Gobiernos de bocas sin verdad y frutos incomestibles

Autor: Diego Quiñones Estévez

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A cada Presidente de Gobierno que ha aguantado nuestra vapuleada democracia constitucional, se le conoce por los frutos que nos han obligado a morder de los árboles de sus ideologías. El árbol más abundante y de frutos traicioneros, porque hunde sus raíces en las ideas del socialismo republicano, revolucionario-sanguinario y terrorista-bolchevique, por ser prosoviético y por los frutos podridos y mentirosos de sus dirigentes demagógicos más relevantes, ha sido y es el del socialismo y del comunismo, que aliados con el terror, nos obligaron a comer del fruto más terrible y sangriento que ha padecido España en el siglo XX: la Guerra Civil de 1936.

Tampoco podemos olvidar, los árboles de frutas sin fuerzas y sustancia, de las ideologías conservadoras de la II República (1931-1936). La mayoría de sus dirigentes no alimentaron sus árboles con la tierra fértil de la verdad, de la valentía, de la justicia, de la libertad, de la democracia, de la equidad, del bien común, de la templanza y de la verdad aunque fuera a costa de poner en riesgo la propia vida. Únicamente hubo un árbol señero de especial cultivo que dio el fruto de su sangre por la libertad de España: el monárquico José Calvo Sotelo (1893-1936), asesinado por los pistoleros del terrorismo socialista y bolchevique.

Pero, desgraciadamente, de sus frutos, quienes tuvieron que sacar provecho, no lo hicieron, salvo el golpismo antirrepublicano de comunistas y socialistas que los destruyó con el fuego del odio y del terror.

De igual modo, los árboles encogidos de las ideologías monárquicas y conservadoras, no supieron evitar el derramamiento de sangre de miles de mártires católicos que fueron asesinados por los grupos terroristas bolcheviques o por las checas obsesionadas con imponer la dictadura del proletariado, que buscaban la eliminación de las clases sociales y de la Religión para imponer una dictadura social-comunista que liquidara la II República. Ni antes ni después, los frutos de la sangre de los asesinatos de obreros y trabajadores, intelectuales y artistas, creyentes o ateos, sirvieron para evitar la Guerra Civil de 1936 y luego la Dictadura Franquista (1939-1975) de 40 años de paz sin libertad.

Nuestra Guerra Civil de 1936, inundó a España de sangre fratricida por culpa directa de las raíces totalitarias y golpistas de los árboles del republicanismo soviético socialista y comunista del Frente Popular de la II República, que buscaba aniquilar al enemigo de un fascismo inexistente en los partidos conservadores(CEDA), pero que nos dejó las tierras de España, baldías para que en la posguerra se asentasen y crecieran los árboles torcidos de la Dictadura Franquista, uno de cuyos frutos amargos fue el nacionalcatolicismo.

Sin embargo, cuando el dictador Francisco Franco Bahamonde (1892-1975) murió, al menos de las raíces podridas del árbol de su Dictadura (nunca combatida por los socialistas mientras vivió el dictador, y muy poco por los aislados maquis y algo más por algunos presos políticos comunistas o terroristas, amnistiados en la Transición), los tecnócratas franquistas, hicieron nacer el agri-dulce fruto de la Transición Democrática que produjo la semilla de la reconciliación y la democracia con Constitución Española de 1978, dando lugar a la Monarquía Parlamentaria del Reino de España, que después de casi 30 años, las políticas de poder absolutista del socialismo y los ultranacionalismos, lo han convertido en un reino dividido a punto de traicionar la Constitución Española(1978).

Los raíces totalitarias de los árboles del socialismo y del neomarxismo, volvieron a dar frutos negros, reacios a cualquier mente que busque la verdad, cuando llegaron al poder en las instituciones del Estado de Derecho de  nuestra democracia constitucional.

Buena responsabilidad de ello, la tienen los frutos sin vigor de los gobiernos de la Transición democrática: del anonado Adolfo Suárez (1976-1981) y del timorato Leopoldo Calvo Sotelo(1981-1982). Los árboles de su ideología de centro-derecha, acosados por el golpismo militar del 23-F y por la conspiración golpista de 1982, se acobardaron ante los árboles reinjertados del socialismo y del comunismo, y dieron frutos sin fundamentos cuyas semillas han sido débiles y pisoteadas  por sus enemigos políticos.

Del Presidente Adolfo Suárez, los frutos de sus palabras reformistas, fueron apocados y transitorios, la prueba la tuvimos en sus cesiones a la izquierda y a los nacionalismos radicales y antidemocráticos que sembraron las semillas de la discordia en el texto de la que luego sería la Constitución de 1978. Los frutos de la política reformista de Adolfo Suárez, llevaban la marca centro-derechista de la “concordia” que políticamente equivale a los actuales frutos fraudulentos del “consenso” del nacionalsocialismo laicista del actual Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (2004-), del cual ha salido la pantomima neomarxista de una anacrónica “segunda transición” antifranquista y anticonstitucional, que falsifica la verdadera Historia de la II República y la Guerra Civil de 1936.

