Contravalores totalitarios

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Que el declive moral, social, político, cultural y de pensamiento de las sociedades de Europa, está servido por las imposiciones de la posmodernidad, del relativismo absolutista y el tecnosistema del economicismo y de los medios de comunicación en manos del poder, no cabe la menor duda.

En España, lo mismo que en Europa, las partitocracias, neoliberales conservadoras y  progresistas socialdemócratas, se han dedicado ha socavar los cimientos que sostienen las sociedades: sus derechos y valores, a pesar de que los primeros aparecen claramente reflejados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), punto de partida de todas las constituciones democráticas. Los valores imbricados en esos derechos (la vida, la familia, la tolerancia, la libertad, las creencias, la justicia, la educación, la salud...) desde el siglo XX, están siendo difuminados, para luego acabar con ellos, por medio de los contravalores. Mientras los valores son universales porque reflejan los Derechos Humamos, y son el resultado de nuestra historia y del comportamiento natural del hombre, los contravalores son pastiches prefabricados por los que quieren imponer ideas y formas totalitarias, ya sean neoliberales, neomarxistas o laicistas.

Los contravalores, son propios de los discursos y los programas políticos de la homogeneizacion totalitaria que tratan de engañar a las sociedades, desarraigadas y adormecidas por el placer y el consumo programado, presentándolos con el eufemismo que el filósofo alemán Robert Spaemann, llama, “discursos de comunidad de valores”, nacidos del relativismo moral, social y político y divulgado por el pensamiento débil del postmodernismo y sus intelectuales decadentes, que han renunciado al pensamiento crítico, al disenso, contra el orden establecido por las partitocracias y sus ejércitos mediáticos.

Esta comunidad de contravalores, es producto de unos intereses ideológicos que destierran el pluralismo de creencias y de pensamiento, y tratan de imponerse desde los poderes fácticos. Esta comunidad de contravalores, nada tiene que ver con lo que es una verdadera comunidad, como es la Iglesia Católica, que tiene la responsabilidad histórica de no imponer la Verdad de Cristo y del Evangelio sino que la ofrece como Verdad de liberación personal, social y transcendente. Es una comunidad histórica y espiritual, que ofrece todos los valores implícitos en el mensaje de salvación del Evangelio de Cristo, a los hombres y las mujeres de todas las épocas y circunstancias. Valores que se ofrecen para ser compartidos.

Los contravalores totalitarios que tratan de sustituir a los verdaderos valores universales, los tenemos todos los días entrando y saliendo por nuestras casas, a través de los medios de comunicación, de la palabrería política, tecnócrata y científica, ahora  plasmada en el consenso fundamentalista de los poderosos. Y sin embargo, no nos damos cuenta del peligro y del daño que están empezando a hacer, sobre todo en las mentes menos despiertas, especialmente los adolescentes y jóvenes. Los políticos actuales, quieren hacernos tragar que son derechos y valores de toda la sociedad cosas que no lo son: el falso derecho de la mujer al aborto provocado, que se opone al derecho a la vida; el falso derecho a morir(= a matar legalmente, la eutanasia activa y pasiva) que también se opone contra el primer derecho de todos, que es el de la vida; el falso derecho a tener cualquier orientación sexual, como una forma de destruir la diferenciación sexual del hombre y de la mujer, y por supuesto al matrimonio y a la familia; la falsa tolerancia, que se limita a no admitir el pensamiento y las creencias del otro porque no forman parte del pensamiento y las convicciones del poder (el verdadero valor de la tolerancia, que es admitir la identidad del otro, por muy distinta que sea de la nuestra, no se admite); el querer imponer una educación pública de sucedáneos “valores laicistas”, atentando esto contra el derecho constitucional de la libertad de educación que tienen los padres y sus hijos; elevar a la categoría de derecho fundamental e incondicional, y por tanto, de valor social, la libertad de investigación genética, la manipulación de embriones y la clonación humana, cuando es un contravalor porque atenta contra la vida, la libertad y la identidad genética de la persona; llamar valores democráticos lo que no son más que contravalores partidistas que no admiten la presencia pública de los valores religiosos cristianos católicos que forman parte de nuestra tradición y raíces históricas, etc., etc.

En definitiva, asistimos a una fabricación de contravalores, de falsos y artificiales valores que no manifiestan lo que nuestra sociedad es por historia, tradición, cultura, ni lo que dice nuestro ordenamiento jurídico, que es la Constitución Española y todas las constituciones democráticas del mundo. Las valoraciones fundamentalistas y totalitarias de las democracias deliberativas o consensuadas, son peligrosas para nuestra convivencia y nuestras libertades, y si no les ponemos límites, acabarán con nuestros derechos y valores fundamentales, y con el fundamento básico de toda sociedad: la dignidad del ser humano.