijo: No son los sanos los que necesitan la medicina, sino los enfermos…no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mt 9, 12-13).
De acuerdo con las profecías, esto es, con los buenos augurios y carismas de que goza Timoteo, debe entregarse con confianza a su misión, al buen, mejor bello, combate. La vida es una lucha (Job 8,1); el discípulo de Jesucristo, un soldado, sus armas y armadura, las virtudes (II Cor 6,7).
3. La oración pública: 2,1-15
2, 1-7: La oración litúrgica: Le ruega que rece, que ante todo ore por todos, con carácter universal, pues Dios quiere que todos se salven. Cristo crucificado murió por todos. La caridad que proclama Jesucristo no excluye a nadie. Y la oración primera que le pide es la oración como pastor, la oficial, la litúrgica. San Pablo vivía la oración y tenía de ella la más elevada idea; su vida fue una continua oración.
Le ofrece cuatro términos con los que expresa una forma especial de rezar: peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias. Para Santo Tomás los tres primeros indican los bienes a obtener y el cuarto, los bienes recibidos por los que se debe estar reconocido.
Debe rogar por los gobernantes para vivir en paz y evitar el desorden; la Iglesia necesita la paz para extenderse y fructificar. Debe rogar por todos los hombres, insiste en la universalidad, para que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad; la verdad es la “Buena Nueva” que Jesús ha venido a traer al hombre.
2, 8-15: Modo de orar: Expresa la necesidad y su deseo de orar en todo momento y lugar, con los gestos y la disposición interior que emana de la ley de la caridad (Mc 11,24-26).
Las mujeres deben hacer la oración con recato y modestia, con el corazón puro, revestidas de piedad y buenas obras, en lo cual coincide con San Pedro (1 Pe 3, 3-6). Les exige sumisión. Sin embargo San Pablo no va contra la mujer; las mujeres deben instruir y educar (Tit 2,3-4); Timoteo aprendió de su abuela y su madre (1 Tim 1,5). Priscila y Prisca son sus auxiliares en Cristo; Febe, diaconisa; María, colaboradora romana, Trifosa, Persis, la madre de Rufus, Junia y Julia… que se han señalado en el apostolado y han trabajado en el Señor (Rm 16,1ss). Reconoce la dignidad de la mujer en la familia, en la sociedad y en la Iglesia. En fin, exhorta y exalta la maternidad por la fe, la caridad y la santidad, contra los que prohibían, en Éfeso, el matrimonio.
4. Los ministros de la Iglesia: 3, 1-16
Las pastorales son los documentos de más información sobre la organización de las primeras iglesias, aunque faltan muchos datos sobre el origen y desarrollo. Desaparecida ya la idea de la próxima parusía, se piensa en preparar la Iglesia para la duración y las dificultades del tiempo.
San Pablo designa los ministerios sagrados con tres palabras: diáconos, presbíteros, obispos: diaconos, presbuteros, episcopos.
3,1-7: Los obispos-presbíteros: El Apóstol hace una afirmación solemne en tono evangélico: “En verdad yo os lo dije: Aspirar al episcopado es algo noble”. En los primeros tiempos de la Iglesia, formada de pequeñas comunidades y rodeada de enemigos, la función episcopal era mas bien una pesada cruz con la perspectiva de una vida obscura y una muerte terrible, sin ocasión para la vanidad o la ambición; el cargo sólo debía seducir a corazones generosos.
San Pedro dice que Cristo es el obispo de nuestras almas, el defensor, el protector de nuestro espíritu. Los términos “presbítero”, anciano y “obispo”, inspector, se fusionan muy pronto y tienen en San Pablo el mismo rango y misión. Se accedía a los ministerios eclesiásticos mediante la “imposición de manos” (1Tim 4,14; 2Tim 1,6), gesto de transmisión del poder y función, acompañado de una oración que implora la acción del Espíritu Santo sobre el ordenando, con lo que se recibe un carisma que conlleva jerarquía y autoridad (1Tim5,20; Tit 2,15); es un signo sacramental de comunicación de la gracia al ministro.
Indica dieciséis cualidades, quince en el pasaje paralelo de Tito, que han de adornar la tarea del presbítero. El presbítero debe cumplir ciertas condiciones internas y externas y estar libre de vicios. El servicio de Cristo requiere como exigencia la práctica de un conjunto de virtudes humanas y cristianas: el dominio de sí mismo, la amabilidad, la sencillez que evita toda arrogancia, la prudencia, la laboriosidad, la hospitalidad, decencia, moderación, capaz de enseñar, la integridad contra la depravación, la generosidad frente a la avaricia que es la raíz de todos los males (l Tim 6,9ss).
