La Medalla Milagrosa

Autor: Claudio De Castro

 

 

Quiero compartir contigo un milagro hermoso que me ocurrió hace once años.

Recuerdo aún aquella mañana en que me quedé sin trabajo. Estaba casado y tenía tres hijos pequeños. Cuando salí, lo primero que hice fue visitar a la Virgen en una capilla cercana al lugar donde trabajaba.

— ¿Ves lo que me ha pasado? —le dije— Ahora estoy sin trabajo. Tengo a mis hijos y a mi esposa. Quisiera pedirte que te ocupes de todo. Eso sí —añadí—, permíteme tener al menos unos meses de vacaciones para poder disfrutar de mi familia.

Dicho esto me fui a mi casa y le conté a mi esposa. Empacamos y nos marchamos a pasear por todo el país. Pasamos un par de semanas estupendas. 

Cuando regresamos ella consiguió un trabajo. Fueron meses deliciosos. Me quedaba con José Miguel, de 2 años. Por la mañana jugábamos, poníamos música y saltábamos en la cama. Dos niños felices salían luego de paseo, José Miguel y yo, a comer helados y jugar en los parques.

Una tarde me llamaron a una entrevista y conseguí el empleo. Había pasado tres meses maravillosos en los que nada nos faltó. 

Cuando empecé a trabajar mi esposa me preguntó:
— ¿Recuerdas qué día fue tu entrevista de trabajo?
— ¿Un jueves? —pregunté adivinando.
— ¡No! —exclamó ella—. Un sábado, el 27 de noviembre, día de la Medalla Milagrosa. 

Entonces comprendí. Cuando me quedé si trabajo visité a la Virgen bajo la advocación de la Medalla Milagrosa. Y a estas alturas ni siquiera le había agradecido por el favor tan grande que me dispensó.

Al día siguiente, a primera hora, la fui a visitar y le agradecí porque me cuidó como una madre a sus pequeños. Y me concedió todo lo que le pedí.