Abortos en altamar

Auto: Clemente Ferrer Roselló

 

 

El barco de la muerte "Langenort" de la ONG holandesa "Women on Waves", atracó ayer en el puerto de la Copa América de la ciudad del Turia. Se trata de un galeón nauseabundo oriundo de la abortista Holanda. Embarcará a las jóvenes, en estado de buena esperanza, para ejecutar a sus propios hijos a través de un sanguinario aborto, en charcas cosmopolitas, al abrigo de la ley abortista neerlandesa y evadiendo la ley española. Los restos mortales de los bebés asesinados se arrojarán al abismo para manducatoria de los leones marinos que acogerán, como un suculento manjar, las morfologías de los bebés, algunos aún con vida. Un sádico infanticidio.

La alcaldesa de Valencia no titubeó en manifestar su oposición a la embarcación abortista, y consideró la campaña publicitaria de "provocación que nos llena de indignación". La recalada de la barcaza ha contado con intervenciones artísticas, bebidas etílicas gratuitas y la intervención de la diputada neerlandesa al Parlamento Europeo por el Partido Socialista, Chantal Gill´Ard y también de la intérprete española, Pilar Barden.

Por otra parte, la Federación de Asociaciones de Médicos Católicos han censurado el trasfondo financiero de la iniciativa y han culpado a sus creadores de "dilinquir para hacer negocio". Su presidente, José María Simón, aseveró que la campaña promocional está costeada por la "industria del aborto" y mencionó que si se aboliesen los supuestos que reconoce la actual ley del aborto española, los administradores de chiringuitos abortistas saltarían de los 100.000 crímenes anuales a cerca de 200.000 infanticidios al año.

Las mujeres que abortan, miran con indiferencia la muerte de sus propios hijos. Vivimos en una cultura de la muerte, que nos rodea con un egoísmo feroz, una violencia brutal y ningún respeto por la vida humana de un ser nonato, inocente e indefenso. La existencia humana debe ser honrada y resguardada de manera incondicional desde el momento de la fecundación. Desde el primer momento de su existencia, al ser humano se le deben reconocer sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho sagrado de todo ser inocente a la existencia.