Iglesia y estado laico

Autor: Camilo Valverde Mudarra  

 

 

El cristianismo en Hispania tiene raíces muy hondas; esa profunda raigambre cristiana ha de cuidarse y regarse como nutriente del crecimiento armónico de la sociedad. Según la tradición, la Península fue evangelizada por Santiago el Mayor y parece que el propio San Pablo trajo su apostolado a estas tierras más occidentales del Imperio; la pléyade de mártires Hispanos en las persecuciones y el Concilio de Elvira celebrado en Granada en el 306 prueban su temprana consolidación en España. Aunque sólo se constatase una minoría de practicantes, la acendrada religiosidad popular perdura en la mayoría que bautiza a sus hijos, entierra a sus muertos por los ritos ancestrales de sus padres, abarrota las calles en su Semana Santa, sigue y vibra con su Patrona y acude por millones a ver y oír al Papa.

El Gobierno Español aborda un Estatuto de Laicismo y ciertos sectores sociales se apuntan presurosos a la corriente que colisiona con la doctrina de la Iglesia, cuestiona su financiación y sus subvenciones sociales, promueve la supresión de la enseñanza católica y de los símbolos cristianos y quiere desmontar los acuerdos alcanzados en 1992, que han venido manteniendo las relaciones Iglesia-Estado basadas en el respeto y la independencia. "Es un viejo prurito de la izquierda con una larga historia de anticlericalismo". Estas medidas no buscan la simple secularidad, sino la recesión del catolicismo español. La Iglesia, como persona jurídica, reconocida por todos los Estados y por Tratados Internacionales es también sujeto de derechos y el Estado constitucionalmente laico ha de protegerlos en el estricto respeto a las normas españolas, a los hábitos y costumbres y a los pactos ratificados. Es preciso no olvidar la labor social que realiza la Iglesia en muy diversos campos, antes y ahora, y siempre con entrega y abnegación, siempre haciendo el bien evangélico y el beneficio que puede y le dejan. 

“No se pueden arrancar las raíces cristianas de España, ha dicho Juan Pablo II, ni cercenar la libertad religiosa que debe ser garantizada por el Estado y los padres tienen derecho a elegir la enseñanza religiosa para sus hijos en la escuela. En España, se va difundiendo una mentalidad inspirada en el laicismo, ideología que lleva gradualmente, de forma más o menos consciente, a la restricción de la libertad religiosa, hasta promover un desprecio e ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponiéndose a su expresión pública", 

“La juventud española -añade el Papa- tiene derecho desde el comienzo de su proceso de formación a ser educada en la fe. La educación integral de los más jóvenes no puede prescindir de la enseñanza religiosa en la escuela, cuando lo pidan los padres, con una valoración académica acorde a su importancia. Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho, como está recogido en los Acuerdos Parciales entre España y la Santa Sede de 1979, actualmente en vigor".

En varias ocasiones, la Iglesia Española ha expresado este mismo parecer sobre la enseñanza religiosa y su oposición al aborto y a las nuevas normativas sobre bioética y experimentos con embriones, que forma parte del programa con el que el PSOE llegó al poder. La expresa preocupación del Papa por estos temas, defendiendo "el respeto de la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural", la protección del matrimonio y de la familia, la educación de los hijos y la defensa del nombre de Dios y de la religión, es patente. Especialmente emplea la contundencia, cuando, adoptando un tono de grave solemnidad declara y asiente que España "es tierra de María". Con lo que viene a recordar que aquella nación que siente un amor tan peculiar a su Madre, María y vive una devoción tan arraigada en sus hábitos personales y colectivos, no puede ni debe desechar e ignorar las enseñanzas predicadas por su Hijo, Jesucristo; sobre todo, cuando tal mensaje de honda misericordia, justicia y paz, no daña, no perjudica, sino que siempre será un profundo asidero de bondades humanas y morales tanto en el ámbito personal como en el público. La Iglesia no impide, no vulnera, antes bien educa y conforma las conciencias con normas éticas y valores transcendentes.


Esperemos que reine la moderación en unos y otros. Venga a nosotros su Reino: “Mi paz os doy, mi paz os dejo y amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Shalom.