Y añade: fe, justicia, caridad y esperanza; la paciencia ante el sufrimiento, la resignación frente a la ofensa. Coloca la piedad y la justicia como compendio de todas ellas y, sobre todo, la fidelidad a la sana doctrina. De este modo, “el adversario se avergonzará no teniendo nada malo que decir de nosotros” (Tit 2,8).
3, 8-13: Los diáconos: Son los ministros inferiores de la jerarquía eclesiástica. Su misión es ayudar a los presbíteros en los oficios litúrgicos y gestionar los intereses materiales de la Iglesia, como dan a entender estos textos: 1Tim 3,10-11; 5,10; Rm 16,1; las mujeres realizaban también el servicio diaconal. Como participan de la noble tarea del presbítero-obispo, han de poseer las mismas cualidades y llevar la misma vida intachable; y añade que sepan gobernar su casa y que su familia sea de buena conducta.
3, 14-16: La Iglesia: cimiento y base de la verdad (3,15). La Iglesia casa de Dios y columna de la verdad. La verdad, aletheia, es esencial en la Biblia. Unas veces, en la tradición hebrea, es la fidelidad, emeth, lealtad a los compromisos; y otras, la idea griega: el aspecto intelectual del conocimiento, manifestación de lo que está oculto, conformidad del espíritu con la realidad. Platón opone la realidad del mundo suprasensible (la verdad) a la evanescencia del mundo de los sentidos. Dios nuestro Salvador quiere que todos se salven y lleguen a al conocimiento de la verdad (1Tim 2,4).
El asunto nuclear de la Pastorales, en cuanto a las decisiones y consejos por los que Tito y Timoteo han de conducir la Iglesia, se halla en este texto: casa de Dios... columna y fundamento de la verdad (3,15) Estas dos imágenes, enormemente expresivas, muestran la concepción de S. Pablo sobre la Iglesia. “Casa de Dios” contiene dos significados: a) “Familia de Dios” que ya indica frecuentemente en sus cartas (Rom 8,15; Gal 6,10; Ef 2,19; Heb 3,5-6.14); o b) “Edificio, templo de Dios” concepto también apuntado en otras ocasiones: (1Cor 3,16-17; 2Cor 6,16; Ef 2,21; 4,12; 1Pe 2,4-5). Seguramente, se expresan ambas ideas unidas.
La “familia”: los cristianos que son las “piedras vivientes”, según S. Pedro (1Pe 2,4-5), forman la familia en la fe, en la respuesta del creyente a Dios; la imagen de “columna de la verdad” señala la misión de la Iglesia en el mundo, guardiana y vigía de la verdad, es decir, de la revelación de Dios en Cristo (1Tim 3,16; 6,20; Jn 1,17). La casa-familia se sustenta en la verdad, revelación que trae Cristo; la robustez y consistencia de la Iglesia mantiene intacta la materia revelada: el sólido fundamento de Dios se mantiene firme (2Tim 2,19), este fundamento es la “fe de la Iglesia”.
La Iglesia nunca se apartará de la recta doctrina; quien es de Cristo y entra en la familia de la Iglesia ha de rechazar el pecado, pues es santa por naturaleza (Ef 5,26; 1Tim 3,15).
El término “casa de Dios”, enraizado en el A.T., (Gn 28,22; 1Sam 1,24; 1Re 8,10-11; 2Re 21,4; Esd 6,3; Sal 27,4) evocaba la presencia de Dios en su pueblo; y, para S. Pablo, el “pueblo cristiano”, rescatado y purificado por el sacrificio de Cristo (1Tim 2,6; Tit 2,14), no está en un templo material, sino en la comunidad como habitáculo, edificio del Espíritu Santo, del que los cristianos son sus “piedras vivas”. La Iglesia es el nuevo templo en que Dios se hace presente y es el que han de administrar y vigilar los pastores. Verdadero templo que ha de manifestar la verdad del mensaje recibido y conservar la enseñanza dada. La idea es reforzar la institución y la de perdurar.
5. Los Herejes: Cómo combatirlos: 4,1-16
4, 1-5: Las Apostasías futuras: Previene a Timoteo de los impostores hipócritas que, en los últimos tiempos, provocan la apostasía de los ingenuos creyentes con falsas doctrinas. Son advertencias del Espíritu, no necesariamente de tipo sobrenatural, que San Pablo conoce por experiencia. Ya los denuncia Cristo: Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestido de oveja y por dentro son lobos rapaces. Por su frutos los conoceréis (Mt 7,15s). Son los herejes y su historia que llevan, a la vista, la marca de los esclavos de Satán. Pablo se gloría de llevar las marcas del Señor.
Proscriben el matrimonio y prohíben alimentos; el primero procede del gnosticismo y el segundo del judaísmo, asociado quizás a los esenios de Qumran.
