¿Por qué confesarme?

Autor: Claudio De Castro

 

 

— ¿Por qué confesarme?— me preguntó un amigo.
— Para recibir la gracia santificante –le respondí –. Por el perdón de tus pecados. Por la misericordia de Dios. Por Jesús, quien te espera en el confesionario, ilusionado, dispuesto a limpiar tu alma, y dejarla inmaculada, pura, agradable a Dios.
Los santos apreciaron enormemente este sacramento y lo frecuentaban cada vez que podían, pues eran conscientes de sus debilidades.
Este amigo me ha confiado: —Yo me confieso sólo ante Dios.
— Ay, amigo mío, te pierdes la gracia santificante, la seguridad de que tus pecados fueron perdonados, la alegría de la reconciliación. No sabes lo maravilloso de una buena confesión.
Siempre que entro a un confesionario me digo: «Escucha. Jesús te va a hablar». Y ciertamente lo hace.
Los mejores consejos los he recibido de un sacerdote, casi siempre durante la confesión.
Recuerdo con afecto algunos de sus consejos:
+ «Haz todo el bien que puedas».
+ «Que de ti se diga: 'Pasó por el mundo haciendo el bien'».
+ «Santo no es el que nunca cae, sino el que siempre se levanta».
+ «Acude a la santa Comunión siempre con el alma pura, limpia de todo pecado, para que agrades a nuestro Señor».
Hace poco me encontré con un sacerdote que me había confesado la tarde del día anterior. Le agradecí sus buenos consejos y le comenté cuánto me ayudaron.
— ¿Usted se confesó conmigo? –preguntó sorprendido
— Sí — respondí— ¿No lo recuerda?
Me miró dándome la mano y exclamó emocionado:
— ¡Cuánta grandeza esconde este sacramento, que Dios me permite olvidar los pecados que han sido confesados!