Un domingo especial

Autor: Claudio De Castro



El domingo fue un día muy especial. Pasé la mañana en mi parroquia vendiendo los libros que hemos publicado sobre Jesús. Me senté afuera pensando lo que una vez me dijo una monjita: “Lo que haga, conviértalo en un apostolado. Lleve a Jesús a los demás”. Por eso participé temprano de la santa misa y comulgué. Deseaba ardientemente tener en alma y mi corazón a Jesús Sacramentado. Y que otros le conocieran lo amaran más. 

Jesús, es mi gran amigo. Mi mejor amigo.

Reflexiono a menudo en este Tesoro inmenso que tenemos. Jesús, el hijo de Dios, verdaderamente presente en un pedacito de pan consagrado. Es algo maravilloso. Dios, hecho hombre, disponible siempre para que le contemos nuestras cosas, para ayudarnos, y para que lo podamos comer y tener en nosotros, como templos del Espíritu Santo.

Este día en particular podía sentir su Amor y su presencia de una forma especial y única, en las personas que me rodeaban, en mi familia, en los sacerdotes que celebraban la Eucaristía. Todo era presencia de Dios. Un Dios amable, Misericordioso y bueno.

Recordé a un amigo que llevaba años sin ir a misa. Murió su madre y escuché en la radio que esa tarde celebrarían misa por su alma. Por eso me desvié un poco del camino y lo fui a saludar.
-He venido a darte el abrazo de un amigo -le dije, dándole un fuerte abrazo.
Entonces me dijo algo que me conmovió:
-Hace mucho que no vengo a una Iglesia.
Y contemplando todo a su alrededor añadió:
-Se respira una paz que no conocía.
-Por esa paz es que yo vengo -le dije -. Una paz que en ningún otro lugar podrás encontrar. La Paz de Dios.

Mi esposa y mis hijos llegaron a las misa de 10:30 a.m. y los acompañé. Por la tarde nos fuimos a pasear, nos divertimos juntos y llegamos de noche a casa.

Encontré una oración de la Beata Sor María Romero en sus escritos espirituales, que compartiré contigo:

¡Jesús Sacramentado y María Auxiliadora! ¡Mis dos grandes amores!... Concédanme que nada ni nadie distraiga o perturbe mi obsesión concentrada en los dos.
Oh Amor, enséñame y ayúdame a amarte tato cuanto Tú quieres que te ame y que ame y haga amar a la Virgen con locura.
Que en tu amor halle paz mi espíritu, reposo mi corazón y alegría mi alma.
¡Ah amor! Haz que viva y muera de amor por Ti, en los brazos de maría y haz que ame y cumpla siempre con prontitud, exactitud y alegría, tu Santa, adorable y divina Voluntad.