Las enseñanzas de Dios

Autor: Claudio De Castro

 

 

¿Has sentido últimamente la presencia de Dios? Es como un suave aleteo en el alma. Sabes que es Él. Dios que pasa. 
Y te deja una paz inimaginable. Una alegría inmensa. Ansias de conocerlo más y vivir en la cercanía de Dios.
Recuerdo siempre con afecto a aquel amigo mío al que encontré un día en la iglesia.
— Hace mucho que no vengo —miró a su alrededor—. Se respira una gran paz.
— Es por eso que vengo siempre que puedo —le respondí—. Es la paz que sólo da Dios.
Conozco muchas personas que se esfuerzan por vivir en la presencia de Dios. No siempre es fácil. Pero es muy gratificante. Dios es maravilloso.
Una amiga me contó que salió una tarde de su casa dispuesta a vivir el Evangelio. Amar de primero. Amar a todos. Amar aunque no nos amen. 
Y se encontró en la entrada de un supermercado a un hombre pobre que le hizo señas llamándola.
— No tengo nada que dar —le advirtió ella de antemano.
— No necesito que me dé nada —replicó el hombre. Y le mostró sus piernas lisiadas —. Lo que necesito es que me ayude. Tengo hambre y no puedo caminar —el hombre le dio unas monedas—. Por favor, ayúdeme. Cómpreme un café en el supermercado.
— Qué dura enseñanza me dio este hombre —continuó contándome mi amiga—. Descubrí que aún no amamos lo suficiente.
— Es verdad —le respondí—.Cometemos muchos errores. Caeremos mil veces. Pero esto no importa. Lo importante es levantarnos y volver a empezar. Como me decía un sacerdote amigo: «Santo no es el nunca cae, sino el que siempre se levanta».
Más que nunca, el mundo necesita personas que se atrevan a vivir el Evangelio. Ejecutivos. Obreros. Taxistas. Profesores. Estudiantes. Hombres y mujeres que sean santos en la vida cotidiana, con la naturalidad que sólo da el amor. Personas que pongan su confianza en Dios, que sean amigos de Dios. ¿Te gustaría ser uno de ellos?