¿Dónde tienes tus raíces?

Autor: Cecilia E. Blanco López

Sitio Web: Sumergidos en Dios

 


“Dichoso el hombre que confía en el Señor

Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos. Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito. En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor Protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo” (Salmo1)

Dichoso, feliz, afortunado, quien confía en el Señor. Porque es como un árbol plantado junto al río.

Hace tiempo ví un audiovisual que hablaba de unos pozos. Unos estaban completamente secos, al quedar desconectados del manantial que los alimentaba. No pudiendo resistir el vacío, trataban de llenar su brocal de cuanto encontraban (cosas, dinero, diversión, etc.) Pero, nada de lo que metían, lograba saciar su inmenso vacío. La tierra alrededor del pozo, estaba completamente seca, agrietada y sin vida.

Sólo uno de ellos, estaba lleno de agua. No se había desconectado de su fuente de alimentación. No sólo tenía agua en su interior, sino que ésta se derramaba y daba vida a la tierra y a cuanto estaba a su alrededor.

Nosotros somos como esos pozos. Cuando nos desconectamos de nuestra fuente de alimentación nos secamos. No sólo perdemos vida, sino que también no la transmitimos a nuestro alrededor. No sólo nos quedamos vacíos y resecos, sino que también, nada de lo que hagamos por llenar nuestro brocal, podrá saciar nuestra sed de plenitud. Seremos como paja, sin vida, reseca, que cualquier viento, cualquier dificultad, nos moverá a su antojo.

Ese árbol, al estar plantado junto al río, da fruto a su tiempo y nunca se marchita. Qué bonito sería si pudiéramos conservar nuestra frescura y la capacidad de ser fecundos sin importar que transcurriera el tiempo. Con esto me doy cuenta que, la frescura y lozanía no dependen de la edad, sino de aquello que alimenta nuestra vida.

¿Dónde tienes tus raíces?

¿Acaso, en un pedazo de tierra reseca y agrietada? ¿Cuándo fue la última vez que te percataste de la presencia de Dios en tu vida? Hace un momento… un mes… o varios, o tal vez, desde el último problema de hace tiempo, cuando tuviste que recurrir a Él? Quizá, este último encuentro refrescó tus raíces, pero no ha habido constancia para evitar que tus frutos sean escasos, que tus hojas se marchiten, que tu tronco esté seco, y que poco a poco, sientas que tu vida se apaga sin sentido.

He aquí la buena noticia: ¡estás plantado junto al Río! Porque Dios te ama mucho y está siempre contigo. Pero, tú no te das cuenta y lanzas tus raíces justo para la dirección contraria. Esa es la tragedia: estar plantado junto al Río, y estar marchitándosenos la vida.

Esta es la mejor crema “antiarrugas” garantizada. Que se arrugue la piel, es inevitable. Pero que no se nos “arrugue” la vida, que permanezca joven, vibrante y fresca.

¡Dichoso, feliz, inmensamente afortunado! si hundes tus raíces y confías en Dios. 

Tu vida será fecunda y siempre llena de frescura.