El matrimonio, para San Pablo es el estado ordinario en que el cristiano alcanza la salvación. Los conversos judíos tenían prevención sobre los alimentos impuros y los paganos mantenían sus supersticiones; era una brecha en la vida moral cristiana y en la integridad de la fe. San Pablo, como Cristo (Mc 7,18s), declara puros todos los alimentos, pues todo lo creado por Dios es bueno (Gn 1,31).
4, 6-16. La recta doctrina: Timoteo debe combatir estos errores. Para refutarlos, le indica que se inspire en las lecciones que de él ha recibido y las enseñe a los hermanos y que alimente su espíritu con la fe y con la sana doctrina, lo que seguro va a encontrar, huyendo de fábulas profanas, en la Sagrada Escritura, penetrada por la luz del Evangelio.
Debe entregarse a la piedad, al culto interior que se debe rendir a Dios. Es el ejercicio de todas las virtudes; es la inmolación por entero a Dios, el sacrificio continuo de sí mismo. Esto es lo que debe prescribir y enseñar. La madurez de su virtud lo revestirá de la autoridad y seguridad necesaria para que nadie lo menosprecie y sea ejemplo de los fieles.
La gracia interior y permanente le viene dada del Orden Sagrado recibido por la imposición de las manos, signo exterior por el que Pablo le confirió el don espiritual, el carácter y la plenitud del ministerio.
6. Los diversos miembros de la Iglesia: 5,1 - 6,2
5, 1-2: Diversos estados: Los fieles confiados a Timoteo forman una gran familia que requiere un tratamiento apropiado según su edad y sexo. Le aconseja que en todo caso reprima con dulzura. La suavidad de la forma atemperará la severidad del fondo. Sin nombrarla, se nota aquí el aroma de la caridad como la flor del texto. Enraizada en su corazón, por la caridad, el buen pastor se hace todo con todos para llorar con los que lloran, para regocijarse con los que se alegran. Debe ser un modelo de pureza, de fe y de caridad.
5, 3-8: Honrar a las viudas: La Biblia relaciona la viudez y la orfandad, dos infortunios considerados el primer rango de los pobres y afligidos, objeto de la solicitud divina: Dios es el Padre de los huérfanos y sostén de las viudas (Sal 67,6). Asistirlos es una de las principales preocupaciones de la Iglesia de Jerusalén, como se refiere en He. 6,1.
Se preocupa de las viudas que quedan solas y viven sin familia. Merecen respeto y estima. Se les ha de ayudar y darles para vivir. Es un deber sagrado. Las que tienen hijos deben ser socorridas y cuidadas como indica la piedad filial y el cuarto mandamiento. Pero la viuda que se comporta indignamente, que lleva una vida disipada, no vive ya la fe; viva, está muerta al espíritu. Y a las jóvenes, aconseja, que se vuelvan a casar para no extraviarse en pos de Satanás, que tengan hijos y sean buenas madres de familia. Y, en principio, es la parentela la que ha de socorrer a las que queden viudas, apostilla el Apóstol.
La verdadera viuda vive retirada tras el velo del luto y su tristeza. Está muerta al mundo y a sus vanidades. Su vida está en Cristo y Él es su esperanza y no busca otra ayuda ni consuelo. Día y noche, se refugia en la oración, como Ana (Lc 2,37) o la Virgen María. Tal es el ideal que debe proponer Timoteo.
5, 9-10: Catálogo de viudas: La viuda que renuncia al mundo y a sus vanidades, que consagra su vida a Cristo y, dedicada a la oración día y noche, en Él ha puesto su esperanza, y que mantiene una conducta irreprochable, como los presbíteros en el conjunto de su vida, puede ser invitada a cumplir su misión eclesial.
Parece que se elegían al servicio de la Iglesia y hacían profesión de viudez. Así, la viuda designada figuraba en la lista oficial de la Iglesia, si cumplía tres condiciones:
a) Tendrá no menos de sesenta años: Edad respetable de segura madurez.
b) Mujer de un solo marido. Lo mismo que el presbítero-obispo, ser marido de una sola mujer.
c) De buena conducta y sólida reputación. Señales son: la educación de los hijos, la hospitalidad, atención a los santos, los cristianos; socorro al desgraciado y la práctica de las buenas obras.
5, 17-19: Los presbíteros: Si gobiernan bien, merecen una doble consideración, sobre todo, los que predican y enseñan. Doble honor significa una mayor estima, una demasía espiritual y material (Dt 25,4; I Cor 9,9ss; Rm 15,27; Gl 6,6); el mismo Cristo habla de salario (Lc 10,7; Mt 10,10). Profetas (profemi: hablar por), predicadores y didascales (didasko: enseñar), enseñantes, con su carisma, suplían el ministerio ordinario de los presbíteros y diáconos. El Apóstol, dice San J. Crisóstomo, no se refiere a la dignidad, sino a la edad; el ministro debe ser un mayor, pues los jóvenes pecan más fácilmente que los viejos.
