La verdad de… La Verdad

Autor: Carlos Vargas Vidal 

 

 

Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad (1Tim 2,4); no obstante, algunos prejuicios e ideologías de hoy compiten por negar al autor de esa revelación y, de paso, a la verdad misma.

Hace un tiempo atrás, en otro diario local, alguien opinaba que la verdad no existe. Luego, como para remendar esa temeridad, dijo que no hay una verdad única, sino miles. Como si no estuviera contento con ese discurrir, más adelante acepta que todos tenemos una parte de verdad y la otra de mentira, porque todos hablamos de manera subjetiva en función de nuestras experiencias e inexperiencias. Y para terminar nos viene con que la buena nueva es que los ciudadanos tenemos la posibilidad de resistir al embate de las verdades mentirosas.

Si la verdad no existe entonces todo lo que se diga o escriba es mentira. No hay por ello verdades a medias o verdades mentirosas; tal cosa no existe.

Si no hay una verdad única, ¿cómo entonces pueden existir muchas verdades? Acaso, ¿no hay verdades particulares? O absolutamente hablando, ¿no hay verdades absolutas?

No es cierto que todos hablamos de manera subjetiva. Para empezar, el subjetivista no siente voluntad por la verdad. En cambio, la mayoría de las personas buscan la verdad con el fin de tener una certeza en lo que dicen. El tema de la verdad es prioritario para el conocimiento humano. Y es propio y natural en las personas de bien, inteligentes y racionales.

No se trata pues de resistir al embate de las verdades mentirosas porque estas no existen. Lo que existe son personas que perciben la verdad pero le temen o les incomoda. Para ellas son preferibles las corazonadas, las suposiciones, los rumores, las intrigas y las supersticiones.

Si no existieran valores absolutos y objetivos en el mundo, con eso de que la verdad no existe, estaríamos viviendo una vida mentirosa. Es como si dijéramos: ¡todos mienten! Y acaso, ¿no es eso una mentira?

Lo cierto es que el hombre, si busca, tiene posibilidad de conocer el camino que lo conduzca a la verdad. Y cuando lo encuentra ya no es más un ignorante o desdichado. Pero hay más.

El gran objetivo de la vida, decía su Santidad Juan XXIII, es buscar la verdad, respetarla y defenderla porque la verdad es santa, y porque de ella brotará la alegría auténtica y profunda de nuestros corazones.

Razón tenía santo Tomás de Aquino al decir que “cualquier verdad, quienquiera la diga, viene del Espíritu Santo”. Y eso no es de extrañar, ¡porque Dios es todo verdad! Por ello, quien no anda en verdades, no anda con Dios.