Las elecciones de la abstención limitada y las coacciones terroristas

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Con la experiencia abstencionista de anteriores referendos, el 63,78 % de los de más de treinta y cinco millones de votantes, se han decantado, de nuevo por la abstención, una abstención limitada del 36,22%, salvo excepciones que responden a situaciones de gobernabilidad política muy concreta, y que ha castigado a los partidos políticos democráticos y favorecido a los partidos radicales e independentistas.

La abstención nos vuelve a indicar que los españoles, viven al margen de las cuestiones políticas. Muestran poco interés por una política agarrotada por un bipartidismo que impide una renovación y un asentamiento definitivo de lo que debería ya ser una democracia constitucional participativa, por más que las elecciones municipales las haya ganado el PP con un 35, 60 % de votos, pero el PSOE sigue controlando el poder. Aunque el PP ha ganado las elecciones municipales, el bipartidismo perjudica al crecimiento de nuestra democracia, la paraliza en un devenir político de radicalismos y sumisiones, producto de pactos inconstitucionales e insolidarios.

Si se analizan los datos estadísticos, nos prueban que los votantes han demostrado una escasa conciencia social y de convicciones morales para ejercer el derecho y el deber al voto, porque no han querido que se produzca una transformación significativa de la situación de crisis política y moral por la que atraviesa España, aunque los vencedores en las municipales hayan sido los conservadores liberales. Tan sólo nos queda el consuelo de que esta victoria del PP, vaticina una transformación significativa en las próximas elecciones generales.

El PSOE y el PP, se mantienen inamovibles en las comunidades que gobiernan. En las autonomías de Castilla-la Mancha, de Andalucía y Extremadura, los municipios siguen siendo fieles al voto inmóvil y subvencionado de 27 años de socialismo, aunque el PP ha subido en votos en las ciudades de Málaga, Marbella, Cádiz, Granada, Almería y Huelva, como en otras ciudades de España, que no viven de las subvenciones como los municipios socialistas. El PSOE podrá hacer pactos en el Principado de Asturias, en la Comunidad de Aragón, en Navarra o en Canarias. En la Comunidad Vasca, baja el PP y se mantiene el nacionalismo, el socialismo con sus pactos y el radicalismo terrorista. En Cantabria, el PSOE y el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), continuarán gobernando.


El PP se mantiene incólume en la Comunidad Valenciana, y posiblemente en Baleares si esta comunidad no quiere caer en las garras anexionistas de los partidos pancatalanistas; de igual modo se mantiene en Castilla y León, en Madrid, en la Rioja y en Murcia, en Ceuta y Melilla y las vuelve a ganar en Galicia. En Cataluña, donde sigue una abstención galopante, el panorama político continúa igual, en manos del tripartito y los nacionalismos, y con un PP que no logra elevar su presencia en los ayuntamientos.


Hay dos regiones que marcan el ritmo de la política nacional, Navarra y Madrid, donde la participación elevada se debe a dos factores distintos: en la Comunidad Autónoma de Madrid (66,7% ), a una política sin quiebras ni fracturas; en tanto que en la Comunidad Foral de Navarra(73,10%) con la mayor participación, pero que no ha servido para nada, ya que la coacciones terroristas y la falta de libertad, han permitido la presencia inconstitucional del terrorismo en las instituciones, que amenaza con la anexión de Navarra y su independencia dentro de un territorio vasco totalitario que los ultranacionalistas proclaman como “Euskalerría”.
Si el PSOE pacta con los terroristas y los partidos radicales vasco-navarros, la banda terrorista habrá obtenido suficientes representantes políticos como para agravar todavía más la crisis política de España y todo porque el gobierno no quiso impugnar la totalidad de las listas proetarras. El terrorismo va a imponernos, desde el poder de las instituciones democráticas, una política del terror y de la violencia, de las coacciones y las extorsiones que amenaza, de facto, la unidad de España.
La misma situación de acoso del terrorismo y de control del nacionalismo y los radicalismos, se presenta en la Comunidad Autónoma Vasca, donde la abstención del 39,67%, demuestra la falta de democracia constitucional, el secuestro de las libertades y del Estado del Derecho.

Nuestra España, acribillada por unas políticas socialistas que han impuesto un laicismo radical de la mano de un relativismo moral y político, como hemos comprobado con sus alianzas oscuras con el nacionalismo independentista y antiespañol, o con sus negociaciones con el terrorismo de ETA, y con disposiciones inconstitucionales, como las de los estatutos independentistas de Cataluña y Andalucía, que afectan a la unidad, a la soberanía, a la identidad histórica y espiritual de España, una nación de raíces cristianas católicas que forma parte del patrimonio y la cultura de Occidente.

