Conciencia lingüística, histórica y espiritual.

Autor: Diego Quiñones Estévez

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La conciencia lingüística se manifiesta en el uso que hacen los hablantes de su lengua en todas las dimensiones de la vida donde se emplea el lenguaje, es decir, en la cultura, en la política, en las creencias, en la actividad económica y sobre todo, como estamos en la era de las telecomunicaciones, en los medios de información.

La conciencia del hablante sobre su propia realidad sociolingüística, empieza en la familia, en la educación, en la religión y en especial en los medios de comunicación, y de modo concreto en la televisión e internet. En ellos es donde se refleja cómo se adquiere una competencia lingüística y comunicativa que le servirá para convivir con los demás hablantes en la sociedad.

En la familia, en la educación, en las comunidades religiosas y de modo relevante, en los medios de comunicación, las lenguas nacionales e internacionales, las hablas locales y las variedades sociales entran en contacto y permiten una diversidad lingüística que ayuda a que los hablantes tomen conciencia de su propia lengua y sean responsables de su uso en toda democracia que se precie de participativa.

Con lo dicho, los programas de imposición lingüística de políticas intervencionistas como las de los ultranacionalismos, apuntan a invadir la conciencia lingüística sin tener en cuenta que convivimos en una sociedad global e intercultural. Quieren forzar la conciencia lingüística de los ciudadanos con leyes que no se atienen a la realidad social democrática de los hablantes ni a la genética del lenguaje.

La obsesión totalitaria por imponer por la fuerza una lengua o cualquier otra modalidad de habla local o regional, por medio de políticas educativas y de control de los medios de comunicación y producción, es una tarea imposible en España o en cualquier otra parte del mundo, porque en ella, desde los orígenes del castellano o español, se ha dado una convivencia comunicativa con las demás lenguas, y por tanto, una conciencia lingüística que cambia con el tiempo y las circunstancias. Cambia, pero no se impone por mucho que ideológicamente se controle a través de las instituciones y poderes políticos y mediáticos. El prestigio dado por el uso histórico de la lengua castellana o español junto al prestigio de las otras lenguas españolas, no se puede arrinconar por las ideologías lingüísticas de los ultranacionalismos anticonstitucionales y antidemocráticos.

En los Orígenes del español , Menéndez Pidal (1869-1968), nos deja constancia diacrónica de cómo la lengua española, el castellano, se fue formando a medida que iba creciendo la conciencia colectiva de la nación española.
Esa conciencia lingüística empezó por los siglos IX- XI con la conservación de la lengua románica por parte de los cristianos perseguidos por el islam, los mozárabes, y de los muladíes o españoles convertidos al islam, que, al igual que los mozárabes, eran discriminados socialmente por no ser árabes y porque no hablaban la lengua sagrada del Corán. De aquí que malvivieran en los territorios de al-Andalus.

Los mozárabes siempre conservaron la lengua romance que les dio su identidad religiosa, cultural y sociopolítica. A pesar de que en los dos primeros siglos después de la invasión del islam en el año 711, fueron de persecuciones y martirios de los mozárabes, en la España musulmana, predominó el uso de la lengua románica o “aljamía”, ya que las principales ciudades como Sevilla, la población era de mayoría romano-goda. Y no sólo la lengua romance sino también el uso del latín escrito se mantuvieron en los siglos X-XI en los mozárabes en zonas de total dominio musulmán como eran Córdoba, Granada y Málaga. Incluso los muladíes o españoles convertidos al islam, no perdieron nunca su lengua madre y hasta colaboraron en muchas ocasiones con los mozárabes para rebelarse contra el poder avasallador de los emires de Córdoba.

La lengua romana del siglo IX al XIII, sirvió a los mozárabes para mantener la unidad religiosa de los católicos, a pesar de las persecuciones del islam y de las herejías. Entre los mártires destacan los santos Eulogio y Perfecto de Córdoba, las santas Flora y María y otros muchos más mártires cuyos cuerpos y reliquias fueron llevados a Paris por los monjes de Saint-Germain-des-Prés para darles el debido culto y la merecida honra.

La conciencia de la lengua materna, de la lengua de la fe cristiana, de la lengua del sentido de la unidad histórica y espiritual de la Reconquista, nunca se perdió ni tan siquiera en los territorios de al-Andalus, donde en ocasiones se daba el bilingüismo en las clases cultas árabes y entre los mozárabes, pero sobre todo predominaba el monolingüismo porque la lengua romance era la que hablaba el pueblo y no la lengua del invasor.

