Baja el café para todos, pero se hunde nuestra democracia

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Los montajes orgánico-televisivos del ente público en quiebra, RTVE, que despilfarra el dinero pagado con nuestros impuestos, nos confirman la razón de su inutilidad porque ha renunciado a ser un medio de comunicación plural y democrático.

Como ya es habitual, RTVE se ha mostrado sumisa a los caprichos del poder en un debate, supuestamente público pero bajo control, llevado acabo con el Presidente del Gobierno, el martes, 27 de marzo de 2007, por la noche, con el plomizo y gabacho programa propagandístico: “Tengo una pregunta para usted.”

Los medios de comunicación, públicos o privados, en su mayoría, se dedican a hacer el juego al poder político que se empeña en ocultarnos la verdadera realidad cotidiana que padecemos los españoles, por culpa de los desmanes de una política gubernamental del café para todos, menos para aquellos que no quieren tomarse ni una taza porque se oponen al desmantelamiento de las instituciones democráticas y de los Derechos fundamentales, como el de la libertad de expresión, de creencias, de ideología, de conciencia, de educación, en suma, de la libertad entendida en el más amplio sentido de su significado.

La política del actual Gobierno, ha demostrado no estar al tanto de los verdaderos problemas que acucian a los españoles. No nos extrañemos, pues, que el Sr. Presidente del Gobierno, desconozca el precio del café que se toman los españoles mañanas, tardes y noches en los bares o cafeterías. Según él, el precio del mismo está tirado, vamos que ha bajado a 0´80 céntimos de euro.

El bajo precio del café del  presidente, tiene su explicación dentro de una política de desintegración social y moral, donde todo está tirado y al alcance de la mano, mientras que nuestra democracia se hunde en el abismo, intoxicada por el veneno que quieren hacernos tragar con el café para todos de un proceso de paz al entreguismo terrorista de la izquierda y de sus contertulios de mesa-café: los nacionalismos antidemocráticos y antiespañoles que contribuyen a elaborar y a consumir ciegamente el café envenenado del independentismo para hundir a nuestra democracia, para aniquilar a la Constitución Española de 1978.

La política nacionalsocialista de esta legislatura, ha sido y es una invitación a tomar un café barato para todos, salvo para los que se oponen y no quieren ni acercárselo a los labios para saborear aunque sólo fuera un sorbito de ese café, ya que son conscientes de que se ha hecho con el matarratas de la aniquilación colectiva de nuestra democracia en libertad.

Un café rebajado y tan barato, conscientemente envenenado por tantas mezclas: con el terrorismo independentista de la izquierda nacionalista; con el igualitarismo degradante de la ideología de género; con las muertes provocadas del  aborto libre y de la eutanasia activa y pasiva; con los estatutos de autonomía insolidarios y anticonstitucionales; con el intervencionismo estatal en la economía de libre mercado, en la cultura, en la educación y en los medios de comunicación; con los indultos, las excarcelaciones y absoluciones de los terroristas; con el control de un Poder Judicial politizado; con la institucionalización del porno-laicismo, blasfemo y anticristiano; con el ocultamiento de la verdad sobre la masacre del atentado terrorista del 11-M de 2004 en Madrid; con la aprobación de una ley inhumana y antropófaga: la Ley de Investigación Biomédica para la clonación de embriones de seres humanos.

En resumidas cuentas, un café donde se nos invita a beber la aniquilación de España como Nación, de la España democrática y constitucional que no quiere tomarse un café para todos, por muy barato que sea, ya que se ha elaborado con los tóxicos y las toxinas del totalitarismo: la democracia orgánico-radical, los nacionalismos racistas y terroristas y el nacionalsocialismo de un Estado laicista y controlador de la vida privada y pública.

Los españoles lo que quieren es tomarse un café largo o corto, con leche o solo, amargo o dulce, tranquilos, sentados con los amigos o la familia en un bar, en una terraza o en una cafetería de cualquier parte de España, donde se respire el aire puro de la convivencia en libertad, sin mentiras. De lo contrario, los españoles no podrán beberse en paz un café ni un su propia casa porque habrán perdido la tranquilidad de vivir en las libertades democráticas.