Ni aun siendo bueno y digno se contenta a todos, ni siquiera Cristo lo consiguió. Sus funciones son difíciles y el presbítero no es infalible; pero, si alguno es acusado de falta, no debe admitir la acusación, si no es avalada por varios testigos (Dt 19,15); Jesús insiste con frecuencia en el fundamento de la corrección fraterna (Mt 18,16).
5, 20-22: Los presbíteros que pecan: Se ha de reprender al presbítero prevaricador, ante el colegio presbiteral, a fin de que sirva de saludable correctivo e inspire a los otros a el bien hacer. Al respecto, puede que el Apóstol se refiera al pecador en general y no sólo al presbítero. Lo cierto es que instruye, a su discípulo, a corregir las faltas en su comunidad. La corrección pública era un deber capital del obispo.
Con una invocación solemne, pide a Timoteo fidelidad a sus enseñanzas. Debe juzgar recta e imparcialmente, e imponer las manos, rito sacramental de la ordenación y, quizás, el rito tradicional de la reconciliación penitencial, con las debidas garantías y pruebas. No se puede responsabilizar de los pecados ajenos. Consérvate puro, en Éfeso sobretodo. Quien juzga y corrige ha de ser intachable, de lo contrario, perderá la autoridad y el respeto (I Cor 9,27).
5, 23: Consejo a Timoteo: San Pablo, preocupado por la ascética ejemplar y abstinencia rigurosa de Timoteo, corrige sus piadosos excesos que ponen en peligro su débil salud. Cariñosamente le insta a mejorar su alimentación y a tomar algún “vasito”, que un poco de vino es beneficioso y saludable (Mt 26,27-29). El ascetismo judío y cristiano no favorecía el uso del vino (Dn 2,21; Sal 60,5).
5, 24-25: Pecados privados y públicos: La imposición de las manos, le ha dicho (v.22), entraña una gran responsabilidad, pero no quiere abrumar al tímido discípulo.
El presbítero prevaricador ha de ser amonestado públicamente por el obispo en presencia del colegio presbiteral, a fin de que sirva de ejemplo y de saludable correctivo para los demás (presbíteros). Los pecados públicos delatan y acusan al pecador y los ocultos se conocen en el juicio. El bien como el mal no pasa desapercibido. Timoteo deberá responder ante Dios de su fidelidad a las prescripciones de su maestro y utilizar el buen juicio que sopesa las cosas a la luz de la fe y de la sana razón sin prejuicios ni acepción de personas; ni apresurarse en imponer las manos, es decir conferir las órdenes sagradas, sin información y prueba suficientes. Debe asegurarse, pues, antes de emitir su juicio.
“Sé modelo de los creyentes en pureza y dignidad”; quien ha de juzgar y corregir, tiene que observar una conducta y costumbres ejemplares, de lo contrario, será cuestionada su autoridad y correrá el riesgo de ser reprobado.
6, 1-2: Los esclavos: La preocupación del Apóstol por la esclavitud queda patente en varias de sus cartas (cf. Gal, 1Cor, Col, Ef, Flm). Es una cuestión delicada que ha de ser tratada por el Apóstol con sumo tacto por la subversión y cataclismo social que la imprudencia en el enfoque supondría.
Aconseja sobre los derechos y deberes de los esclavos cristianos a la luz del Evangelio: todos somos hermanos en la fe y el único amo es Dios. El esclavo debe ver en su señor un hermano reflejo de Dios, aunque sea un infiel. Subsisten, pues, los lazos de dependencia, pero transformados en sentido sobrenatural. Trata el asunto con mucho tiento; en caso contrario, se habría acusado al cristianismo de provocar la revolución social.
Por el bautismo en Cristo, todos estamos revestidos de Cristo y somos uno en Cristo en perfecta igualdad (Gal 3,27-28; Col 3,10-11). Por lo mismo, el amo deberá tratar al esclavo como cristiano y amigo. La relación esencial en Cristo transmuta las dependencias jerárquicas.
7. El hombre de Dios: 6, 3-19
6, 3-5: Propagadores de doctrinas vanas: El falso doctor de la mentira se opone al de la verdad, el hombre de Dios. Título que San Pablo da a su querido discípulo que lo merecerá por la práctica de las virtudes apostólicas, con lo que vitalizará la fe del bautismo y su vocación.
Vuelve sobre los falsos maestros del principio (1,3). Falsedad que reside en enseñar vanas doctrinas, que son vanas por apartarse de la palabra saludable de Jesucristo. Y ello tiene dos causas: el orgullo y la ignorancia. El orgulloso destruye lo que le rebasa; no acepta el parecer del otro. La ignorancia es la falta de juicio. La verdad es la salud de la inteligencia. La corrupción y la mentira destrozan la concordia y la piedad. El espíritu ruin y falso intenta convertir la religión en lucro.
