La situación histórica actual, reclama unos gobernantes responsables

Autor: Diego Quiñones Estévez

Blog del autor

 

 

Nuestra democracia constitucional pasa por una situación de extrema gravedad, por más que la inmensa mayoría de los españoles, se desentienda, se cruce de brazos o se inhiba escondiéndose en el trabajo, en la ociosidad como el deporte visto o practicado, o bien, en los viajes cercanos o lejanos, en el despilfarro del consumismo materialista y en la apatía audiovisual. En estos dos últimos casos, ir de compras, la televisión, el cine, internet, y de forma prioritaria los medios de comunicación, se limitan a manipularlos con el escapismo lúdico-rosa o catastrofista e inánime, para que los españoles no piensen en lo que es nuestra realidad incuestionable, que para todas aquellas personas que tengan algo de sentido común es esta: la situación histórica a principios del siglo XXI, es de una vuelta hacia lo peor de nuestro pasado cercano y lejano, que anquilosa nuestro presente y mutila nuestro futuro como Nación y Estado en la Historia de España y Universal.

Entregar las instituciones democráticas del Estado Español, a los intereses destructivos del terrorismo, del ultranacionalismo y de sus prolongaciones políticas, financieras y mediáticas, es propio de unos gobernantes sin escrúpulos ni principios morales, de unos gobernantes que han perdido el juicio de la gobernabilidad responsable de la Nación española que reclama, con urgencia, un gobernante íntegro, unos gobernantes responsables con la voluntad de poder de gobernar para todos y no para los enemigos de la democracia, aferrados a la mentira institucionalizada, a la ambición neurótica por el poder, a la ideología del partido, a la partitocracia.

Gobernar a España, es para los responsables políticos, desde el primero, el Jefe del Estado, pasando por el Presidente del Gobierno y sus ministros, y acabando por los diputados y senadores de las Cortes Generales, el Congreso de los Diputados y el Senado, gobernar España, es, simplemente no olvidarse de los poderes y potestades garantizados por Constitución Española(1978) ni por supuesto, de su pasado histórico que ha configurado el ser y el existir de España como una comunidad de proyección transcendente y humana, porque ha ido madurando con el patrimonio renovado de nuestra Tradición[1] que se fundamenta en la espiritualidad cristiano-católica, en la Hispanidad y en las aportaciones del pensamiento y la creatividad artístico-literaria a lo largo de tantos siglos de Historia.

Si un gobierno, si un gobernante, olvida esta personalidad espiritual, antropológica, jurídica e histórica de España, lo que está cometiendo es una traición a la Nación española que lo ha elegido para que desde el poder bien encauzado, no anteponga su voluntad individual despótica a la voluntad comunitaria o general de los españoles. Cuando la voluntad individual despótica se antepone al bien común de la voluntad general, el gobernante se hunde y nos hunde a todos en la irresponsabilidad, en la incoherencia, en la infidelidad a la Constitución Española, al Estado de Derecho y a todas las instituciones democráticas que han de defender la soberanía del pueblo español y no secuestrarla a la dictadura criminal del terrorismo y de los nacionalismos antidemocráticos, anticonstitucionales y antiespañoles.

Semejante comportamiento individualista[2] y partidista de un gobernante de la máxima responsabilidad gubernamental, evidencia una falta de madurez política, una falta de personalidad[3], una carencia de hombría política, que lo hace infiel e indigno a su cargo político y a la Nación que representa. Esta actitud, propia del despotismo autoritario que llega democráticamente al poder para pervertirlo desde dentro, conduce a la destrucción de cualquier nación, y si los ciudadanos no lo evitan, se convierten en sus cómplices, bien  por participación o bien por dejación de sus derechos y deberes constitucionales y morales. Si no lo evitan, se suicidan colectivamente ante la mirada complaciente y sádico-masoquista del gobernante irresponsable y autoritario, que ha visto cómo se han cumplido uno por uno todos los deseos de exaltación de su personalidad.

Si lo evitan, en la Historia de España quedará grabado que se levantaron con la verdad de la Justicia y de los Derechos Humanos para arrojar del poder de la Nación al gobernante enemigo de lo que constituye nuestra identidad y dignidad: los derechos y deberes constitucionales, las riquezas de la Tradición, de una envidiable Tradición que no rechaza el progreso porque se renueva con los frutos que produce en el presente y con las semillas que preparan el futuro de nuestra Nación para hacerla prosperar en la libertad.   


[1] García Morente, Manuel, Idea de la Hispanidad, Edit. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1938, págs, 52-54.

[2] Ibídem.    

[3] Ibídem.