Después de treinta años de democracia imperfecta, de treinta largos años de monarquía parlamentaria distante de los problemas vitales de los españoles, nuestra democracia constitucional se tambalea al permitir el regreso del terrorismo a las instituciones, como ya así lo empezó a hacer desde sus orígenes cuando se abrieron las puertas falsas de los nacionalismos independentistas, fagocitadores de todo cuanto se ha llevado a cabo en la política nacional porque siempre han impedido el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad entre las regiones de España.

La abstención limitada, nos indica que existe un porcentaje significativo de españoles que se han encogido de hombros ante los nacionalismos, los cuales nos han traído el terrorismo y la insolidaridad y que han puesto de rodillas a nuestro Estado de Derecho.

El terrorismo y el nacionalismo, casi han vencido porque han sido antes cebados con las partitocracia socialistas, y en menor medida, por la partitocracia neoliberal-conservadora, cuyo pecado ha sido el pecado de omisión, ya que cuando pudo asentar nuestra democracia constitucional, no lo hizo por cobardía política, por miedo al socialismo y a los nacionalismos radicales. El único intento digno de alabar, ha sido el de poner fin al terrorismo, pero de poco ha servido porque el terrorismo ha vuelto a imponer su violencia sistemática de odio y sangre, por la traición del socialismo al Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo o Pacto Antiterrorista (2000).

Si hubiera llevado a cabo un cambio en la ley electoral, las circunstancias de ahogo por la que atraviesa España, no existirían y los pactos antidemocráticos y anticonstitucionales acabarían por desaparecer, siempre y cuando se hiciera factible que la lista más votada fuera la que gobernase. Y lo mismo cabe decir sobre asuntos tan cruciales para el desarrollo equilibrado y limpio de nuestra Nación, como es la educación, la familia, la cultura, la inmigración, etc., etc., etc.

La abstención limitada de estas elecciones municipales y autonómicas, se debe a las coacciones del terrorismo al que se ha dejado regresar a las instituciones democráticas; se debe también a las políticas dictatoriales del relativismo inmoral y a la corrupción institucionalizada. Estos elementos de desintegración nacional, han calado tan hondo en la sociedad española que ha perdido el sentido del bien común y de las responsabilidades morales y éticas más elementales para convivir en paz y en libertad o ejercer el derecho al voto.

La abstención limitada, ha dado un sí silencioso a la presencia del terror en nuestras instituciones democráticas. Cuando una sociedad comete tal barbarie, es porque le importa muy poco otras intromisiones totalitarias en nuestra vida pública y privada.

Se comprende ahora con gran nitidez, que ahora, con estos resultados de una abstención que nos marca el camino hacia un suicido colectivo, si no se evita, que se hayan impuestos por el poder despótico políticas nefastas contra la familia, y el matrimonio estable hombre y mujer; contra los seres humanos por nacer o con enfermedades crónicas y terminales, para los que se han aprobado leyes más propias de estados totalitarios, como las leyes de investigación biomédica sobre la clonación de embriones humanos, o la imposición mediático-política de una futura ley sobre la eutanasia activa y pasiva.
Ahora, se entiende a la perfección, aunque sea doloroso reconocerlo, que la corrupción impera en las políticas centrales y autonómicas, que luego contaminan a la actividad empresarial y a la convivencia diaria entre los españoles: corrupción en las instituciones como la Justicia, el poder Judicial o las fuerzas de seguridad, cuyo ejemplo mas representativo es la ocultación de la verdad sobre el atentado terrorista del 11-M; corrupción urbanística que impide la adquisición de una vivienda digna; corrupción y mentiras en las políticas de inmigración; corrupción en las ideologías sin principios ni pensamiento; corrupción de las creencias que son perseguidas y despreciadas por el poder o por la impasibilidad de los propios creyentes que no las defienden en la vida pública; corrupción y falsificación de la Historia y de la Constitución Española(1978); y corrupción en los medios de comunicación sujetos a los beneficios del poder que nos niegan una información basada en la verdad.

Cualquier analista serio, ve en esta situación, confirmada por una abstención limitada por muchas circunstancias graves, que la sociedad española se encuentra en una profunda crisis de identidad y unidad, una crisis de valores morales que ya hasta repudia el más mínimo y transcendente derecho a votar, que es el último y único recurso que nos queda para transformar nuestra vida política desde la libertad y la coherencia y el compromiso con nuestro tiempo y con la Historia.

Estas municipales y autonómicas de 2007, nos confirman que vivimos en una democracia ausente, en una democracia formal, hábilmente gestionada por el poder que actúa al albur de los antojos políticos y que acabará por encerrarnos en sus cárceles sin libertad, sin valores, sin horizontes, si no lo evitamos.