Los laicistas de la intolerancia religiosa

Autor: Diego Quiñones Estévez   

 

 

Han sido y son tan continuas y machaconas, la apelación a lo falsamente laico, a una sociedad por la fuerza laica, como una forma exclusiva de entender la convivencia entre todos, menos con la Religión Católica, a la que se excluye de la vida social y se trata de recluir en la intrahistoria de la vida privada, que, lo  falsamente laico se nos promociona como la panacea de todos los problemas de esta democracia  gestual y formal, cuando en realidad, esconde un programado y peligroso laicismo. Por esta trayectoria va el relativismo laicista reciclado. ¿Cuáles son las intenciones de los ideólogos del laicismo de la intolerancia religiosa?: romper la convivencia del pluralismo presente en nuestra Constitución y en todas las constituciones democráticas del planeta que siguen los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos(1948). Se autoproclaman laicos, cuando en realidad son laicistas, y se postulan como los líderes de una sociedad laica, cuando en realidad, son la punta de lanza de un vetusto laicismo volteriano e intransigente con el hecho religioso. La laicidad positiva, abierta y respetuosa con la religión, la olvidan y más bien lo que aplican es un laicismo hostil,  agnóstico y ateo, que nada tiene que ver con lo que es el sistema constitucional español, que se define por la aconfesionalidad, la neutralidad del Estado ante la diversidad religiosa o ideológica que toda sociedad plural, democrática y participativa tiene. Pero es tanto el poder que tienen y utilizan por los grupos mediáticos y socio-serviles, que llegan a hacer creer a los ciudadanos que laicidad y laicismo hostil, agnóstico y ateo, significan lo mismo, y que laico y laicista, también significan lo mismo, cuando en sus sentidos y en la experiencia son contrapuestos. El término laico tiene varios sentidos: 1º) el vocablo laico viene de la palabra griega “laós” (sustantivo), que significa pueblo, o popular. El Concilio Vaticano II, define a la Iglesia como Pueblo de Dios (Lumen Gentium, C.II). Como también cualquier estado o nación se define como “pueblo”; 2º) desde el punto de vista jurídico y eclesial, el Magisterio de la Iglesia considera a cualquier comunidad política como laica, es decir, profana e independiente, no religiosa, para de este modo diferenciarla de la Iglesia Católica o de otras confesiones. En sentido positivo, laico se refiere a la persona o institución política que es independiente, neutra, tolerante y respetuosa con cualquier religión o confesión religiosa: estaríamos, pues, hablando de laico-laicidad-aconfesionalidad; En sentido negativo, se refiere a la persona o institución que tiene una posición de independencia absoluta, de confrontación e intolerancia con la religión o cualquier confesión religiosa: estaríamos hablando, pues, de laicista y laicismo; 3º) también, desde el punto de vista jurídico eclesial, hay que diferenciar entre laico, del adjetivo griego “laikós”, y clero (kleros). Así, el laico o seglar, es todo fiel cristiano, que, aunque no está consagrado en el sacramento del orden sacerdotal o a un estado religioso concreto, tiene el derecho y el deber, como todos los miembros de la Iglesia, de poner en práctica su compromiso profético y participar activamente en la misión salvífica de la Iglesia, haciendo vivo y real el Reino de Dios en el mundo. Su vocación, como cristiano-ciudadano del mundo, es buscar el bien común en todos los ámbitos de la sociedad pero siempre desde el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia, sin imponerlos sino ofreciéndolos como hizo Cristo, para que la verdad se manifieste en plenitud.

¿Pero qué es el laicismo y los laicistas de la marginación religiosa e ideológica?: los laicistas, pretenden imponer una sola educación, coartando el derecho a la libertad de educación que nos concede la Constitución y los Derechos Humanos. Los laicistas no son  laicos cuando quieren imponer por la fuerza, un único modelo de enseñanza ideológica, tal y como hacían los antiguos regímenes totalitarios de izquierdas y de derechas; los laicistas no son laicos cuando buscan la marginación social de la religión, y cuando la relativizan y reducen a un absurdo psicosociológico poniéndola al mismo nivel que las sectas;  los laicistas son quienes dicen ser los defensores del libre pensamiento y luego en la práctica y en la teoría excluyen el pensamiento cristiano porque les estorba y pone en entredicho las incoherencias mentales del oscurantismo laicista; los laicistas son aquellos que quieren distorsionar el sentido histórico y natural de la familia, para sustituirla por cualquier cosa menos lo que realmente es: el matrimonio, padres, madres e hijos; los laicistas son quienes se consideran los absolutos defensores de la ecología, y luego resulta que la utilizan como arma contaminante contra quienes defienden un desarrollo sostenible y equilibrado donde el progreso y la naturaleza vivan en armonía; los laicistas son quienes se dicen defensores de los Derechos Humanos, sobre todo el más primordial, que es el derecho a la vida, y luego defienden los crímenes del aborto, la eutanasia activa y pasiva o la experimentación biotecnológica con embriones y la clonación humana; los laicistas son aquellos que proclaman la utopía sin saber qué es porque la confunden con los paraísos  artificiales del progresismo tecnocrático; los laicistas son aquellos que siempre ocultan que el laicismo tiene como compañera de lucha e intrigas a la masonería, porque ambos siempre se han confabulado contra la Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica; los laicistas son quienes se olvidan de la Historia de todos para imponer su propia y chata historia totalitaria; los laicistas son aquellos que saben y callan que el laicismo es un añejo cadáver sacado del armario del tiempo y revivido, por el progresismo sin ideas, de los cementerios de la Revolución Francesa, del despotismo ilustrado y volteriano y de los totalitarismos de los siglos XIX y XX. Por tanto, no es una nueva forma de pensamiento ni de principios democráticos innovadores. Todo lo contrario;  los laicistas, son,  en definitiva, el espíritu oscurantista del laicismo, al servicio de una idea política de dominio a costa de lo que sea, que trata de liquidar, de forma oculta o de un legalismo impositivo, todo pensamiento, toda ideología democrática y toda referencia a la Religión Cristiana Católica.