Nunca perdieron su lengua romance ni la religión cristiana católica, ni en los primeros dos siglos de persecución y martirio, ni cuando los mozárabes sufrieron una postración cultural y religiosa que los obligó a la emigración hacia los reinos cristianos, con las invasiones de los intolerantes y fanáticos religiosos, los almorávides (1090) y de los integristas almohades (1146) que los obligaban o islamizarse, o, si no, a elegir entre el cautiverio o la muerte. Tras la invasión del islam, tanto el habla culta familiar como la lengua familiar romance de la época visigótica (411-711) se mantuvieron vivas, y siguieron igual cuando se trasladaron a la única zona de Hispania no invadida por el islam, como fue el Reino de Asturias y luego en el Reino asturiano-leonés, al cual enriquecieron en la época asturiano-mozárabe (711-920) con la cultura y la fe, los godos.

Luego es el romance castellano o español, el que, a partir de la segunda mitad del siglo XI, cuando el avance de la Reconquista en manos de Castilla, cambie el panorama político, lingüístico y cultural, y se transforma en el vehículo de cohesión religiosa y socio-política. El castellano o español se impone de forma natural, nunca por la fuerza, sobre los otros dialectos latinos, con los que coincide en una serie de rasgos lingüísticos comunes , por su mayor capacidad de innovación y por ser el primero en empezar una literatura.

Vemos, pues, que el bilingüismo en nuestra cultura multisecular se remonta a los orígenes del español o castellano, cuando éste se va elevando sobre los demás dialectos latinos y la lengua vasca, prerromana. De todos esos dialectos y del vascuence, recibe y trasvasa fenómenos léxicos, fonéticos, sintácticos y morfológicos. La muestra más antiquísima y milenaria del bilingüismo natural (donde también intervienen la cultura, la religión cristiana católica y los intercambios socioeconómicos) nos lo presenta el primer texto en romance de la Península (siglo X) escrito por un monje del Monasterio de San Millán de la Cogolla en la Rioja: son las Glosas Emilianenses. Junto a éste monumento histórico lingüístico de nuestras raíces lingüísticas, culturales y religiosas, está el otro monumento histórico que son las Glosas Silenses (siglos X-XI) del Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos). En las Glosas Emilianenses convive el castellano con los rasgos del vascuence, del navarro-aragonés . Y en las Glosas Silenses muestra la convivencia del castellano o español con el dialecto riojano-navarro.

En sus orígenes la lengua española, empleó los recursos lingüísticos de su lengua madre, el latín, pero también del griego, de la influencia de la lengua germánica, y la de las lenguas de sustrato ibérico como el vascuence, y también la influencia, sólo léxica y toponímica, de la lengua árabe de los invasores, la influencia de los francos que ayudaron en la Reconquista e influyeron con su cultura, y la de los también dialectos del latín como, el mozárabe, el gallego, el leonés, el aragonés y el catalán.

En la evangelización de América (siglos XVI-XVII), pasó igual, adaptar el mensaje evangélico a la realidad lo cual suponía asimilar y comprender la diversidad estructuras lingüísticas de las lenguas vernáculas de las que se recibieron influencias léxicas. La conciencia lingüística de los misioneros era la conciencia de la palabra de Dios que se debía transmitir en el lenguaje de los indígenas pero sin olvidarse que la lengua española era la lengua de la convergencia y la convivencia bilingüe, la lengua heredera de la cultura de las lenguas griega y latina.

Los hablantes son conscientes de que en la lengua española, desde hace siglos, hay interacciones de todo tipo: culturales, políticas, científicas, religiosas, económicas y lingüísticas. Todas ellas son, pues, actividades de intercomunicación y conocimiento que se quedan grabadas en la conciencia de los hablantes.
Los hablantes del español conviven en una sociedad plural y en nada homogénea, donde la lengua castellana es un elemento básico de comunicación pero no pierde su identidad histórica y democrática por la presencia de otras lenguas autóctonas o foráneas como antes lo fue la influencia cultural y política del francés o ahora del inglés.

