La familia está en peligro

Autor: Diego Quiñones Estévez 

 

 

Asistimos a una meticulosa erosión de la familia, principio histórico de todas las culturas y civilizaciones. Se empezó con el fraude y el negocio del aborto de manera solapada, y ahora es ya totalmente libre, pero se siguen silenciando sus estadísticas y pingües beneficios, algo propio de los comportamientos genocidas de los estados totalitarios y economicistas. Doscientas personas abortadas cada día, y alrededor de unas ochenta mil al año en España, según los últimos datos nunca divulgados por los megamedios del control de la información al servicio de las prebendas por contribuir con el poder, reflejan el poco aprecio por la vida y la familia. Y no nos olvidemos de los grandes beneficios económicos que supone la utilización de los fetos y también de los embriones humanos para la experimentación científica cobijados bajo la falacia tecnocrático- científica de la clonación reproductiva o la clonación terapéutica. 
A la familia se le sigue desmembrando a través de propuestas politizadas que se enmascaran con las etiquetas de progresistas o liberales. La dictadura de estos eufemismos de la mentira, se basa en vaciarlos de la genuina semántica que los define como tales. El lenguaje eufemístico de los políticos y de los medios de información, se alían para difuminar el significado real de las palabras hasta alcanzar la confusión de las ideas y de la verdad de las cosas de toda la vida, como es el caso de la familia. La familia, es y será siempre entendida como el compromiso matrimonial entre un hombre y una mujer, para procrear hijos que se han de educar en la responsabilidad personal y social, según sus convicciones ideológicas y según sus creencias. Los poderes públicos deben asegurar la protección social, económica y jurídica de la familia. Ninguna ideología, ningún poder, puede atentar contra las vinculaciones familiares como son la maternidad, la paternidad, la filiación y la fraternidad.
Todo no se pude introducir en el mismo campo semántico de la familia. Si consultamos algunos diccionarios ideológicos, como el de Julio Casares, vemos que empieza dicho campo con el lexema “familia”, sigue con otros lexemas, de los muchos intermedios, como “raza”, “origen”, “hijo”, “madre”, “padre”, “abuelo”, para acabar con otros como “familiarmente” o “domésticamente”. Los ideólogos del laicismo asexual tendrán que convencer a los lexicógrafos de la Real Academia de la Lengua Española, para que empiecen a perpetrar la violación del significado histórico de la palabra “familia”, introduciendo otros semas aberrantes y contraproducentes para la fecundación natural de nuestra madre lengua española.
Esto es tan absurdo, como pretender meter dentro del campo semántico del concepto histórico de sociedad, a otras denominaciones del lenguaje usual-vulgar como podrían ser las distintas “sociedades” de las mafias o del narcotráfico. Por eso la adopción, no se concibe sino dentro del mundo natural donde nace y desarrolla el niño y da lugar a su significado lingüístico-histórico: la familia. Y no dentro de otras componendas nacidas de los caprichos de grupos de opciones-orientaciones sexuales que nada tienen que ver con la familia sino con sus propias conveniencias que sólo ocultan sus incapacidades por ser lo que no pueden ser por lógica y principios. Pero, de nuevo, al igual que las leyes inventadas para el aborto, ya se han diseñados otras para atender a las diversas tendencias de la moda impuesta por los diseñadores de las confusas orientaciones-opciones sexuales según el mercado y el consumo de la libertad genital. 
De ahí, que me permita dar un consejo a los padres y madres, y a todos aquellos que defienden la familia: o reivindican la identidad y la dignidad de la familia, o sufriremos, y ya de hecho nos llevan por ahí, las consecuencias para ellos y nuestros hijos por culpa de tanta propaganda famifóbica. Las familias, ante el aborto y la manipulación de embriones, y también ante la ley del divorcio consensual inmediato (divorcio express), que atenta contra la estabilidad del matrimonio al equipararlos con las parejas de hecho y homosexuales, o también en el caso de la adopción de los niños menores de edad por homosexuales, tienen que empezar a poner límites a los experimentos de los políticos y a las prolongaciones interminables de ellos como son los jueces de la progresía polivalente. Les aconsejo que se vayan preparando y tomen conciencia y parte activa para hacer efectivo y real que los poderes públicos deben asegurar la protección integral de los hijos y la familia (tal y como indican la Constitución Española, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Convenio Europeo de Derechos Humanos). Dejarlos en manos de ciertos políticos y de sus leyes, está visto que puede ser un peligro para ellos y la familia.