Bioética de la dignidad y progresismo barato.

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Las ideologías políticas y cientificistas de la impersonalidad y la cosificación del ser humano, cuando quieren imponer sus especulaciones, se sirven de los poderosos ejércitos de la información y manipulación cultural, y tratan de convencer a los ciudadanos de que todo se hace en beneficio de ellos, en beneficio del progresismo barato, de la ciencia sin límites y del bienestar material, en definitiva, en beneficio de la tecnocracia de la utopía laicista del relativismo donde todo vale a costa de lo que sea. Con el aborto, la eutanasia activa, la clonación, la reproducción asistida, la investigación genética y la manipulación de embriones, ni las ideologías políticas y cientificistas, ni la mayoría de los medios de comunicación, informan desde la imparcialidad, la objetividad y la realidad de los hechos científicos, jurídicos y morales. Se olvidan de que existe la Bioética, interdisciplinaridad nacida en 1970 de la mano de la Medicina en EE.UU., gracias a Van Renssealer Potter (1911-2001), y que es el resultado de la conjunción de dos disciplinas: una científica, la biología (bios) y otra que aúna la filosofía y los valores humanos: la ética (ethos). La Bioética se centra en normas nacidas de principios y valores morales. Se rige por la disciplina del derecho llamada la Biojurídica, que fundamenta y garantiza la dignidad del hombre y defiende la vida humana, poniendo límites legales a la biomedicina y a la biotecnología, que, algunos sin escrúpulos, quieren que sólo se rijan por los beneficios comerciales de las patentes y los descubrimientos, buscando la disolución de los límites entre lo que son los derechos bien entendidos con los caprichos y los deseos absurdos del progresismo utilitarista.


Esta falta de educación e información bioética para la defensa de la dignidad del ser humano, es el reflejo de otras muchas y gravísimas e imperdonables carencias en todos los ámbitos de nuestra cultura. Pero aquí se juega con la persona, pues se trata de controlarla desde la concepción hasta la muerte. Aquí se juega a sabiendas de la ignorancia supina que tiene la mayoría de los ciudadanos sobre cuestiones vitales para los que no se les ha preparado ni en la educación académica, ni en la educación social y mediático-informativa. Todo esto huele a aquel ideal putrefacto de la Ilustración y de las ideologías totalitarias de los siglos XIX y XX, de llevar a cabo una pedagogía del pueblo para que éste fuera más libre y culto, pero que al final se convirtió en modelarlo a los antojos del despotismo ilustrado, del socialismo marxista y del fascismo, al engañarlo con falsas utopías científico-nihilistas y esclavizantes, y que ahora se traduce en todo para los ciudadanos de la democracia formal pero sin ellos a la hora de las decisiones que afectan a toda su vida, humana y transcendente. Nuestra vida necesita de una mayor presencia de la Bioética en la educación y en la sociedad, y no de tanta biopornografía; Nuestra vida necesita de los biojurídicos que defiendan la vida humana y la biosfera, y no de tantos ecologistas posmodernos y de tantísimos comisarios jurídicos, amigos del poder biodegradable al servicio del clientelismo cientificista y político.