Los orígenes de la pseudofamilia laicista

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Las barbaridades históricas de Marx y Engels en  “El origen de la familia, de la propiedad y del Estado” (1884), han sido actualizadas por sus epígonos del laicismo socialista reciclado y por el postismo progresista-darviniano del siglo XXI. En su tiempo las teorías de Marx y Engels, fueron el no va más de las teorías antropológicas: el paraíso ecológico comunista, el matriarcado, la utopía marxista de una sociedad sin clases, la dictadura del proletariado, la sociedad-comuna socialista, etc., etc. Para hacer viable los fines prácticos de la revolución marxista, postulaban el desmantelamiento de los valores de la familia tradicional, de toda una cultura y de una sociedad cristiana basada en la libertad y la transcendencia de la persona.

Marx y Engels, revividos por los hijos del laicismo amoral y asexual, trataron de modelar al hombre y a la mujer por medio de una instrucción pública totalitaria para así alcanzar la utopía marxista de la dictadura del proletariado: una sociedad sin clases, sin valores, sin religión, sin familia, sin matrimonio. El ser humano es la negación total de Dios, y su único objetivo es convertirse en un trabajador productivo. Como ahora, a lo cual también se han subido los seguidores idólatras del capitalismo salvaje neoliberal. El trabajo y la sociedad del bienestar material, basada en el dinero, el consumo, la diversión, el hedonismo y la promiscuidad sexual de la ideología de género, es la única dimensión de la persona. A ello se le añade unos complementos: la educación físico-deportiva y la sexolatría. Al opio del pueblo que era la religión para el muerto marxismo, se le reemplaza por otro opio: el deporte, como actividad alienante o como actividad de consumo, igual que el sexo por el sexo y sin  amor. De este modo, el sentido personal y espiritual del hombre quedan eliminados.

Hoy, estas ensoñaciones están más que desacreditadas por las experiencias históricas negativas y totalitarias del socialismo materialista y por el mundo de la ciencia antropológica. Sin embargo, la ideología del socialismo decadente, con el anzuelo del laicismo trasnochado y de la ideología de género, trata de hacérnoslo pasar como progreso y avance, valiéndose, como siempre, de un bien adiestrado y programado ejército propagandístico que se empeña en transformar la institución familiar en un concepto polisémico para  apartarla de lo que  la familia es en  todas las culturas, y que se basa en el matrimonio heterosexual y monógamo. Pretende destruir y sustituir la familia por una multitud de modelos de pseudofamilias reconstruidas por el Estado y sus medios y organizaciones de la confusión relativista. La pseudofamilia laicista nada tiene que ver con la familia como término unívoco, natural, jurídico y aceptable, pues la pseudofamilia laicista introduce un término equívoco y ambiguo donde todo tipo de uniones tienen validez y destruyen la familia como unión estable de un hombre y una mujer que se aman para llevar a cabo un proyecto compartido de vida destinada a la procreación y a la educación de los hijos que repercute en el bien común de la sociedad. Ya no hay familia, sino modelos de falsas familias, y el reproductor de todas las pseudofamilias es el modelo de la pseudofamilia laicista.

Si Marx y Engels menospreciaron a la familia porque era una cédula burguesa alienante, el laicismo progresista, no sólo la menosprecia sino que quiere hacerla desaparecer dentro del cuerpo semántico ambiguo de la ideología de género, ideología de género que tantos frutos amargos está produciendo en nuestra sociedad.