6, 6-10: La piedad, la religión: Los traficantes de la piedad se han instalado en los sentidos y en la materia; no comprenden que la piedad es ya una gran ganancia; es útil para la vida presente y para la futura (4,8); proporciona la felicidad eterna y asegura el bienestar aquí, en la tierra. La moderación y templanza producen la dicha al sentirse cada uno satisfecho en su condición modesta, bajo la mirada amorosa del Padre que provee de lo necesario. La sabiduría (piedad) es la única verdad a la que se deben sacrificar todas las cosas.
Quien corre tras la riqueza cae en la ruina y en la perdición (Pr 23,4-5; 28,20; Ecl 5,9 -6,12). El rico ya colmado, reniega de Dios e idolatra al dinero, lo hace su fin supremo, su dios. La piedad engendra todos los bienes; la riqueza es la raíz de todos los males.
6, 11-16: Las armas espirituales: El Apóstol, llama a Timoteo con la expresión bíblica “hombre de Dios” y le insta a que, despreciando las falsas enseñanzas, empuñe la espada de la justicia, de la fe, de la caridad, de la mansedumbre … para luchar en la batalla y conquistar la vida eterna, a la que ha sido convocado y ha respondido, en un compromiso formal ante testigos, con su profesión de fe.
La exhortación final se hace invocación solemne y le ordena que se mantenga firme, sin tacha, en su vocación y función de pastor hasta el final ante Dios, que es la vida y Cristo, el primer mártir, por su hermoso testimonio dado a Pilato, y lo llevó a la muerte.
Y termina con una admirable doxología, réplica de la del principio (1,17). Cristo, Rey de reyes, Señor de señores, recompensará a sus fieles en su segunda epifanía.
6, 17-19. Consejos a los ricos: La riqueza, en sí, es algo indiferente; el abuso es lo condenable. Pero, ¡es tan fácil abusar! La riqueza acarrea el mal, enciende el egoísmo, lleva a la locura del desvío, del desprecio y del orgullo.
San Pablo da la lección de la verdadera sabiduría, como la enseña Jesucristo: No atesoréis en la tierra...(Mt 6,19-20). No hay que poner la esperanza en lo perecedero; sólo Dios cuenta, Él es el único tesoro presente y futuro. El sabio acapara el bien y atesora las buenas obras. Dos usos de la riqueza indica Sto. Tomás: tener y dar. El primero es pasajero y poco práctico; el segundo, San Pablo lo explica con “comunicar a los demás”, compartir; abrir la mano y el corazón al necesitado. Así se reúne un buen tesoro en el cielo, para la verdadera vida.
8. Epílogo. 6, 20-21: Guarda el depósito de la fe.
La exclamación, “¡Oh Timoteo!” proviene de quien muestra afecto y amor; puede referirse a la Iglesia entera y a los pastores que deben comunicar velar por la integridad de la fe. Posiblemente, preveía y deploraba ya los errores que habían de venir.
Guardar el depósito, “paratheke” (2Tim 1,12-14): el propietario de un bien lo deposita en una persona de confianza, que tiene que devolverlo, cuando se le exija. En este sentido metafórico, el carácter sagrado del depósito designa la doctrina, equivale a tradición; es la obligación estricta de conservar intacto el tesoro de la fe cristiana, transmitirlo a las generaciones futuras y enseñar las verdades recibidas. De este modo, evitará que los pretendidos doctores profieran palabras vacías y opongan a la doctrina revelada su contradicciones vendidas como ciencia.
2 TIMOTEO
1. Saludo y acción de gracias: 1, 1-5
1, 1-2: Saludo breve y solemne. Es muy semejante a 1 Tim, idéntico estilo y expresión. Jesucristo es nuestra esperanza; anunciarla y establecerla, dice Sto. Tomás, es la misión de todo prelado.
1, 3-5: Acción de gracias. Da gracias, con efusión, a Dios único y verdadero. Dios de sus antepasados, al que ha servido y sirve con conciencia pura. La oración es su ocupación constante.
El afecto de Pablo por su discípulo queda patente en esta carta. Se dirige a su “hijo muy querido” y le formula el triple deseo, ya conocido en 1 Tim 1,2: gracia, misericordia y paz.
2. El testimonio de Cristo: 1,6 - 2,13.
Timoteo debe dar testimonio de Cristo con constancia y con valor. Conocedor del carácter humilde y tímido de su discípulo, el Apóstol quiere infundirle la energía necesaria para afrontar las dificultades con decisión y fortaleza; el contraponer a la sagacidad mundana la locura de la cruz requiere un pastor, un apóstol enérgico y decidido.
