Denuncia de Benedicto XVI en Iberoamérica

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

         Con decisión y contundencia, del Papa Benedicto XVI ha denunciado los regímenes populistas y autoritarios que insistentes y tendenciosos van proliferando por Iberoamérica; se muestra preocupado ante el resurgimiento de «ciertas ideologías que se creían superadas y que no corresponden a la visión cristiana del hombre».

         Prelados, teólogos y centenares de religiosos andaban expectantes, al asistir a la sesión inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Iberoamericano. En la magna reunión con los obispos del Continente, el Pontífice ha indicado la vía y el modo de restañar y evitar la «hemorragia de fieles», los peligros que asolan a la Iglesia, y advertir sobre las tendencias izquierdistas que últimamente emergen en Iberoamérica. «La visión del Pontífice influirá decisivamente en el pensamiento y decisiones de los obispos presentes», dice monseñor Luiz Soares Vieira.
         En la inauguración de la Conferencia, ya indicó las líneas de acción para el tercer milenio cristiano en Iberoamérica. Refiriéndose a las acciones políticas que, contra la religión católica, pretenden fomentar antiguas creencias, expresó: «La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separando las de Cristo y de la Iglesia Universal, no es ningún progreso, sino, sencillamente, un retroceso; en realidad, supone una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado». La Iglesia ha tenido este año una grave controversia con ciertos gobiernos; así el boliviano de Evo Morales, que se propone eliminar la materia de religión del sistema escolar y sustituirla por cultos incaicos, como la adoración a la Pachamama, la Madre Tierra.
         Dirigió, después, el Papa su critica a los dos «poderes» que durante años han imperado en la región: el capitalismo y el marxismo que prometiendo el camino, para crear estructuras justas, aseguraban que, cuando fuesen establecidas, funcionarían por sí mismas y que, sin necesidad de una precedente moralidad individual, conformarían la moralidad común. «El sistema marxista, donde ha gobernado, ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y ecológicas y una dolorosa ruina del espíritu. Y lo mismo sucede en Occidente, donde crece constantemente la distancia entre pobres y ricos y se produce una inquietante degradación de la dignidad». Respecto a las políticas populistas que resurgen, dijo: «En el Continente y el Caribe, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque hay preocupantes formas de gobierno autoritarias, sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas y que no corresponden a la visión cristiana del hombre».
         Terminó el Santo Padre previniendo de los peligros que representan algunas sectas y corrientes marxistas como la Teología de la Liberación. «Se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia Católica por el secularismo, el hedonismo, el indiferentismo y el proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudo religiosas».
         Alertando a los ciento setenta y seis obispos, arzobispos y cardenales asistentes de toda América, del Caribe, Estados Unidos, Canadá, España y Portugal, concluyó: «La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres, porque no se identifica con los intereses de partido. El marxismo ha dejado una herencia de destrucción económica, ecológica y espiritual»