Poesía trascendental

Auto: Clemente Ferrer Roselló

 

 

En el centro cultural Conde Duque de Madrid, se clausura estos días la exposición que ha sido ha sido visitada por numeroso público atraído por la singularidad de su temática: Ernestina de Champourcin. Una voz femenina en la Generación del 27. Se han podido contemplar objetos personales, fotografías, cartas, recortes de prensa de artículos de y sobre ella, algunos de sus libros y otros dedicados por poetas de su generación.

Homenaje y reconocimiento a una mujer y a una poeta, a quien Gerardo Diego incluyó en su mítica y premonitoria antología Poesía Española Contemporánea, el marco más anhelado por los poetas españoles de aquella generación: lo han sido, y a lo grande, todos los que están. Y, naturalmente, también lo ha sido de manera excepcional Ernestina de Champourcin. Su trayectoria poética estuvo estimulada desde sus comienzos por Juan Ramón Jiménez, quién la distinguió con su amistad

Correspondería hablar del itinerario épico de Ernestina de Champourcin tras una búsqueda de lo trascendental, que se relaciona con la fuerza de Thomas Merton, san Juan de la Cruz y san Josemaria Escrivá, que la encaminaron a una poesía evocativa y esperanzadora.

Es una poeta que desnuda el trasfondo de su conversión como hilo conductor, lo que le da una grandiosa unidad que la acerca a la poesía contemplativa. A la vez, es una poeta en la que tradición y singularidad se armonizan, y en la que la relación con el Ser Supremo se asienta en la trascendencia de lo ordinario.

En el poemario Presencia a Oscuras está comprendido el Vía Crucis; catorce poemas de un esplendor y de una hondura posiblemente no aventajadas en la poesía española del siglo pasado, de estirpe cristiana.