En la fiel compañía del Caminante Divino

2005-Año de la Eucaristía

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Peregrinas a la inmortalidad
en la fiel compañía del Caminante Divino,
conocedor de todos los senderos
y de todas las ciudades del ayer,
del hoy y del futuro inmarcesible 
hacia el encuentro eterno con Dios
en la Jerusalén definitiva.
De sus manos recibes
la Vida y la Luz plenas de la Eucaristía,
gran misterio de Luz, necesario para el mundo 
y para el viajero sin más rumbo
que el cansancio, hambriento de la Palabra,
hambriento y sediento del pan y del vino,
Cuerpo y Sangre de Cristo,
impulso bien seguro de tus pasos peregrinos. 

En el atardecer y en el amanecer
de cada día se queda con nosotros
en al altar de la Pascua, tan dentro del Sagrario,
donde pervive en Cuerpo inmaculado,
sacramento de presencia personal 
para los hijos de fe en la Palabra.
Por los caminos del tiempo, su presencia
perpetua abre los ojos en la oscuridad
de las sombras, que, amenazan muerte
a las almas viajeras con el Santo Espíritu, 
por el camino de la esperanza,
gran unificador de cielo y tierra.

Aquellos caminantes que pierden 
el camino de la Verdad y la Vida, 
siempre lo buscan y encuentran en el Centro 
de la Historia, muy dentro
de los deseos puros de la Santa Madre Iglesia,
donde el género humano,
impulsado hacia el misterio eucarístico
y el misterio del hombre, 
alcanza la presencia real de la Luz más plena
en la Celebración del día del Señor.

Junto al Caminante Divino, siempre se llega 
a la unidad viva e intensa de todos
en la espiritual comunión de la Misa, 
junto a la mesa de la gran Palabra,
junto a la mesa del Pan y del Vino,
para siempre amar, servir y dar Gracias:
en el silencio de contemplación,
en la luminosidad de alabanza y gozo, 
y en la perpetua adoración, unidos
por el misterio oculto de la gloria eucarística,
gran misterio de Luz, muerte y Resurrección
a través de los siglos y hacia la eternidad.