Castos como Cristo

Autor: Carlos Vargas Vidal 

 

 

No hay nada más a tono con la cultura moderna de querer prescindir de Dios que abrazar un laicismo ideológico que arremete contra todo lo trascendente, verdadero y bueno. Y al decir del el Arzobispo de Toledo, Cardenal Antonio Cañizaes, lo que se busca es “empujar al hombre a una comprensión atea de la propia existencia” y convertir “ese gran drama de nuestro tiempo en un dogma público”. 

En ese proceso inicial de secularización, añade el purpurado, “que asume cada día con más fuerza la forma de un laicismo, más o menos oficial, radical e ideológico”, ya se ha conseguido la indefensión de la vida del niño por nacer. Y así, se ha legalizado el horrendo crimen de tantas creaturas humanas, inocentes y desamparadas, que son hechura de Dios. 

No contentos con ello, se quiere ahora terminar con la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Y, a la vez, acabar con la libertad de educación de los hijos. Entre menos valores morales, espirituales y religiosos reciban es mejor. 

Pero quedan otras cosas pendientes. Una de ellas es el sacerdocio católico. Hay que denigrar al clero y restarle así valor a su carácter sacramental y pastoral. Hay que hacer indignos a los religiosos y religiosas, y hacerlos aparecer menos capaces de elevarse y mantenerse dentro de esa hermosa entrega y comunión de amor con Dios. Para eso también han inventado otras cosas. Hay que eliminar el celibato obligatorio e inhumano, que es la causa de tanta pederastia. Y hay que mantenerlos encerrados en sus iglesias y conventos sin derecho a proteger, defender y educar a sus feligreses. 

Nada obliga a los jóvenes a ser fieles servidores de Dios. En cambio, prácticamente se les obliga a permanecer rodeados de tanta lascivia y corrupción moral. Esa es la verdadera razón por la que el llamado a servir en la Iglesia se hace cada vez menos audible. El quiere dedicar su vida a servir al Señor debe caminar como El caminó. El Cardenal Julián Herranz lo explica muy bien. Los tres motivos que dio el Concilio Vaticano II para mantener el celibato siguen vigentes: "La imitación de Cristo por parte del sacerdote es el motivo teológico; el eclesiástico es que el celibato significa la plena dedicación a la Iglesia esposa de Cristo"; y hay una tercera razón: "Quien lo elige lo hace por el reino de los cielos". 

No hay nada inhumano en eso de ser castos como Jesús. Su Santidad Benedicto XVI añade: “No es una negación de la humanidad sino una manifestación de amor pleno”. Pero, esto no lo entiende ni lo podrá entender quien no conozca el amor de Dios. Sino, pregúntelo a tantos Santos y Santas que han hecho de la Iglesia Católica y Apostólica, una Iglesia triunfante.