V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc 1,29-39: Todo el mundo te busca

Autor: Camilo Valverde Mudarra

 

 

 Jb 7,1-4.6-7; Sal 146,1-6; 1Cor 9,16-19.22-23; Mc 1,29-39


       «En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirlos. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: Todo el mundo te busca. El les respondió: Vámonos a las aldeas cercanas, para predicar también allí, que para eso he venido. Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios». 

La primera lectura del libro de Job relata:

«Habló Job diciendo: El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero… Recuerdo que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la dicha». 

El libro de Job es el cuadro del dolor humano, válido en todo tiempo y espacio; presenta el lado amargo y negativo de la vida. En el cap. 3, Job se pregunta: “Si la vida humana es un constante llanto y dolor, ¿por qué nos la da el Señor?, ¿no sería mejor que hubiera cerrado las puertas del vientre materno?” Y a la vez, maldice el día de su nacimiento y, pide a gritos la muerte; maldice su existencia, pero no reniega de Dios ni duda de su justicia, como esperaban Satán y su mujer. Luego, Elifaz, hombre docto y refinado mediante su experiencia y estudio, expone un discurso acerca del dolor como escarmiento y corrección divinas, y su justicia distributiva. Todo se queda en pura teoría, ya que Elifaz no ha captado el verdadero problema de Job, y en vez de consolarlo, como era su intención, aumenta aún más la amargura del hombre que sufre.

 En este contexto se presenta el texto de hoy con la respuesta de Job (caps. 6-7); su dolor y angustia actual no pueden encuadrarse en las categorías de lo lógico y razonable, como sus amigos pretenden.

El problema del dolor no puede resolverse teóricamente. Toda la existencia humana es dura y triste, pero mucho más la de Job, porque carece de la esperanza, sólo le quedan dos salidas, la muerte o que Dios lo salve; a partir del v.7 Job se dirige a Dios. Resignado a terminar sus días, Job, en nombre propio y sintiéndose solidario de la humanidad que sufre, se dirige al final a Dios, para pedirle un respiro de paz antes de morir. Debe tenerse en cuenta que el libro de Job ha sido escrito hacia el s. V a. C., cuando todavía se tenían ideas muy vagas e imprecisas sobre la vida de ultratumba. Y realmente, sin la esperanza de la resurrección, la vida humana no es mucho más halagüeña de lo que la pinta Job.

El autor de este libro se opone a la antropología y soteriología tradicionales, muy bien representadas en los discursos de los amigos de Job. Del dolor, tanto individual como social, quinta esencia de la humanidad, no se puede hablar de memoria ni teóricamente. Job, como todo hombre, pasa por el dolor y sus desvariadas palabras nos suenan a blasfemia; y, sin embargo, sus palabras son mucho más certeras que las de sus sesudos amigos, como lo reconocerá más tarde Dios en su teofanía. También los pueblos que sufren opresión podrán a veces desvariar, o creemos que desvarían, con sus teologías de la liberación; los doctos de estudiadas y clásicas opiniones hablan puramente en teoría y puede que desvaríen como los amigos de Job. Este fue un libro revolucionario que escandalizó a la Iglesia Oficial de entonces. La historia se repite; el libro conlleva una gran limitación: sólo un tenue y oscuro rayo de esperanza brota de los vs. 8 y 21. Es, después, con la venida de Jesús de Nazaret y su sacrificio en la cruz, cuando este rayo de esperanza se convierte en luz brillante y refulgente.

Dios podía haberse revelado a sí mismo y todo el misterio de la vida humana desde el primer momento. Pero ha querido que la revelación haya seguido un camino lento y laborioso, ascendente y progresivo, como la semilla que se va desarrollando paulatinamente. Job es un buen testimonio, un buen exponente de la lucha del hombre por la conquista de la verdad. Dios en su revelación ha exigido también la colaboración humana para contribuir con su esfuerzo al descubrimiento de Dios y de sí mismo. Asistido por la luz sobrenatural, el hombre ha ido descubriendo los misterios de la vida divina y de la vida humana a través del mundo que lo rodea y a través de sí mismo. 

La segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios explica los motivos de predicar y dar a conocer el Evangelio.

En esta perícopa del capítulo 9, San Pablo expone su actuación apostólica personal como modelo para los corintios, en la que renuncia a sus derechos en favor de los demás; afirma que se dedica al Evangelio no por elección, sino por imposición; evangeliza, porque tiene un impulso tan grande en su interior de hablar de Cristo, que no puede callarse. Es simplemente que uno no puede guardarse el tesoro para sí mismo. Es la experiencia de la acción del Espíritu en su alma; por eso, habla de que procede en su actividad apostólica, con total libertad. Sólo se siente atado a Cristo. El evangelizador ha de ir suelto en toda su libertad sin ataduras familiares, eclesiásticas o dogmáticas, ni prejuicios ni condicionamientos. San Pablo se dedica al apostolado no por pura elección personal ni por una necesidad objetiva de los fieles, sino por un impulso interior, dado por el Señor y aceptado libremente por el Apóstol; es su mayor satisfacción y, al mismo tiempo, su responsabilidad, es el servicio a imitación de Jesús, pues él está traspasado por el Señor. Es que el apóstol, convencido por su experiencia del valor del don recibido, siente el deseo y la obligación de comunicarlo a otros; quiere dar a conocer a los demás el tesoro recibido, ponerlo a disposición del otro. Puede comportarse de la forma más conveniente para el ejercicio del apostolado; puede llegar a renunciar al ejercicio de derechos como el de la propia libertad.