“Concordia”, “consenso” o las manidas y populistas palabras salidas de la boca sin verdad del Presidente Felipe González  Márquez (1982-1996): “solidaridad” y  “respeto”. “Solidaridad”, no como compromiso con los más necesitados y débiles, con las comunidades autónomas menos desarrolladas y olvidadas por los intereses financiero-políticos, sino la solidaridad semánticamente pervertida por las raíces oscurantistas del socialismo español que se traduce en apoyar al corrupto-chorizo institucionalizado o al terrorismo de estado, como fue el terrorismo de los GAL ,y ahora (en la legislatura del zapatrusto talante cobarde y la corrupción de siempre) al terrorismo de ETA y sus ramificaciones financieras y políticas en las instituciones.

Y el “respeto”, inexistente y nunca puesto en práctica porque las largas y deslenguadas lenguas de los gobiernos socialistas, no han tenido ninguna consideración ni deferencia, no han tenido ni el más mínimo miramiento con sus oponentes ideológicos porque siempre han campado con sus respetos por los vaivenes de la política española.

Sería imperdonable que nos olvidásemos de dos palabras salidas de las bocas sin verdad de los políticos de nuestra democracia constitucional, que son: “diálogo” y “tolerancia”. Ambas palabras, no significan establecer un cauce de comunicación y entendimiento desde las distintas perspectivas ideológicas o de creencias, sino el “diálogo” es llevar al terreno propio al contrario para someterlo a sus ideas únicas, y la “tolerancia” es hacer lo que la ideología en el poder le salga de la gana, impidiendo la participación y presencia de las otras ideologías y formas de entender el sentido de la vida, la política y la cultura.

Sería injusto que nos olvidásemos de los árboles conservadores liberales que en las legislaturas de José María Aznar(1996-2004), dieron abundantes frutos económicos que embucharon los estómagos vacíos por tantos años de paro y de apretarse el cinturón del felipismo filibustero y corrupto, pero no dieron los frutos más deseados en toda democracia desarrollada y cultivada en el saber y el hacer, ya que no propiciaron las frutas de la Justicia sin control, las frutas de la libertad de educación y de creencia, las frutas de la solidaridad y la subsidiariedad, las frutas de la cultura de la vida y del pensamiento.

La masacre terrorista del 11-M de 2004 en Madrid, cerro la boca indecisa de un gobierno atiborrado de grandes cifras macroeconómicas, y cortó los árboles del economicismo liberal-conservador con lo que se ha calificado como una vieja pero perfeccionada artimaña para llegar al poder: el golpe de estado mediático-terrorista.

El terrorismo, de nuevo otra vez el terrorismo en nuestra Historia, reventó nuestra paz en democracia, para favorecer a las bocas sin verdad de las izquierdas, aliadas con las bocas mentirosas de los ultranacionalismos minoritarios pero dispuestos a extender sus raíces de odio y desintegración de España, como siempre, como en la II República. La izquierda, el socialismo y el comunismo, siempre van de la mano de los que fueron sus orígenes revolucionarios y totalitarios: el terrorismo y el golpismo junto a los nacionalismos radicales y discriminatorios.

De los árboles del nacionalsocialismo laicista, proislámico, filoterrorista y anticristiano, han salido frutos artificiales, incomestibles e indigestos para cualquier democracia constitucional: los frutos sanguinarios y traidores de los pactos con el terrorismo nacionalista y la alianza islámica contra las civilizaciones democráticas en libertad; los frutos del laicismo radical y anticatólico; los frutos crueles del aborto libre, la eutanasia activa y pasiva y de la clonación de seres humanos; los frutos intervencionistas que impiden la libertad de educación y de pensamiento, la libertad de mercado y de producción, la libertad y la pluralidad de opinión y comunicación; los frutos antifamilia que favorecen el crecimiento de las raíces perversas de la homosexualidad y el feminismo radicales de la neomarxista ideología de género; los frutos inmaduros de una Monarquía Parlamentaria, de una Monarquía ausente en sus aposentos de oro y ocio donde el Rey, el Jefe de Estado, debería ser el símbolo, hecho realidad, de la unidad de España, el árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones constitucionales en crisis; los frutos impresentables de una política exterior con las dictaduras neocomunistas o islámicas; los frutos xenófobos y racistas de una política de inmigración inhumana y partidista; los frutos de fatuos derechos sociales que falsifican y destruyen los valores universales de los Derechos Humanos.  

Estos árboles ideológicos, de frutos insanos, estos árboles transgénicos y antiecológicos para nuestro ecosistema de libertades democráticas; estos árboles clonados con el núcleo de la mentira que no dejan ver ni crecer al bosque aún en cultivo de nuestra democracia constitucional; estos árboles tan ajenos a la tierra de España que odian, persiguen, ocultan y acosan a los árboles de la espiritualidad de siglos, a los árboles de la equidad jurídica y a los árboles que se alimentan de la savia de la naturaleza humana; estos árboles de frutos demagógicos, han de ser talados antes de que ahoguen para siempre el bosque autóctono de nuestra democracia constitucional y de nuestra Historia.

De las bocas mediático-presidencialistas sin verdad, que han desgobernado a nuestra España de antes y de ahora, han nacido abundantes e insoportables palabras y hechos sin ningún fruto provechoso para nuestra convivencia y para la maduración de nuestra democracia.