Los motivos por los que ha de actuar con fuerza y confianza se encuentran en el Espíritu de Dios que no conoce la pusilanimidad; por el contrario es un espíritu de fuerza, de caridad y de prudencia.
1, 6-18: Motivos personales: Invita a su discípulo a reflexionar sobre el carácter de su misión: Te exhorto a que reavives la gracia de Dios, que te ha infundido las energías eficientes del Espíritu, para cumplir los nuevos deberes conferidos. El primero es anunciar el Evangelio y soportar los trabajos que impone tal misión con la ayuda del poder de Dios.
El Apóstol le ofrece estos cuatro argumentos:
1º) Debe mantener viva la gracia de estado conferida por el rito de su ordenación, para la alta misión de anunciar la palabra de Dios (He 13,2), pues, el Espíritu le ha comunicado la fortaleza necesaria.
2º) Ha de predicar el Evangelio en todo tiempo, es una necesidad absoluta y esencial vocación apostólica, sin avergonzarse de que Pablo, su maestro, esté en la cárcel (8-12) prisionero de Jesucristo.
3º) Conservar, con cuidado, el depósito de la revelación, la sana doctrina, sana por dar frutos de vida en la fe y la caridad (13-14).
4º) A San Pablo, lo han abandonado todos, sólo le sigue siendo fiel la familia de Onesíforo.
2, 1-13: Motivos generales. Le pide que se fortifique en la gracia que reside en Jesucristo, la gracia multiforme de Dios que concurre al plan único de misericordia, la salvación de todos los hombres; y el depósito sagrado de la doctrina evangélica que él le enseñó ante muchos testigos en su consagración, Timoteo debe confiarlas, como depositarios, a hombres fieles, dignos de confianza y capaces de dispensar la enseñanza y la predicación.
Para entregarse, como Pablo, por entero a trabajar por el Evangelio, le propone tres ejemplos:
1) Ha de luchar como un soldado valeroso, pues, la vida cristiana y, sobre todo, la apostólica es una batalla continua, imagen familiar en S. Pablo.
2) Ser un atleta ágil como un esforzado y vigoroso corredor. El combate en el estadio consiste en vencer y ganar el premio. Ningún atleta es coronado si no lucha según la reglas. Y tales reglas las ha dictado Cristo y las ha practicado Él mismo, el primero.
3) Y un agricultor que trabaja incansable para obtener una gran cosecha. Es expresión análoga a: “¿Quién planta una viña y no come sus uvas? (1 Cor 9,7) y “el obrero merece su salario” (1 Tim 5,18). El labrador que cultiva y ara la tierra con fatigas tendrá una buena cosecha. El campo es la Iglesia, que Dios cultiva por medio de sus ministros, obreros que ponen sus buenas obras para recolectar óptimos frutos.
Sobretodo, el modelo es Jesucristo, a quien Timoteo debe imitar y seguir. El Señor le dará la penetración necesaria; el Espíritu lo asiste y le enseñará toda la verdad. Es el argumento decisivo. El ejemplo de Jesucristo le hablará más alto que toda otra palabra.
2, 14-26: En el presente. Recuerda estas verdades que yo te enseñé:
1º) Le aconseja que centre su predicación en la verdad, el Evangelio de la salvación (Ef 1,13), sin detenerse en cuestiones vanas y fútiles que pervierten y arruinan la fe (14-18). 2º) La Iglesia está bien fundamentada, aunque en ella haya vasos de honor y vasos de ignominia (19-21). 3º) Las armas para combatir los errores son una vida santa -fe, caridad, paz- sin polémicas crispadoras.
3,1 - 4,8: En el futuro. El Apóstol le augura tiempos muy difíciles:
1º) Aparecerán muchos vicios e hipocresías, que Timoteo deberá combatir (1-9). 2º) Debe seguir el ejemplo de Pablo que tanto ha sufrido por defender la verdad (10-13). 3º) Para este combate, tiene las armas en las SS. Escrituras, inspiradas por Dios, que enseñan y forman en la justicia (14-16). 4º) Debe ejercer su ministerio, con paciencia y preparación, en todo tiempo y lugar sin desfallecer (4,1-5). 5) Pablo, cerca ya de la muerte, después de haber librado el buen combate, concluido su carrera y conservado la fe al servicio de Cristo, que es su vida y la muerte su ganancia (Fil 1,21), le pasa el testigo al fiel discípulo (6-8).
3. Recomendaciones: 4, 9-22
4, 9-18: Noticias: Desea ver a Timoteo en Roma, todos lo han abandonado, sólo está a su lado Lucas. Le pide que le lleve su capote, su libros y sus pergaminos.
4,19-22: Despedida: Los últimos versículos contienen saludos y recuerdos para los conocidos y una recomendación apremiante: Le insiste en que vaya antes del invierno.