San Pablo vive tan profundamente el misterio de Cristo que no puede callarlo. El dedicarse a predicarlo es el propio premio por el convencimiento y persuasión de que esa actividad es la mejor a que puede dedicarse el hombre, a imitación del propio Señor. El cristiano no debe ser esclavo ni siquiera de su propia libertad; dando ejemplo, San Pablo renuncia a sus derechos, para no poner obstáculo al Evangelio, que es lo importante, que sea proclamado. La finalidad de la libertad no estriba en sí misma, sino en el bien del hermano; para ello, se requiere una gran flexibilidad de espíritu y una enorme liberación interior.

La clave para interpretar situaciones conflictivas es el amor mutuo, el amor que construye la comunidad. Esa es la medida del avance de fe que tiene una comunidad. Cuando la división por criterios religiosos se instala en la comunidad de creyentes, entonces es cuando se aprecia la debilidad de la fe de esa gente. La razón de ser de la fe cristiana es la unidad y la paz. 

El Evangelio según San Marcos relata hoy que Jesús marcha con un grupo de discípulos y, entrando en casa de Pedro, cura a la suegra.

La escena se debe seguramente a la narración de un testigo presencial. Destaca la acción de Jesús y la de la mujer: “Jesús, dándole la mano, la levanta” (el verbo es el mismo que se usa para hablar de la resurrección de Jesús). La acción, más que una simple curación, es una acción salvadora. Precisamente por ello, la que ha sido sanada “se pone a servir a Jesús y a sus discípulos”; al mismo tiempo, este servicio indica que la mejoría ha sido total. Observando con los ojos de los primeros cristianos, no hemos de ver en este hecho un simple prodigio, sino captar en ello las "palabras" que anuncian el Reino y el mensaje de vida. A este propósito bastará con dos detalles muy elocuentes. El relato está dominado por la expresión "la levantó", que en el lenguaje del Nuevo Testamento evoca la resurrección de Jesús y la resurrección bautismal. Y además, la narración termina con la mención del "servicio", para expresar el seguimiento y la actitud del discípulo. A la luz de estas dos expresiones, el gesto de Jesús se convierte en un símbolo perenne, Jesús nos hace levantar para que tomemos la función del servicio al prójimo.

Jesús rompe con los formulismos y tabúes y ofrece la frescura de su conducta y doctrina. Un rabino nunca se habría acercado a una mujer y cogido de la mano para devolverle la salud; pero, sobre todo, no se habría dejado nunca servir por una mujer. Jesús no sólo cuestiona estas normas judaicas, sino que introduce unas formas nuevas en las relaciones sociales y llena el "servicio" de un nuevo contenido. Jesús, partiendo de la idea del amor al prójimo del AT, desarrolla el concepto de servicio vinculándolo al precepto del amor a Dios; en su doctrina, lo propone como elemento central de la actitud moral exigida por Dios al hombre; así, vaciando el concepto de servicio de las alteraciones y modismos impuestos por el judaísmo tardío y la mentalidad griega, lo llena de un gran valor espiritual, en el que domina la actitud de entrega del hombre, que se hace discípulo de Jesús.

La gente se agolpaba ante la puerta de la casa de Simón, en Cafarnaún; se había proclamado allí una buena noticia. Este agolparse en la casa de Pedro indica, que es la Iglesia. En ella, siglo tras siglo, se les anuncia una buena noticia a todos los hombres, a multitud de lisiados, a todos los que hemos perdido la esperanza: ¡Dios nos anuncia la gracia de su Reino! Le llevaban los enfermos y toda la ciudad se dejaba ir a su puerta, pero Jesús rechaza este éxito y decide irse de la ciudad a recorrer los pueblos vecinos en misión ambulante que va al encuentro de las multitudes y de los más miserables de Galilea. El ideal misionero es, pues, el criterio con que juzga y replantea su actividad; esta decisión modifica su modo de vida en aras de la voluntad de su Padre. Marcos es el único que subraya la preocupación de Jesús por educar ya a sus discípulos en este estilo de vida misionera ("vámonos a otra parte...").

Se comprueba en las narraciones evangélicas que la enfermedad acompaña la desesperanza, la ruptura psicológica, la marginación social. El mismo Job lleva al campo existencial global sus males: “mis días se consumen sin esperanza, mis ojos no verán más la dicha”. La enfermedad, el hambre, la necesidad, afectan a todo el hombre; al mismo tiempo, la esclavitud, la posesión por cualquier demonio, alguien o algo, se refleja en los evangelios con signos exteriores, irrumpe y trasporta el normal desarrollo físico de la persona; no hay mal físico que no lleve consigo un mal moral, ni hay un mal espiritual que no tenga su reflejo físico. El hombre es una unidad y es pura distinción de razón asignar a la liberación cristiana sólo parcelas del hombre. El sujeto de liberación no es la enfermedad ni el pecado, sino el hombre.

Lo que sí distingue la salvación de Jesús es que no echa un demonio del hombre para dejar sitio a otro. La familia de los demonios intercambia sus puestos con facilidad. Todo queda en casa. A veces echamos una injusticia -la guerra- a base de instalar otra -el hambre-, o destronamos la posesión de la dictadura política instalando en su lugar la dictadura del dinero o del consumo. Cuando la liberación procede de Jesús o se realiza en nombre de Jesús, queda un solo Señor, que siempre apela a la libertad. Ese Señor es Dios, Nuestro Padre, que está en los Corazones de quienes lo aman.