El mal moral del proceso de paz en favor del terrorismo

Autor: Diego Quiñones Estévez

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El terrorismo es en sí una perversión inhumana, una inmoralidad que destruye el derecho a la vida, y por tanto, destruye la dignidad de vivir en libertad de las personas y de las sociedades.

Cualquier modo de terrorismo, bien sea el fundamentalista islámico o el totalitario del ultranacionalismo de ETA, ha de ser erradicado empleando todos los medios jurídicos, morales, legales, policiales y democráticos. 

Si la perversión inmoral del terrorismo es justificar sus criminales aspiraciones totalitarias e independentistas en nombre de la falsificación de Dios y de la Religión, o en nombre de ideologías neototalitarias como la marxista-maoísta-leninista, los partidos políticos, las organizaciones político-sociales y los grupos mediáticos que los apoyan y colaboran con él por los intereses del poder, son copartícipes de la misma perversión inmoral.  

El terrorismo y sus justificaciones políticas, cuyo ejemplo más evidente es el proceso de paz, un proceso que se ha demostrado que es de negociación política con el terrorismo y rendición del Estado de Derecho, constituyen un mal moral, y un mal moral es el peor de los males porque tanto los terroristas como aquellos que lo justifican y respaldan, lo hacen de modo consciente y libre. 

A través del control del poder y de los medios de comunicación adeptos a él, el falaz proceso de paz en favor del terrorismo, se le ha dado la apariencia de que es un bien social mayor  o un mal menor, para los españoles. Esta es la visión utilitarista y pragmática de la política y del terrorismo nacionalista de ETA, que está contaminada por el relativismo y el subjetivismo de los poderes políticos, en el caso de España, del nacionalismo radical y del socialismo, ambos laicistas y anticonstitucionales. 

El falso proceso de paz en favor del terrorismo de ETA, se ha realizado calculando las consecuencias interesadas para el poder, pero ignorando la inmoralidad de las acciones terroristas y de los grupos políticos, sociales y mediáticos que los apoyan. 

Se comete así un desprecio de lo que ha de ser una adecuada comprensión del obrar moral. De ahí que una acción tan inmoral como el falso proceso de paz en favor del terrorismo, se pretenda que sea bueno o positivo porque es visto como un bien social mayor o como un mal menor que se harán posibles en unas circunstancias políticas determinadas: el independentismo, la autodeterminación de los nacionalismos y del terrorismo izquierdista, y los intereses utilitaristas y pragmáticos del socialismo en el poder. 

Las consecuencias del falso proceso de paz en favor del terrorismo, serán igual de negativas que las consecuencias de cuarenta años de terrorismo: autodeterminación, secesión, coacciones y violencia, atentados, desprecio de la Justicia y de la dignidad de las víctimas, destrucción del Estado de Derecho y de la Constitución Española (1978), liquidación de la unidad y de la soberanía del pueblo español. 

El falaz proceso de paz es utilizado de manera ambigua e interesada para justificarlo mientras que se minusvalora el derecho fundamental a la vida. No es lícito, y constituye un mal moral gravísimo, porque el terrorismo es intrínsicamente perverso y desordenado [1] e indigno para la persona humana[2] por más que se quiera dar a entender  que se hace para salvaguardar a la sociedad española. Los atentados terroristas contra la vida, destruyen el bien personal y el bien común, justificarlos, ampararlos desde el relativismo, nos conduce a que el Derecho y la política renuncien a las exigencias éticas[3] de la verdad sobre la vida y la dignidad de las personas y de la sociedad. 

Aquellos españoles con un mínimo de responsabilidad, saben cuáles han sido las nefastas consecuencias a las que nos ha conducido el falso proceso de paz: al rearme de los terroristas y su regreso consentido a las instituciones democráticas; han logrado romper la unidad política antiterrorista con la abolición política pactada con el nacionalsocialismo, tanto de La Ley Orgánica de Partidos (2002) como del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo o Pacto Antiterrorista (2000); han conseguido las excarcelaciones y redenciones de penas de los terroristas, ofensivas e insultantes para las víctimas y el Estado de Derecho; han logrado la refinanciación del terrorismo al permitírsele ocupar las instituciones y a través de las continuas extorsiones a los empresarios para que sigan pagando el impuesto revolucionario; han regresado a los coches bombas para extender el pánico por la población; han conseguido someter a un gran presión político-mediática a la sociedad española para que se rinda y acepte, cerrando los ojos, el falso proceso de paz, única vía del pacifismo terrorista que supone la rendición y el sometimiento al terrorismo. 

La sociedad española, sometida al falaz proceso de paz para rendirse al chantaje terrorista, es una sociedad con miedo, y por tanto, incapacitada para reivindicar y ejercer el derecho a la libertad de las democracias constitucionales. 

Ante esta situación de gravísima crisis moral, ética, institucional y democrática, existe la obligación moral de no aceptar el falso proceso de paz en favor del terrorismo, de oponerse cívicamente a él, de no colaborar en su aplicación y difusión, pero sobre todo, a procurar neutralizarlo porque no defiende el derecho a la vida, desprecia y olvida a las víctimas y somete nuestra libertad a los intereses injustos y totalitarios del terrorismo.


[1] Juan Pablo II, Veritatis splendor(El esplendor de la verdad), Juan Pablo II,  en Magisterio de Juan Pablo II, www.conferenciaepiscopal.es, Números: 74-75.

 

[2] Pablo VI, Humanae vital, 14, Cf. Juan Pablo II, Veritatis splendor( El esplendor de la verdad), en Magisterio de Juan Pablo II, www.conferenciaepiscopal.es, Número 80.

[3] Fernández Sánchez, Francisco C., “Principio o argumento del mal menor”,  Consejo Pontificio para la Familia, Lexicón (Términos ambiguos y discutidos sobre la familia, vida y cuestiones éticas), Edit. Palabra, Madrid, 2004, págs.963-974.