El saludo final con que termina la carta expresa dos deseos. Es la súplica suprema del maestro por su discípulo para que entronque su vida y pensamiento en Jesucristo, luz, vida y amor. y la última palabra es para los fieles a los que desea que la gracia del Señor los inunde.
TITO
El Apóstol, después del saludo inicial, traza a Tito el programa de su misión en Creta (1,5-10) y de su predicación (2,1-3,11).
1. Saludo: 1, 1-4
La introducción de dedicatoria es, por su solemnidad y profundidad de estilo, semejante al de Gálatas y, sobre todo, a Romanos. Se titula “siervo de Dios” porque él es “apóstol de Jesucristo”, para llevar a los elegidos, los llamados a la fe, al conocimiento de la verdad que es Cristo mismo. Ello supone entrar por la fe en posesión de la verdad. La fe en Jesús nos une y nos incorpora a Él, que es la Verdad. Tal es la palabra divina contenida en el Evangelio y que se identifica con Él.
2. Misión de Tito en Creta: 1, 5-16
1, 5-9: Los presbíteros: Debe nombrar presbíteros en cada comunidad. Presbítero, anciano, vocablo de origen palestinense (He 11,30) y “obispo” (1Tim 3,2-7; Tit 1,7-9), de origen helenístico, cuya misión era velar por los asuntos espirituales en orden a la doctrina y al gobierno; en el momento en que se escriben las Pastorales, ambas categorías se han fusionado y tienen las mismas funciones; la distinción se encuentra, por primera vez, en las cartas de S. Ignacio de Antioquía.
El presbítero debe tener estas cualidades -es réplica fiel de las instrucciones dadas a Timoteo (1 Tim 3,1-7)-: ser irreprochable, honrado, decente, prudente, justo, santo, adicto a la enseñanza recibida, capaz de instruir y exhortar en la recta doctrina, reprender, refutar y confundir a los que nos contradicen, en referencia a los judeocristianos que conservaban sus prejuicios rabínicos y disputaban y subestimaban la autoridad de los presbíteros.
1, 10-16: Los falsos maestros: Vienen del judaísmo y son impostores, mentirosos y avariciosos; es necesario cerrarles la boca a esos embaucadores maestros de falsedad.
Hay que confundirlos. No predican a Jesucristo. Destruyen la paz y siembran el desorden en familias enteras. Son fermento de la mentira y de la corrupción.
En esta triste situación el Apóstol necesita un hombre prevenido y de mano dura.
Con tal intención, ha elegido a Tito; y, expresamente, le da la oportuna consigna: “Repréndelos con total severidad”. Debe defender a su pueblo y conservar intacta su fe. Ha de prohibir, a los que aceptan su autoridad, prestar oído a quienes propalan las falsas doctrinas y preceptos contrarios a la verdad. Alude S. Pablo a los judíos infieles, cuya funesta influencia podía pervertir a los convertidos a la fe; son extranjeros que jamás han pertenecido a la Iglesia.
Son las “doctrinas demoníacas” que le ha delatado y referido a Timoteo (1Tim 4,1).
3. La predicación de Tito: 2, 1- 3,11.
2, 1-15: Deberes particulares de los diversos estados: Da instrucciones a Tito que, siendo íntegro y modelo de rectitud, predique lo que es acorde a la verdadera doctrina: el Evangelio de Cristo; es el arma más eficaz para atacar el error. Que predique a los ancianos, que, con temperancia y dignidad, mantengan intacta la fe, la caridad y la paciencia; a los jóvenes, que sean sobrios y prudentes, virtuosos y de buena conducta, dueños, en todo momento, de sí mismos y de sus pasiones; y a los esclavos, que, para el Apóstol, son entre los humildes, los primeros en forzar las puertas del Reino de Dios, que sean sumisos, conforme a la enseñanza de Cristo, que no vino a destruir el orden social, pero sí, a convertirse en “siervo de los siervos”, a hacernos a todos iguales en su hermandad y en la heredad del Padre; y, con su mensaje de fraternidad y amor, puso el fundamento de la abolición de la esclavitud, de la igualdad en Cristo y nos despejó el camino para llegar a ser un pueblo santo (11-15).
La mejor exhortación que se les puede hacer es predicarles con el ejemplo. Tito, como Timoteo, queda advertido, ha de ser un modelo de santidad y buenas obras. Es uno de los pensamientos más profundos de S. Pablo, sustentado en el Evangelio: Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto (Mt 5,48).
3, 1-11: Deberes generales del cristiano: Al encontrarse entre una población que ignora a Cristo, los cristianos deben dar testimonio del Evangelio por su santidad y por su vida; el primero ha de ser el de la sumisión y obediencia a los poderes establecidos; “dad al César”…aunque tal Cesar sea Nerón. El Evangelio no es una doctrina de anarquía. La libertad y la igualdad en Jesucristo no permiten a nadie desconocer la autoridad y las relaciones jerárquicas sin las que no hay sociedad posible.
