Hijas de Sión

Autor: Camilo Valverde Mudarra

   

 

¡Hijas de Sión, callad, no perturbéis!
Por los ciervos que saltan las vertientes,
por los gamos que brincan las corrientes,
hablad quedo, dejad ya, no despertéis 
a mi amada, que sueña, en su ternura, 
con amores, delicias de pasión.
¡Cesad y duerma sueño de ilusión!
Mi amada es manantial de honda frescura, 
huerto sellado, prado de jazmines. 
Su melena frondosa es como el pino,
cual los cedros del Líbano vecino, 
como el olivo verde en los jardines. 

Su piel es nardo, brisa perfumada, 
como las sedas finas del Oriente,
como blancas espumas transparentes,
como los hilos de agua en la cascada. 

Sus ojos de paloma hondos otean
en los lagos, las brisas de Caldea. 

Callad que llega, ágil cual gacela,
saltando por las selvas y cañadas,
remontando los valles y quebradas,
cruzando montes, lomas y parcelas. 

Es una cervatilla que alza y brinca.
Es viña de racimos olorosos,
llena de verdes pámpanos sedosos.
Miradla, llega, viene ya a la finca,
observa mi jardín, huele las rosas;
va a la ventana, mueve las cortinas, 
levanta los postigos y se inclina,
las rejillas escruta sigilosa. 

Ven, amada, ven, bebe mis suspiros 
¡Qué bella eres, mi gloria y mi conjuro!
Eres olor de mirra, incienso puro,
y oro fino engastado de zafiros. 

Eres naranja dulce de las mesas 
más lujosas del Sabio Salomón. 
Ven, acércate, ten mi corazón,
fundamos en amor nuestras promesas.
Corro y tiendo extasiada a tus abrazos.
¡Qué bello eres, amado, ven a mí!
¡Ven, acércate, amada, muero en ti!
Vivo, ansío y suspiro por tus brazos.