Anécdotas del mes de María 

Autor: Claudio De Castro

 

¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?

En mi país, mayo es el mes María. 

El 1ro de mayo, día de San José obrero, se inicia este mes maravilloso que tenemos para honrar a nuestra bella Madre del cielo, como ella se merece. Hay tantos hijos suyos que no se acercan confiados, no saben los grandes favores que podemos obtener de su corazón de Madre. 

Me levanté temprano con gran alegría, para saludarla y honrarla. Hice algunas oraciones marianas, le dije que la quería, me encomendé a su corazón misericordioso, y como San Alfonso con esta oración, le dije que deseaba ser suyo: “Tú eres Reina del universo y yo quiero ser tu súbdito”.

¿Qué puedes hacer para tener contenta a nuestra Madre Celestial? Haz una buena confesión, arrepentido y con deseos de enmendarte; participa con fervor de la Santa Misa, pide la gracia de no caer en pecado mortal, anhela la santidad y vívela en lo cotidiano de cada día. Que al final de mayo puedas ofrecer a la Virgen Santísima un alma pura y limpia, como la de un niño pequeño, para que ella se la muestre ilusionada a su hijo Jesús.

En mi familia, la Virgen siempre ha estado presente. Nunca nos han faltado su consuelo y Auxilio. Te contaré dos anécdotas simpáticas que me ha contado mi mamá, sobre lo detallista que es María con nosotros, sus hijos amadísimos:

“En el año 1980 viajaba con mi esposo en un avión hacia Panamá, con escala en Guatemala. Llegando a Guatemala, nos cogió la cola de una tormenta y no pudimos aterrizar. Desviaron el avión hacia Nicaragua, para cargar combustible y alimentos. En Nicaragua era la primera vez que un avión tan grande aterrizaba en su aeropuerto y tuvimos la presencia de la Prensa y televisión.
Al rato dieron la orden de sentarse todos en sus puestos porque el avión despegaría nuevamente, para ir a Guatemala.
Me volví hacia mi esposo preocupada y le dije en voz alta:
“Yo no voy a Guatemala, ni nadie de los que están sentados en este avión. Todos vamos rumbo a Panamá”.
Entonces tomé mi Rosario en las manos y exclamé:
¡María Auxilio de los cristianos, nunca me has fallado... corre, yo no sé a quién, pero tú sí... da la contraorden y nos llevas a Panamá!”.
Cogieron el micrófono y el Capitán anunció:
-Ha habido un cambio de rumbo. No salimos hacia Guatemala, sino hacia Panamá.
Mi esposo me miró y movió la cabeza como diciendo: “es increíble”.
Una guatemalteca que iba sentada al lado mío me miró disgustada y exclamó:
-¡Se salió con la suya!

Nunca he viajado con tanta tranquilidad, sabiendo que estábamos bajo el amparo y protección de la Virgen".

***

“Hace algunos años viajamos a Europa con una pareja de amigos. En París resolvimos ir un lunes por nuestra cuenta a visitar el Palacio de Versalles, sin saber que estaba cerrado. El taxi que tomamos, nos dejó y no nos dijo nada. Entonces cayó un gran aguacero. Nos refugiamos en el techito de una puerta del Palacio. Y allí estábamos, solos, con esa lluvia que no nos permitía regresar al hotel. Cuando empezó a obscurecer yo me angustié y como siempre confío en la Virgen le dije:
-María Auxilio de los Cristianos, ponnos un paraguas y sácanos de aquí.
¿Qué iba a hacer ella? No lo sabía. Pero sí estaba segura que nos sacaría de ese aprieto.
Al momento cesó la tormenta, el agua desapareció y se atravesó un arco iris en el cielo.
Todos quedamos admirados, sobre todo la pareja de amigos que no eran católicos.
Teníamos que recorrer un trayecto largo, porque el Palacio queda muy adentro. Cuando llegamos afuera, el esposo de mi amiga, me miró sonriendo, y me dijo jocosamente:
-Bueno... y ahora pide el taxi”.