Mis pensamientos

Autor: Claudio De Castro

 

 

Hoy me senté en una banca afuera de mi casa, para reflexionar. Disfruto mucho estos pequeños momentos de intimidad. Adentro, Vida, mi esposa, prepara la cena. Luis Felipe, el pequeño de 5 años, juega en el cuarto con su hermano de 18 años.

Pensaba tantas cosas y de pronto, se me ocurrió escribirte.

Ayer fue un día especial, una especie de aniversario que celebré visitando a la Virgen. Recordaba el día que decidí abandonarme en las manos de Dios. En ese momento me convertía en un barco sin timón.

Desplegaría las velas del alma, para que él soplara y me llevara donde quisiera.

Lo dejaría actuar en mi vida.

Confiaría, a pesar de todo.

Procuraría hacer lo que él esperaba de mí.

Era como un extraño, en este mundo. Pero en ese momento no me importaba. Apostaba por algo más grande, que en verdad valiera.

En ese momento elegí a Dios. Y encontré un camino nuevo, en el que poco había transitado. Un camino estrecho, lleno de dificultades.

Curiosamente, a cada paso, sentía que renacía en mí una fortaleza sobrenatural. La serenidad. La paz interior. Volví a tener la certeza de saberme hijo de Dios.

Reflexionaba esto por un email que recibí ayer.

“Deseo confiar en Dios”, me decían, “pero no logro hacerlo. No sé cómo”.

Por dentro me dije entusiasmado:
“Si supiera lo sabroso que es confiar, dejar a Dios hacer lo suyo. Ver en cada día un pequeño milagro”. Y se me nació recomendarle algo que me ha servido muchísimo. Puede que te ayude también a ti:

“Cultiva tu alma como si fuese una plantita que empieza a crecer. Aliméntala con los sacramentos y la lectura de buenos libros… particularmente: “Historia de un Alma”, escrito por Santa Teresita de Lisieux, y el libro "Imitación de Cristo", de Thomas de Kempis.

“Déjate amar por Dios”, le dije.

“Visita a Jesús en el Sagrario. El buen Jesús, celoso de las almas, te dará lo que anhelas, y poco a poco crecerá en ti la confianza”.

“Haz lo tuyo. Dios hará lo demás”.