La promesa

Autor: Claudio De Castro

 

 

Los caminos de Dios son misteriosos y a la vez hermosos. Él sabe sacar cosas buenas de nuestros corazones. 
Cuando me siento atribulado, me gusta ir a Misa. ¿Lo has intentado? Allí encuentras siempre consuelo y paz.
Mi consuelo es la Eucaristía. Recibir a Jesús Sacramentado. Su amor y su gracia bastan para superar cualquier adversidad.
Durante la homilía ocurrió algo que sacudió mi alma. El sacerdote mencionó a aquellas personas que mueren sin tener quien rece por ellas. Me hizo recordar una vieja promesa que hice una noche silenciosa, años atrás...
Era tarde cuando recibí una llamada de Costa Rica. Acababa de morir una prima hermana. Pensé en ella, tan llena de vida, radiante y feliz. Y recordé los gratos momentos que compartimos a lo largo de la vida. 
Me fui a la sala de la casa, sin encender las luces. A obscuras me senté en el sofá y recé el rosario pidiendo a Dios por su alma.
Cuando terminé me ocurrió lo indecible. De pronto pensé: «He rezado por mi prima. ¿Cuántas personas han muerto en este momento y no tienen quién rece por ellas?».
Y me quedé otro rato rezando, para que el buen Dios las llevara al Cielo. Me prometí rezar con frecuencia por las almas olvidadas. Pero con el tiempo lo olvidé.
Hoy quisiera retomar aquella promesa. Y pedirte que me ayudes. Son tantos alrededor del planeta que mis oraciones no bastan. Faltan las tuyas.
Una oración sencilla llegará siempre al corazón de Dios: «Señor, te pido por aquellos que en este momento mueren sin consuelo, sin tener quien rece por ellos. Llévalos al Paraíso. Amén».