La conciencia lingüística de los hablantes de cualquier parte del planeta, siempre es como un espejo del mundo, un espejo de la historia de las naciones. Sin duda alguna, la historia pasada y actual, nos dan ejemplos de cómo los poderes políticos o ideológicos, han tratado de pulimentar el espejo de la actividad lingüística según sus intereses. Pero también la historia nos ha demostrado que esta utilización pragmática, aunque se imponga, más tarde o más temprano, la conciencia lingüística de los hablantes la destierra y abre las puertas del conocimiento natural de la vida donde el lenguaje y la conciencia caminan juntos. Ésta es una ley natural universal e inmutable. Las coyunturas políticas de persecución etnolingüística no se imponen por la fuerza sobre multiseculares generaciones de hablantes que han participado en el origen, evolución y en el estado actual de una lengua de cultura universal como es la castellana o español.
Los cambios lingüísticos no se imponen de la noche a la mañana por la prepotencia de las ideologías políticas, y más cuando éstas son totalitarias. Es absurdo y un hecho más que contrastado por la Historia de las lenguas, que una revolución política o un cambio político, nunca han producido una revolución lingüística o un cambio lingüístico. La génesis histórica de los cambios lingüísticos es un proceso natural y sociocultural de una larguísima cronología en la que los hablantes son los que deciden.

La conciencia humana del lenguaje, la conciencia de una lengua donde se ha nacido y donde se vive, tiene la facultad de la creación y de la organización del mundo donde convivimos. Así es como se transforma la realidad, así es como el hombre intenta imitar a su Creador, Dios, que de la Palabra Sagrada creó de la nada todo lo conocido. A través de su conciencia lingüística, el hombre descubre a Dios en la vida, pero sobre todo en su interior, en lo más hondo de su conciencia, del alma, donde las palabras del lenguaje humano alcanzan su más plena significación humana y transcendente.

En nuestra España constitucional, hay una norma lingüística universal que viene dada por la Historia y que está respaldada por las leyes lingüísticas de la Constitución Española (1978) que señala el deber y el derecho de conocer y transmitir la lengua oficial del Estado que es el castellano. Las demás lenguas son cooficiales en sus ámbitos políticos pero no se pueden imponer sobre la lengua oficial con políticas de discriminación y marginación de los hablantes del castellano o español.

Las políticas etnolingüísticas de los ultranacionalismos o de las partitocracias que manipulan el cajón de sastre del consenso político para imponer sus intereses y mantenerse en el poder, son inadmisibles en una democracia que se considere participativa y constitucional. Más bien, esas actuaciones son propias de las democracias formales, totalitarias y orgánicas, de las dictaduras.

Por la fuerza se quiere imponer de forma artificial el uso normal y obligatorio de unas lenguas cooficiales en las instituciones, organizaciones y administraciones públicas, en los medios de comunicación y producción, y por supuesto, de forma prioritaria, en la enseñanza. Se produce de este modo, la persecución y el arrinconamiento etnolingüístico de la lengua oficial de España, de los derechos y deberes de los hablantes del castellano o español en los mismos espacios políticos, públicos, de información y opinión, de cultura y educación que la Constitución Española (1978) y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) defienden y exigen que se cumplan.

En siglo XXI, el acoso a la conciencia lingüística se hace de forma más sutil. En las sociedades desmanteladas de sus raíces históricas y espirituales, los políticos y los medios del poder, no emplean la fuerza y la persecución directa de tiempos pasados. Emplean, otros medios más subliminales y demoledores con el paso del tiempo: la educación y los medios de información, pero sobre todo, por medio de las instituciones políticas democráticas, bien manipuladas y controladas desde los intereses de los grupos de poder económico y mediático.

Pese a esta constante persecución de la lengua oficial, la conciencia lingüística de los españoles sigue prefiriendo el uso del español como lengua oficial de comunicación tanto en la vida privada como en la pública, pero en convivencia con las otras lenguas del mismo tronco románico o de distinta raíz como es el vasco. En esta variedad de normas lingüísticas, siempre es la conciencia lingüística e histórica de los hablantes la que decide, y en este caso la decisión es bien evidente: la lengua castellana o español.
Ésta ha sido y es la lengua más adulta y madura que las lenguas cooficiales por la sencilla razón histórica de que tiene un corpus literario inmenso dentro y fuera de España que ha ido creciendo desde los orígenes del español, allá por los siglos IX y X, hasta nuestros días. Es la segunda lengua materna más hablada en el mundo, después del chino mandarín. Como primera y segunda lengua cuenta entre cuatrocientos cincuenta y quinientos millones de hablantes. Si nos ponemos a dar cifras sobre el escaso número de hablantes con que cuentan cada una de las lenguas cooficiales del castellano o español, los ultranacionalismos del etnocentrismo lingüístico, harían el ridículo.

Y no hablemos del incalculable tesoro literario de siglos y siglos de producción literaria. Y no sólo la Literatura ha dado personalidad, espiritualidad y unidad al español o castellano, sino que también ha aumentado el cuerpo material de su gramática, de su léxico, de su morfología, de su fonética y de su fonología, para hacer inquebrantable la conciencia lingüística, histórica y espiritual de todos sus hablantes.