S. Pablo da unas normas de vida adecuadas a un momento concreto y acorde con los signos de los tiempos; se interesa por la imagen de respeto y honradez de la cristiandad ante las autoridades civiles (1-2), a fin de mostrar que las ideas cristianas no ponen en riesgo la vida ciudadana, algo así propone la doctrina de Rom 13,1-7.
Nosotros antes estábamos también en las tinieblas del error y del pecado, pero Dios, por su misericordia, sin mérito alguno nuestro, nos sacó de ese abismo, mediante la regeneración y renovación del Espíritu, para hacernos herederos de la vida eterna (3-7). Se encuentra aquí (8-11) el pensamiento substancial de San Pablo, idéntico al más puro Evangelio. La palabra cierta que quiero inculques: ser cristiano, regenerado en Cristo e incorporado a Él, exige vivir en cristiano; la fe ha de regular su vida; el creyente ha de producir buenas obras. Las discusiones y las disputas, sobre la ley, son vanas e inútiles simplezas que engendran la división y el espíritu de discordia, y, lo más odioso para el Apóstol, arruinan la paz.
4. 12-15: Epílogo.
12-14: Noticias y últimos avisos. Le anuncia la visita de unos misioneros que va a enviar a Creta. Le recomienda que les ayude y cumpla con ellos el deber de la hospitalidad. Si se es caritativo, la caridad dará sus frutos. Termina insistiendo que enseñe a los “nuestros”, los cristianos, a distinguirse en la práctica de las buenas obras: la justicia y la caridad.
15: Saludos y augurios. El saludo final es general; designa al Apóstol y a todos los que nos aman en la fe. La gracia sea con vosotros: Es el deseo propio del hombre “nuevo” regenerado en Cristo.
CONCLUSIÓN GENERAL
Las Pastorales exponen una de las ideas más categóricas del N.T.: Toda la Escritura está inspirada por Dios (2Tim 3,16). Y explica su sentido: la Biblia educa, forma a todo hombre de Dios en la justicia y en la fe y enseña a argüir, corregir y reprimir todos los vicios.
Late en las Pastorales la inquietud por la preservación más que la evangelización: guarda el depósito de la fe que te ha sido confiado (1Tim 6,20). Pablo se presenta como el garante de la revelación por su investidura de apóstol. Son un testimonio definido del avance de la liturgia en las cristiandades de Asia Menor.
Estas cartas contienen varios géneros litúrgicos:
a) doxologías desarrolladas (1Tim 1,17; 6,15s), doxología (griego, doxa = gloria) es la forma de aclamación que atribuye a Dios honor y alabanza en adoración y sumisión.
b) confesiones de fe (1Tim 2,5s; 6,12s), evoca la palabra de Cristo a Pilatos, que pasa luego al símbolo de los apóstoles “bajo Poncio Pilato”, para introducir la Pasión en la historia humana.
c) himnos cristológicos (1Tim 3,16; 2Tim 2,8.11-13): himno pascual (1Tim 3,16), es un modo de expresar la encarnación y la exaltación pascual en que la resurrección es un acto por el que Dios rehabilita a Cristo. La Iglesia ha de poner a la consideración del mundo el misterio de Jesucristo. Himno bautismal (2Tim 2,11-13) que se relaciona claramente con la palabra bautismal de Rom 6. Es la transformación interior, la regeneración por el bautismo (Tit 3,4-7) que confiere la nueva vida de la gracia; el Espíritu incita al bautizado a estar siempre alerta, a destacar en las obras buenas y a renovarse constantemente en ese renacimiento que lo hace heredero de la vida eterna “en esperanza”, pues hemos sido salvados en la esperanza (Rm 8,24) que es el principio que mueve la vida cristiana.
Las Pastorales marcan un camino de auténtica vida cristiana adecuando la cultura helénica y las reglas de la vida social a una acomodación sin crítica profética acorde al sistema de la época. El respeto esencial de los derechos del hombre y el cumplimiento de los deberes, se sublima con un hondo sentido religioso y bíblico, pues la justicia relaciona con Dios.
Viendo, el Apóstol, cercana su partida e inminente su muerte, asegura que ha concluido su carrera, con toda su fe, en la misión que Cristo le confió: “He combatido el buen combate, he llegado a la meta en mi carrera, he conservado la fe” (2Tim 4,7).
Por la fe, se entregó totalmente a Cristo y al prójimo, notable epitafio para su tumba.
Poco después el hacha le segaba el cuello. La vida que había ”gastado y desgastado por la misión confiada”, quedó rubricada con su sangre derramada en libación.
BIBLIOGRAFÍA:
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