Trabajar para Jesús

Autor: Claudio De Castro

 

 

He pasado unos meses sin trabajo. Es una época muy especial para mí. Una primavera espiritual que disfruto plenamente con mi familia. Dedico más tiempo a la oración, a profundizar en mi relación con Dios, sobre todo a conocerlo más.

Por las mañanas, temprano me levanto y me acerco a la ventana del cuarto. Desde allí viendo las maravillas de la creación rezo el Padre Nuestro. Y empiezo mi día con iusió y esperanza.

Hace poco fui a ver a Jesús y le hablé al respecto.
— Señor — le dije—, en vista que nadie me da trabajo, ¿Me contratarías tú? Me encantaría trabajar para ti.

Luego un rato de silencio, me pareció que Jesús, desde aquella gran cruz me miraba complacido y respondía:
—Estás contratado. Ahora trabajarás para mí.

A partir de ese momento, de esta petición tan sencilla y casi infantil, no he tenido un momento de descanso. Trabajo el doble de lo que trabajaba antes. Sólo que esta vez tengo el mejor Patrón. Uno que sabe pagar muy bien y que nunca falla.

Llamé a un amigo, uno de esos “locos” que vive enamorado de Jesús, y le dije:
— A que no adivinas quién me contrató.
— ¿Quién? — preguntó con curiosidad.
— El Señor — respondí ilusionado—. El Rey de reyes.

Curiosamente, experimento su ternura cada día, de mil formas. Es una experiencia extraordinaria. La providencia la vivo a diario. Y me encanta esta sensación de saber que estoy en las manos de Dios, que él me lleva donde quiere.

Te contaré una de las muchas vivencias que he tenido recientemente con Jesús.

Hace unos días me telefonearon del centro de tarjetas porque me había atrasado en el pago de mi tarjeta de crédito. Claro, sin trabajo, no es fácil afrontar estas obligaciones.
— Le voy a decir la verdad— le dije a la muchacha que me llamó—. Estoy desempleado. Y no sé qué hacer.
— Pero don Claudio — replicó ella — ¿Acaso no lo sabe?
— ¿Qué debo saber?
— Su tarjeta tiene un seguro de desempleo. Si usted perdió el trabajo, puede acceder al seguro. Ellos cubrirán sus pagos por un año.
— La verdad no lo sabía, pero es una noticia maravillosa — respondí lleno de alegría.
Y agradecí al buen Dios por este gesto increíble.

Me acordé del salmo 125 que dice:
“El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos felices”.

Definitivamente, no hay mejor Patrón, ni nadie que pague como él, con infinita generosidad.

Haz la prueba y verás “Qué bueno es el Señor”.